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jueves, 24 de diciembre de 2009

Vicisitudes y controversias


Tengo un amiguete desde hace muchos años. Y digo amiguete porque yo no recurro a correos cursis sobre la amistad ni a cuestiones filosóficas, filantrópicas o existenciales para catalogar el tipo de relación que tengo con mis conocidos. Para mí es más sencillo; se trata simplemente de seguir hablándonos o de no haber llegado a alguna situación irreconciliable.
José Luís tiene una capa de barniz que le otorga cierto brillo. Fue compañero de aula en el instituto y de aquella época conserva, entre sus logros, el recuerdo de diversas reglas ortográfícas y cierto repertorio de fórmulas de física y química; todo ello grabado a fuego en alguna circunvalación cerebral poco desarrollada en mi caso.
Es sorprendente oírlo recitar las valencias, con símbolos incluidos, después de veinte años alejado de las aulas. Pero ese brillo, a veces, le da para algo más que la mera fijación nemotécnica y te sorprende, entre cervezas, con frases tales como “la vida está llena de vicisitudes y controversias”…no me jodas José Luís, yo estudiando durante años gilipolleces ilustradas y resulta que no tengo ni pajolera idea de donde sale semejante pensamiento cargado de síntesis existencial; fijo que no es de tu cosecha, pero me mola, sobre todo porque suena bien…¿o no? Sí señor, la vida está llena de vicisitudes y controversias (partido de dos pi erre). Otra cosa es saber para que nos ha servido aprenderse de memoria hasta los logaritmos neperianos, cuando ahora basta con mirarlo en el google y te lo dan resuelto en el acto, porque sí, amiguete…ya no se usan las tizas ni las pizarras. No, los rotuladores sobre pizarra blanca tampoco. Ahora son unos enormes paneles táctiles, digitales y multimedia, conectados a un ordenador, y sobre ellos se escribe con el dedo del color que tú selecciones previamente en el menú de opciones. No es necesario ni siquiera que el alumnado “salga a la pizarra”, pueden interaccionar con la misma desde sus asientos con sus ordenadores ultra-portátiles y después pueden ver en ella un documental educativo si el profesor lo estima conveniente. Un pequeño cambio ¿no crees?, y nosotros con fórmulas en la cabeza.

domingo, 13 de diciembre de 2009

En mi caso


En mi caso fue Madrid. Todo lo que de atractivo ofrecía el mundo, para alguien que cumplía la mayoría de edad a principios de los ochenta, estaba allí. El mundo de la movida madrileña; el que nos ofrecían en las películas, el de la gente diferente con vidas interesantes, el de las calles que habitaban las bandas de rock urbano, el de Pachá y Joy Eslava, el de “la juventud baila”, el de las luces y los platós de “Aplauso”, el del metro, el de los cantantes de metro, y sobre todo el que las canciones nos hicieron amar sin haberlo pisado siquiera. Todas hablaban de lo mismo: “Pongamos que hablo de Madrid”, “Madrid amanece”, “La puerta de Alcalá”, “Voy andando sola por la Castellana”, “En la puerta del Sol” ,“desde el pirulí se ve un país”… Por entonces todo se hacía desde allí y desde allí irradiaba a través de la pantalla y las ondas, como si no existiera otra cosa…joder que hasta metí mis ahorritos en Caja Madrid.
Tiempo después, por motivos que no vienen al caso, di con mis huesos en la capital del país. Como es de imaginar, me volví loco y me dispuse a visitar todo aquello de lo que había leído, oído hablar, oído cantar o visto en el cine. Para empezar ni encontré el Penta, ni en el Elígeme estaba Sabina bebiendo copas y viviendo a simple vista esa vida canallesca y poética que mostraba en sus canciones. Es más, se trataba de un tugurio oscuro en el que había actuando un imitador suyo. El hotel mediodía era una antigualla sin glamour. El Madrid de la movida eran dos calles, el resto era gris y mediocre y para colmo el sueño de vivir la noche madrileña quedaba frustrado en la misma puerta de los locales en los que un portero decidía que tú no entrabas por llevar calcetines blancos. Nada que ver con lo imaginado.
Pasados algunos años volví a revivir aquella experiencia de la fascinación por una ciudad con sus personajes, barrios, locales y calles, pero no en mí, sino más bien indirectamente, a través de un amigo con el que fui a Sevilla. Al ser unos años menor que yo, en él habían hecho mella Canal Sur y las canciones de Pata Negra y Quico Veneno. En su cabeza resonaban nombres como el parque de María Luisa y la Carbonería sin saber siquiera ubicarlos, igual que en su momento yo conocía Malasaña o la calle preciados y no habría sabido decir un solo nombre de una calle de la ciudad de al lado.
Nunca me pregunté cual sería el equivalente a Madrid para quienes vivían en esa ciudad, porque ya estaban allí. En eso caí hace unos días viendo “Sobreviviré”, una película en la que Enma Suárez decía haber ido a comer cruasanes a la quinta avenida de Nueva York, igual que Odrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, y aseguraba que no era igual, que no tenía el mismo brillo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Vamos para atrás


…es que vamos para atrás, cada día más paro, menos derechos, más pobres, más distanciados de Europa y más mojigatos. Y en cuanto a libertades ni le cuento…y yo ni pepé ni pipí, pero es que vamos para atrás, oiga.
¿Le hago el arco de las patillas?, ¿se las dejo bajas?
No sé quien dijo que quién a los veinte no es de izquierdas es que no tiene corazón y quién a los cuarenta no es de derechas es que no tiene cabeza, pero se le olvidó decir que el converso siempre andará descorazonado porque, en este caso, a la derecha no se llega por convicción sino por desencanto…¿Le descargo de arriba más o le dejo para peinarse con raya?
…como le decía que yo ni zurdo ni diestro, que para mí son todos iguales; los políticos… unos psicópatas ya le digo. Y no es que lo diga yo, que el otro día vi un documental y lo decía bien clarito, que engañar y manipular sin escrúpulos es propio de esta enfermedad y se me encendió la luz. Digo…claro que sí.
¿Le mojo el pelo para peinarlo?.. Pero eso es como todo, mire usted. ¿O es que deberíamos derribar la alhambra porque no nos gusten los moros? Pues no señor. ¿Y los aromas, y la danza del vientre, y las alfombras persas?.. Tendremos que coger lo bueno también, nos ha jodido. Y perdóneme usted una indiscreción…
Pues mire usted, me descarga un poco de los lados y dejamos las indiscreciones, que para mí siempre son imperdonables.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Vivir al margen

Seguramente por alguna causa relacionada con mi bagaje y mis experiencias asocio la idea de vivir al margen con la estética del desaliñado. No hablo del forajido polvoriento de las películas del oeste; más bien pienso en el personaje de Nancho Novo en “El astronauta”, el de Chete Lera en “Finisterre” o el de Alberto San Juan en “Bajo las estrellas”.
En su versión musical y totalmente real te hablo de Quique González; el cantautor que me habría gustado ser, y que además lleva la vida que me gustaría vivir; retirado en una casa rural de Cantabria con su perro, componiendo todo el día en soledad, mirando por la ventana una pasada de paisaje, acudiendo a la civilización sólo para pillar costo y güisqui o llenar la nevera de pizzas y comida preparada y haciendo lo que le sale de los cataplines. Reconozco que me pierde esa actitud existencial de la dejadez y la despreocupación, tal vez porque nunca me he podido entregar a ella, o quizás porque la asocio con el bienestar interior que nunca he tenido a causa de las presiones incómodas que siempre me han rodeado.
Qué quieres que te diga, puestos a elegir, yo hubiera preferido tener un padre hippie que hubiera estado en Paris en mayo del 68 y un hermano mayor que me hubiera pasado condones e ideas libertarias, pero lo que tuve fue un padre fieramente proletario y un hermano mayor facha. Y digo puestos a elegir porque salvo Ismael Serrano, que se sigue creyendo universitario con 37 años, soy consciente de que los hijos de los progres reaccionarios y cultos tampoco han estado nunca demasiado satisfechos con su vida, y siempre han reprochado a sus progenitores no haber tenido con ellos un poco de mano dura. Evidentemente los muy gilipollas no saben lo que están diciendo, pero vale…
Hace tiempo dejó de cernirse sobre mí la sombra represora de la familia y empecé a ejercer en mi trabajo; un trabajo que me estresa y me coloca ineludiblemente en una posición ante la sociedad de la que no puedo escapar. Se espera de mí y se me exigen posiciones, actitudes e ideas que detesto. Para cuando todo esto me resultaba demasiado insoportable ya era tarde; sobre todo porque las cosas no están como para andar buscando cambios ideales con los que realizarse laboralmente. Escapo, claro que sí, pero sólo hasta la esquina y en una carrera desesperada que termina en un parón jadeante por falta de aliento. Supongo que, como para casi todos, es la única huída que puedo permitirme y supongo también que más que una huida resulta ser una fantasía domesticada y previsible.
Hace unos días coincidí en un bar con una vasca de gente que yo siempre he mirado de lejos, con cierta envidia y un poco sorprendido, como si se tratara de una raza aparte, precisamente por ser de esta manera que ando contando. Siguen juntándose en grupo en torno a las cañitas y tal, como antaño lo hacían. Son los mismos desaliñados y demacrados de siempre, los de la cabaña del turbo, pero ahora con hijos tan demacrados y desaliñados como sus padres, y la verdad es que ya no me parecen tan libres como me lo parecían en su momento.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Una de complejos


En su momento yo tenía un complejo enorme. Siendo, como era, izquierdoso y cantautor no podía concebir que no me gustara Serrat. Es como si a un escritor y ávido lector no le gustara El Quijote, que por cierto me parece un plastazo, por mucho que en las clases de literatura me hicieran ver la dimensión artística de la obra.
En fin, que yo procuraba esconder y disimular esta desconcertante circunstancia. En una ocasión lo declaré y me tacharon poco menos que de hereje, así que en las reuniones de amigos con la guitarrita y en las sesiones jam, con otros músicos, procuraba eludir la cuestión cuando se me solicitaba interpretar algo del cantante catalán; bien haciéndome el sueco o ausentándome para que no notaran que no sabía ni tararearlo. Joder, es que me sentía hasta un intruso.
Fíjate que todos los autores que a mi me gustaban hablaban de Serrat como el maestro. Pues nada, y mira que hice esfuerzos eh…y no es por ser cerrado; que a mi me gustaba hasta Quintín Cabrera, pero esos gorgoritos trémulos de mi tocayo es que me resultaban insoportables. Llegué a pensar incluso que no me gustaba porque le gustaba a todo el mundo, pero por esa regla de tres no debería haberme gustado Sabina o Silvio Rodríguez. También pensé que tal vez nunca le perdoné que viniera a mi pueblo a actuar cumpliendo con todos los cánones de lo que yo entendía, por entonces, que era un cateto en toda regla, es decir: con unos pantalones de tergal acampanados y una camisa de satén con los picos del cuello de más de una cuarta. Sí ya, vale…que es un poco estúpido por mi parte hablar así; es que estoy hablando de los años ochenta. Bueno que, con todos mis respetos y reconociendo su valía a la que parezco no ser sensible, al final llegué a la conclusión de que simplemente no me gusta Serrat.

domingo, 18 de octubre de 2009

El tocón.


En muchos trabajos es relativamente fácil encontrarse con un personaje que te descoloca totalmente. En mi caso se trata de alguien que desde el primer momento me resultó totalmente chocante. Muchas personas pueden parecerle a uno desconcertantes; hasta ahí todo puede ser relativamente normal, pero si además, ese personaje en cuestión, te hace sentir vergüenza ajena, la cosa adquiere otro matiz.
Te hablo del típico tocón. No hablamos de un vulgar y descarado metemano, no; aunque a veces lo parezca. Hablamos de alguien que es consciente de que cuenta con ciertas circunstancias contextuales que hacen posible sus actuaciones… y las usa. No es que tenga unas estrategias demasiado elaboradas como modus operandi, ni tampoco creo que lo haga de forma totalmente natural, así... sin darse cuenta.
Al principio pensaba sobre mí mismo “joder que retorcido soy y que mente más calenturienta tengo; este tío es de una generación más joven que la mía e indudablemente ve las cosas de una manera más natural”…y una polla.
Un servidor, que ha sido bastante abierto y receptivo con todo tipo de teorías, a lo largo de años de interesantes charlas en torno al hachís, no puede evitar justificar inconscientemente la visión de las repetidas ocasiones en que ha presenciado tan burdos e inoportunos tocamientos. En esas ocasiones uno recuerda aquella afirmación que aseguraba que si la gente se tocara más, habría menos odio en el mundo (seguramente la inventó un tocón) y uno se dice a sí mismo que es bonito que la gente se regale cariño de esa manera. Pero entonces ¿por qué sólo toquetea a las que están buenas?
No digo yo que les coja el culo directamente o les restriegue la cebolleta, no se trata de eso, ya digo que gasta cierta pericia a la hora de impartir su “buen rollito sin malas intenciones” a pesar de que ha demostrado, en más de una ocasión, lo cabrón que es.
¿Será algún trauma de la infancia o una necesidad imperiosa de calor humano? ¿Se sentirá desamparado la criaturita? ¿Estaré yo juzgando insana e injustamente una cuestión que mi mojigatería mediocre no sabe valorar en su justa medida?
En mi descargo tengo que decir que una de las primeras lecciones que recuerdo de aquellas clases de filosofía de tercero de BUP, que recibí allá en la noche de los tiempos, era la identificación del espacio propio, el inmediato y no sé que más. Recuerdo hasta el dibujito de círculos concéntricos que ilustraba el texto, y la cuestión aquella de los conflictos que se creaban con la invasión de esos espacios vitales. Yo sacaba buenas notas en filosofía eh.
Ahora, con esa actitud realista y descreída que te dan los años, pienso que tal vez pueda tratarse de una modalidad gris y opaca de sexualidad. Ni siquiera un vicio inconsciente y por supuesto, mucho menos, una inocente forma de expresión de compañerismo.
¿Será que me da envidia? (como decía alguien con quien comenté el tema después de haberlo observado ambos). Pero ¿envidia de qué? ¿De ver los respingos que pegan las compañeras cada vez que este “señor cariñoso” las coge de la cintura? ¿De ver sus caras de fastidio cada vez que este tío les sobetea los hombros a las nueve de la mañana, sin venir a cuento? ¿De ver como les coge las manos o les aprieta los brazos cuando las encuentra desprevenidas en los pasillos o en el ordenador? De todos modos, yo jamás podría hacer algo así, y no es que lo considere un crimen, como mucho un abordaje inoportuno, molesto y feo de presenciar.
¿Será que tiene un encanto tal que llega con ellas a un grado de confianza al que yo nunca podré llegar? ¿Incluso con las que llevan tres días en el centro?
Con el tiempo uno ha visto demasiadas cosas como para creer en los cuentos de pan y pimiento y en este caso, que no se trata precisamente de un príncipe azul sino más bien de una rana de ojos saltones hipertrofiada en gimnasios, uno cae en la cuenta de que simplemente no se ha visto en otra porque no se come una rosca (he tenido ocasión de comprobarlo) y que se aprovecha de estar ahí con su aspecto de simpático inofensivo y colega del novio de las chicas. No sé yo si a los maridos les haría gracia ver como manosean a sus cónyuges tan "sanamente", ni tampoco me importa demasiado, la verdad.
Por muy de mal gusto que me parezcan las actuaciones del tocón, de paupérrimo gusto sería decirle algo al respecto, así que nada…a disfrutar con la biodiversidad. Sobre todo porque desatinos hay para todos los gustos. Me consta que hay alguna que hasta le sigue el rollo y otra que por agravio comparativo se siente despreciada y abandonada por no haber sido abordada nunca por este señor. Ya ves tú.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mis placeres favoritos


El placer de leer un buen artículo que me haga reír o me estimule las neuronas sin llegar a cuestiones demasiado existenciales. El placer del aroma de una varilla de sándalo consumiéndose, a media luz, en un pebetero marroquí de madera taraceada. El jazz rompiendo el silencio de la noche, como un reconstituyente poderoso.
A mí no me hace falta pensar demasiado para saber cuales son mis placeres favoritos; un buen polvazo con una tía buena y una buena cerveza fresquita antes de comer al salir del trabajo, y si es en días de calor… ni te cuento.
Una vez oí decir al personaje de alguna película, en uno de esos diálogos en off, que la manera más sublime de vengarse de la mediocridad de la vida es hacerle el amor a una mujer hermosa. Sí claro, que duda cabe, pero puestos a elegir me quedo con la cervecita. En términos económicos es mucho más barata que el servicio de una señorita en un burdel, pero no se trata de eso. Yo después de un cervezón, con un poco de imaginación y trabajos manuales, puedo aliviar el deseo sexual como hacen miles de personas; incluido yo mismo en periodos de sequía, pero esa simplicidad inefable del néctar de cebada fermentada es del todo insustituible.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Algo bueno me tenía que pasar.


Por el hueco de las escaleras oigo chiflar a mi vecino. Son las ocho y media de la mañana, pero da igual, este tío chifla a todas horas, todos los días. Siempre que me lo encuentro, entrando o saliendo del portal, o recogiendo el correo del buzón lo hace. También lo hace la colección de pájaros enjaulados que tiene en el patio de luces. Los pájaros no sé qué interpretan pero él va para dos semanas que no cambia de repertorio. Hoy también me lo he cruzado y no he podido evitar pensar que es un “chiflatodashoras“, ni siquiera un cantamañanas, que sería lo normal.
No estoy para grandes alegrías y a pesar de que hay quien asegura que también es posible la felicidad un lunes por la mañana, yo no puedo ver la vida con optimismo después de unos kilómetros de carretera mojada y congestionada para volver a ver otra vez las mismas caras. No, no señor. Hoy no puedo ver el rostro pulcro y despejado de Sánchez en la máquina del café sin pensar en la impudicia del enchufado, esa que muestra su arrogancia como si se tratara de méritos propios. Me he cruzado con Lara y me ha parecido el mayor de los infames porque para mí no hay infamia mayor que no devolver un libro prestado. El término paraíso fiscal me parece aberrante y contradictorio y he tenido que oírlo varias veces a lo largo de la mañana. El mejor de los correos que he recibido hoy es el que compara los beneficios del yoga y el alcohol y al salir me he parado a tomar una cerveza y me han puesto unas almejitas de aperitivo, y yo tanto los mejillones como las almejas no los puedo mirar porque si lo hago no soy capaz de comérmelos; me parecen unos bichos horrorosos y extraterrestres familia del cefalópodo ese que salía en Alien.
En una esquina un chico tocaba un blues como los mísmísimos ángeles, y me he parado a escucharlo. Por la calle se ha acercado una rubia potente y hermosa y ni ha mirado, ha pasado de largo ajena totalmente a que esa canción se escribió para alguien como ella y he pensado en lo justo e injusto del sentido de algunas cosas. Pienso que alguien debería haberle gritado...¡Rubia, a Gary moore no se le hace ese desprecio aunque se tenga un culo como el tuyo! También he pensado que las casas viejas tienen alma y que tal vez yo soy una casa vieja.
Esta tarde he recibido una llamada de mi cuñada llamándome degenerado por mi poco apego a la familia; la verdad es que viniendo de alguien que es simpatizante de opus dei me ha parecido todo un piropo. Algo bueno me tenía que pasar hoy, digo yo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Eso no se hace.


Esta tarde iba yo al notario a hacer testamento. Es algo que hace tiempo tenía pensado porque nunca se sabe. Espero que el cura que haya de darme la extremaunción no sea todavía ni monaguillo (como dice uno que yo me sé), pero como tengo que coger diariamente el coche para ir a trabajar, y ya me he dado un par de leñazos, he pensado que no es mala idea dejar atadas algunas cosas. Ya sabes, hacer beneficiarias a un par de instituciones filantrópicas y joder a mi hermano y mis sobrinos todo lo que me sea posible.
Bueno, en estas tesituras andaba yo al pasar por la plaza de la constitución de mi ciudad cuando de repente me encuentro el ayuntamiento engalanado con dos pendones enormes, tales que llegaban desde el tejado al suelo, con el yugo y las flechas de falange, flanqueando un tercero, igualmente de tamaño bestial, que contenía el águila imperial que salía en las pesetas franquistas junto con el letrerito de “una, grande, libre”. Todo vallado, lleno de insignias rancias, tablados, entarimados y policía custodiando. Uffffff, como en los nodos que conocí en mi infancia, sólo que a color.
Supongo que ya iba bastante predispuesto de antemano, y de repente se me ha pasado de todo por la cabeza durante los breves segundos que me ha durado la impresión. No niego que hasta se me ha descompuesto el cuerpo. Imagínate, la cara de estupefacción de algunos abueletes que pasaban (seguro que van a tener colitis durante unos cuantos días) y la cara de sorpresa, por desconocimiento, de los chavales que cruzaban. Una de las primeras cosas en las que, durante esos primeros segundos, he caído es que el equipo de gobierno, que es del pepé, estuvieran llevando a cabo su versión de la memoria histórica...un pelín lejos a mi gusto, eso sí. El caso es que todo estaba tranquilo a pesar de que los nostálgicos de las “familias de bien” de toda la vida estaban reunidos en nutridos grupitos, mostrando sus pletóricas caras cual sujetos pasivos de una felación.

Ya recuperado de la primera y momentánea impresión y con intención de racionalizar un poco el asunto, me he dado un breve paseito por la plaza y me he dirigido a un pringaillo con pearcing y tatuajes que andaba montando guardia con un chaleco reflectante dentro del cercado.
-Quillo…¿qué pasa aquí?
-Na…que van a rodar mañana la película esa de la Mula.
Ostras, es verdad, me dije, Qué tonto. Si yo he leído la novela y hace unos días me enteré que la estaban rodando en Lopera. El autor, Juan Eslava, tengo entendido que fue profesor del instituto en el que estudié yo bachillerato… Además, en los años cincuenta se rodó en esta misma plaza una escena de una película de Joselito, no sé de qué me extraño.
De todos modos, esto no se hace. No se puede llegar a un pueblo y montar tal tinglado en un rato sin avisar previamente. Más que nada lo digo porque de haberlo sabido no habría pasado por allí con la camisa azul marino que vestía esta tarde, mira tú que casualidad.
Detrás de mí, a mi derecha, con pantalón corto, el director Michael Radford , quien dirigió recientemente "Un plan brillante" y "El mercader de Venecia". Pasa totalmente desapercibido por desaliñado.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Efímera y eterna


Tú y yo somos algo más que un mero accidente que se disuelve en la memoria a corto plazo. Somos vidas cruzadas en un punto de un eje cartesiano. Tú y yo somos un encuentro en una función entre coordenadas, una ecuación con dos variables, dos incógnitas por despejar, una confluencia espacio-temporal. Es cierto que tú y yo no somos el texto de una historia, ni tenemos la dimensión suficiente para un solo verso, pero hemos sido una intersección efímera y eterna.

domingo, 30 de agosto de 2009

Verano raro.

Una noche, a principios de verano, la misma del día en que me dieron las vacaciones, tuve un plácido sueño. Estaba agotado de todo un duro año en el que raramente había conseguido desconectar del trajín diario y del estrés laboral que se va acumulando día tras día. Me refiero a ese estrés que se aloja invisible, pero implacable, y que va deteriorándote con una especie de tensión constante que acaba manifestándose, entre otras formas, con dolores cervicales o lumbares, con ardores estomacales repentinos y con una tristeza incómoda que aparentemente carece de causa.
La única forma que he tenido, durante los últimos meses, de sofocar un poco estos síntomas ha sido escapándome algún fin de semana que otro a un pequeño pueblecito marinero de la costa de Almería que se llama Las Negras. Esta aldea resulta ser una rareza, un remanso de tranquilidad en medio de la vorágine turística que, además, conserva todo el encanto de los pueblos intactos y que resulta ser un lugar dónde puedes encontrarte todo tipo de artistas, intelectuales, gente desnuda paseando por la playa, músicos tocando guitarras y bongós sobre la arena, o alguna bailarina danzando con un precioso vestido blanco en las callecitas con olor a marihuana e incienso de las varillas de los puestos de los hippies. Todo color, gente que va y que viene descalza y libre, en un ambiente realmente relajante. Un poco caro, eso sí.
Como digo, esa noche del día que me dieron las vacaciones, tuve un largo y reparador sueño del que desperté con una especie de optimismo y ganas de emprender el viaje que llevaba tiempo preparando. No sabía en ese momento que había despertado a un verano raro. En todas las playas a las que fui, a lo largo de kilómetros de costa, había desaparecido misteriosamente la práctica del top-les. La chica que venía conmigo llegó a sentirse observada e incómoda inmediatamente después de despojarse de la parte de arriba del biquini. Al principio pensamos que aquello era una playa familiar en la que no había esa costumbre, pero, poco a poco, a medida que pasaban los días y visitábamos otros lugares, percibimos que era igual en todos los sitios. Incluso las chicas veinteañeras tapaban bajo el sujetador sus tetas perfectas.
En la televisión del restaurante, las noticias informaban de las disposiciones del ayuntamiento de Cádiz para prohibir el desnudo en las playas de las afueras de la ciudad, y un juez fallaba a favor de la dirección de un hospital de esa ciudad, que obligaba a las enfermeras a llevar falda. Por su parte, en Valecia se dictaban órdenes que impedían, bajo multa, beberse una simple cerveza en la playa. Desesperados decidimos ir a Las Negras para escapar del enrarecido y mojigato ambiente que se estaba respirando en todos los sitios de costa. Queríamos desnudarnos y estar cómodos, y aquel pueblecito de Cabo de Gata era ideal.
Para nuestra sorpresa y estupor, al llegar tuvimos que pasar por controles de la guardia civil en los que se nos cacheó y se nos trató con inquina. El paisaje estaba totalmente alterado; las calles levantadas, habían instalado un enorme y horrible hotel de lujo en el centro del pueblo, habían aparecido, casi de la nada, innumerables urbanizaciones que se expandían descontroladamente. Ya no era una aldea marinera, ahora era un engendro turístico más, tipo Costa del Sol. Ya no había danzarinas ni hippies en las calles, ni músicos sobre la arena, ni olor a sándalo. La policía los había ido echando cerrándoles los locales, cacheándolos, multándolos e incluso propinando palizas.
Ahora todo estaba plagado de mariquitas de playa vestidos con Lacostes y niñas con mechas y modelitos caros paseándose en descapotables por el pijo y flamante paseo marítimo. En los foros, algunos ciudadanos de la localidad alaban al alcalde, que dispone de su propio blog, por limpiar de indeseables el pueblo…y todo en un verano que ya ha terminado.
Los niños empiezan a llenar las calles para ir al colegio pero la pesadilla aún continúa. No se trata de alumnos de colegios religosos, no. Se trata de alumnos de colegios públicos y acuden en uniforme a las aulas. Un monocromático y deprimente uniforme de falditas grises para ellas y un pantalón igualmente gris para ellos. En la televisión el gobierno anuncia que se va a destinar un presupuesto para pagar los uniformes.

sábado, 8 de agosto de 2009

Qué cosas más raras me pasan a veces.

Verás, hace algún tiempo, aprovechando la comodidad que ofrecían de mandarlo por internet, decidí presentar uno de mis relatos a un certamen literario. Me animó el hecho de que simplemente se trataba de copiar y pegar un par de cosas y de cliclear un par de veces aquí y allá. Si hubiera tenido que imprimir, usar sobres y sellos o tener que bajar al buzón a echar las fotocopias por triplicado, ni me habría molestado.
Bueno, el caso es que yo tenía olvidado el asunto hasta que hace unas semanas me llamaron, del área de cultura del ayuntamiento del pueblo al que presenté el susodicho relato, pidiendo mi autorización para rodar un cortometraje basado en el mismo. Qué cosas más raras me pasan a veces, oye. Como autor, enseguida me picó la curiosidad por ver como sería presenciar en la gran pantalla a los personajes, que en su momento creé, viviendo las escenas de la historia que escribí para ellos y por supuesto accedí a la realización del proyecto.

Ayer, viernes día 7 de agosto, invitado por los responsables del certamen, me desplacé hasta Siles para acudir a la proyección del corto, enmarcado dentro de su V certamen de cortometrajes, en calidad de muestra a cargo de la organización. Ni que decir tiene lo halagado que me siento con el excelente trato que recibí y la noche tan fresquita y maravillosa que viví. Y por supuesto lo satisfecho que me siento con el estupendo trabajo que han hecho en el montaje y la calidad y fuerza de la voz en off.

La misma organización me pidió que dijera unas palabras (cuelgo foto del momento) y que formara parte del jurado en la sección de cortos segureños; función que desempeñé con todo rigor, siguiendo estrictos criterios en cuanto a producción, interpretación y demás aspectos evaluables…

















Aquí os dejo algunas fotos junto al reparto de actores del corto, los miembros del jurado y algunos responsables del evento.








A continuación os dejo también el mismísimo cortometraje, que como veréis han rodado fiel al texto original, el cual podéis encontrar en una entrada de abril de 2008, con el título “Lo que hace el aburrimiento”. Saludos a todos.


domingo, 2 de agosto de 2009

Don de lenguas

Puñetero idioma éste, el castellano, te entienden perfectamente en sudamérica, a más de catorce mil kilómetros, y sin embargo un poco más allá de Almansa o de Ayamonte ya tienes que pedir que te traduzcan.
A mí nunca se me dieron bien los idiomas, me aburrían tremendamente las interminables clases y después no entendía nada cuando oía hablar en situaciones reales. Pero es que los y las listillas de la clase, con todos sus sobresalientes, tampoco entendían ni papa cuando intentaban ligar con guiris en el viaje fin de curso.
Siempre me he preguntado qué característica inasequible para mí y especial tiene la gente que aprende a hablar en otras lenguas.
Basta con acercarte a cualquier negrito que venda Lacostes falsos en la playa para poder tener una conversación fluida con él, en castellano, apenas unas semanas después de bajarse de la patera. Sólo tienes que ir a cualquier puticlub y hablar con cualquier rumana que lleve en España un par de meses. Éstas, normalmente, han tenido como formación previa los culebrones venezolanos que se han tragado, en la televisión vía satélite de su país, para ir familiarizándose con la lengua antes de venir. O simplemente acércate hasta cualquier bazar de todo a un euro, y pídele al moro cualquiera de los miles artículos que tiene en las estanterías y te darás cuenta de que cualquiera de ellos domina tu idioma, en poco tiempo, mejor de lo que tú lo harías en años con el suyo después de estudios, viajes turísticos, intercambios o masteres postgraduados.
Yo he visto a marroquíes, vendiendo refrescos en una rulote, atendiendo a la clientela en diversos idiomas, e incluso a otro que me ubicaba geográficamente a partir de mi acento. ¿Será que provenir del tercer mundo dota a uno de don de lenguas?

martes, 28 de julio de 2009

La leyenda de la chica de la carretera. (Verídico)

Seguro que has oído hablar o has leído algo sobre el clásico ese de la chica de la curva que una vez que te ha indicado dónde se mató desaparece inmediatamente del interior del coche, con el consiguiente susto y tal. Bueno, yo no sé si es verdad o no, pero lo que voy a contar a continuación sí que es cierto y me ha pasado a mí, hace unos días, mientras atravesaba Cataluña.
Ciertamente presenta algunas similitudes con el caso de la chica de la curva, pero en este caso yo la ví en una isleta de esas que hay en la carretera, justo antes de una bifurcación.
Ahí estaba, a plena luz del día, sentada bajo una sombrilla, con minifalda y piernas abiertas. Como ya habrás imaginado, lo primero que me pregunté fue ¿y esta qué hace aquí? Con el calor que hacía a esas horas…y te puedo asegurar que me fijé bien y no estaba vendiendo melones ni nada de eso…lo raro es que sólo la vi yo.
Nada de andares etéreos o vestimentas blancas y vaporosas; era rubia y pechugona y no daba nada de susto…bueno, sí que me asusté cuando volví a verla unos ciento cincuenta kilómetros más arriba, ya cerca de Barcelona, era la misma, lo sé, y no sé como pudo llegar hasta allí. Estaba en otra isleta de esas, con la misma sombrilla y la misma abertura lasciva de piernas, y también en esta ocasión sólo la vi yo. Lo cual es del todo desconcertante.
Volví a verla una vez más, ya casi en Figueras y esta vez me miró y guiñó un ojo, pero no dije nada y dejé que el escalofrío me recorriera, electrizándome la espalda. Si alguien la ve que le diga que le he escrito un blues y en cualquier caso que deje razón aquí. Es importante para mí, yo sé que era real. ¿La has visto tú también?

domingo, 26 de julio de 2009

Mi francés

Ha resultado que, pasados bastantes años, después de las largas y aburridas clases de idioma en el instituto y de una novieta belga con la que practicaba cuando venía en verano, (tú la conocías, Antonio, se llamaba Maríe, era la morena aquella de la heladería del mercado) mi francés está bastante mutilado y oxidado y no me da para mucho más que para chapurreos con los que entenderme a la hora de preguntar dónde está tal o cuál cosa o por dónde se va a algún sitio.
Esto lo he podido descubrir en mi reciente viaje al sur de Francia, que por cierto se parece bastante a España salvo en que es ostensiblemente más cara. Nada que ver con las raciones de mejillones al vapor o de rejos que les enfants de la patrie se comen en el pulguilla por siete euros, mientras allí por ese dinero sólo te dan un par de cafés olé (au lait) e voilá.
Viéndolos cenar en un camping, unos menús que a ti te arruinarían el viaje en dos días, uno se siente raro y de inmediato comprendes que, a nuestro pesar, los españoles somos europeos de segunda y que por eso aquí te los encuentras hasta en la sopa, mientras que allí es difícil coincidir con un español aunque se trate de ciudades muy turísticas; eso me llamó bastante la atención. Sirva como referente el hecho de que su salario mínimo interprofesional asciende a más del doble que el nuestro.
De cuando estuve en Portugal he deducido que en estas zonas fronterizas existe una forma bastante extendida de bilingüismo, al menos en comercios y hostelería y, efectivamente, así es también en el sur de Francia, pero no con el castellano sino con el catalán.
Una especie de gesto entre avinagrado y resignado te ponen cuando se dan cuenta que sólo hablas español e inmediatamente se ponen nerviosos.
Aquí, por esta zona del Rosellón francés, existe con los catalanes un fenómeno parecido al de los ingleses en la costa del sol y, aunque son menos, campan a sus anchas y ponen negocios plagados de banderas catalanas, que por cierto son idénticas a las de esta región gabacha.
A los franceses de esta zona les basta un simple cruce de miradas para dedicarte un simpático bonjour, sea la hora que sea, pero otra cosa es cuando necesitas descansar, comer o unos simples servicios después de conducir o visitar ciudades durante horas. En ese momento tu única baza es acercarte hasta dónde veas una banderita catalana y apelar a su trilingüismo que incluye el castellano. Normalmente te solucionan la papeleta y tú te sientes más seguro y contento. Ya ves, ¿quién me iba a decir a mí que me iba a alegrar tanto hablar con un catalán por motivos idiomáticos?









martes, 14 de julio de 2009

A mí no me tocan la polla

A mí no hay quien me toque el pito; y no es una bravata de machito cabreado, que es un trauma, y en cualquier caso una expresión en sentido literal. Pronto decidí que siempre iba a ser así y desde entonces nadie, sin excepción, ha puesto sus manos en mis genitales. Las últimas ocasiones fueron las cuidadosas manos de mi madre y mi tía tirándome hacia abajo de la piel del pene para conseguir que el prepucio desenfundara totalmente, y lo hacían a diario, suave pero persistentemente. Por su parte, papá insistía en que yo también me tirara cuando fuera a hacer pis. Aquella manía me tenía, ya a mis tres añitos, bastante harto de que me tocaran los cojones, y me rebelaba pidiendo que me dejaran vivir y mear en paz.
Un buen día, poco después de mi cumpleaños, me llevaron a ver al médico o mejor, a que el médico viera la evolución de mi descapullamiento.
-Esto va muy bien Alvarito, me dijo, ya casi está terminado, no falta casi nada. Apenas terminada esta frase, aquel doctor, ajeno a las consecuencias, me intervino quirúrgicamente con el último y definitivo tirón que dejó expuesto de por vida mi maravilloso glande. Un dolor repentino e intenso me sobrevino con aquel enérgico gesto, de tal manera que hasta no hace mucho tiempo mi madre relataba lo sucedido aquel fatídico día. Durante unos minutos, toda mi actividad mental infantil se detuvo de súbito, y la palidez se adueñó de mí junto con un estado de mutismo absoluto. Creo que me sentí desorientado por primera vez en mi vida ante lo dolorosa que podía llegar a ser. Posiblemente los términos hijoputa o cabronazo todavía no estaban incluidos en mi, por entonces, limitado vocabulario; de ser así lo recordaría. Tal vez todo se quedó en un “tonto ya no me junto, ya no eres mi migo”…
Poco después descubrí que mi flamante capullo y su color raro abría ante mí todo un mundo de posibilidades entre las que de ningún modo se incluía que alguien me la tocara. Ni hablar de barcos. Desde aquel día, poco después de recuperar la conciencia, pataleé y chillé cada vez que veía una mano acercarse hasta esas partes por una u otra razón.
Hoy, mi vida sexual es prolífica y satisfactoria a pesar de haber tenido que cambiar varias veces de novia por esta razón. No todas entienden mi fobia a la manipulación ajena.


sábado, 4 de julio de 2009

Lenguaje sexista

Se habla desde hace tiempo del aspecto sexista del lenguaje y se ha hecho lo posible para subsanar esta realidad, reconozco que bastante evidente en muchos casos. Ya es un hecho institucionalizado el recurrir, sobre todo en lenguaje administrativo, a añadir la barra y la a después de sustantivos y adjetivos o se ha recurrido a términos colectivos neutros tipo alumnado o profesorado.
Por otra parte, existen también una serie de expresiones clásicas que identifican lo masculino con algo bueno y señalan lo femenino como algo peyorativo, como demuestran las tan usadas “cojonudo”, "chominá" o “coñazo”.
De esos pequeños logros y de concienciarnos de esas deficiencias son responsables las mujeres que iniciaron un encomiable camino hacia la igualdad que aún continúa y que ha mejorado de forma palpable su rol en la sociedad, pero sólo se ha hecho la mitad del trabajo en cuanto a la erradicación del lenguaje sexista o, mejor dicho, sólo se ha trabajado en una sola dirección.
Desde hace años venimos oyendo como ellas usan coloquialmente y con toda naturalidad, frases y expresiones que incluso circulan por internet, sin que nadie se alarme ni diga nada. Son expresiones que, utilizadas por el género masculino en referencia a las féminas, serían tachadas inmediatamente de discriminatorias y machistas. No hace falta pensar mucho para identificarlas rápidamente, me refiero a lindezas tales como: “sólo tienen una sola neurona y está ocupada pensando en follar, sólo les interesan los coños, pensáis con la cabeza de abajo, detrás de todo buen hombre hay una mujer sorprendida” e incluso refranes dados por sabios como ese que asegura que una vez metido se acabó lo prometido, etc, etc, etc. Todo un repertorio para hacer justo lo mismo de lo que llevan tanto tiempo quejándose: denostarnos. Es evidente que existen hombres más o menos primitivos, pero no son todos, ni mucho menos, y yo digo que lo que en un momento dado pudieron resultar chistecitos hembristas ingeniosos, hoy en día, que un hombre puede pasar rápidamente a las dependencias policiales por una denuncia de acoso, demostrable o no, con todo el deterioro social y laboral que eso supone, no me parecen nada graciosas tales ocurrencias. Esto ya no es una cuestión de chascarrillos de sarao de sobremesa, son claras manifestaciones androfóbicas. Ahora no estaría mal empezar a exigir un poco de sensibilidad hacia algo tan serio; tan serio que incluso ha llevaddo al suicidio recientemente a un profesor.

viernes, 26 de junio de 2009

La felicidad

En una cancioncita de los años ochenta Roque Narvaja se atrevía, ni más ni menos, que a definir la felicidad; como un espejismo que desaparece cuando intentas alcanzarlo, y decía algunas cosas más, tan sencillas y contundentes que parecían fruslerías. Pero no; ningún filósofo o antropólogo ha definido jamás tan certeramente algo tan necesario para vivir como lo hizo el texto de este tema.
Dicen que los momentos felices se los procura uno mismo, que son escasos e infrecuentes, que son sensaciones, rarezas, nubes etéreas. Identifican la felicidad con una sucesión de momentos significativos y llenos, pero no es así. La felicidad es algo más sencillo, un estado imperceptible; no por intangible sino por desapercibido. Puede suceder que nunca seamos conscientes de que somos infelices y eso puede ser una pista importante, o puede acontecer que un día gris y solitario, en el sofá, frete al televisor, nos demos cuenta de que nuestra vida está impregnada de una dulzura anatómica y aséptica, que es un vacío que hemos llenado con un viaje hasta nosotros mismos a lo largo del tiempo, lejos de sonreir sin ser feliz.
Los momentos felices son alharacas y la felicidad real es un devenir diario de días inocuos e indoloros, un fluir vital y continuo carente de altibajos devastadores, una ausencia de borrones que ensombrezcan sin remedio, el mejor y más largo de nuestros veranos instalado en el alma.


lunes, 15 de junio de 2009

No lo puedo evitar.

Por mi profesión y por alguna que otra cosa más, a lo largo de mi vida, he tenido que toparme con todo tipo de tipos listos; aunque la mayoría de las veces haya sido sólo por escrito. Desde Rubio y sus cuadernillos hasta Vigotsky y Shopenhauer, pasando por Hume, Sabina, Kant y Freud, uno ha tenido la clara sensación de haber estado perdiendo el tiempo estúpidamente.
No obstante, entre todos ellos, había uno que en su momento me dejó bastante pillado; con una sensación semejante a la de encontrarte a Raffaella Carrá en un geriátrico. Me refiero a Piaget. Este tío sí que postuló algo realmente interesante; no sé si fue churro o genialidad, pero por primera vez un psicólogo, un pedagogo, un antropólogo o cualquier cosa que termine con el sufijo “ogo” dijo algo digno de no quedarse relegado a los libros de texto.
Este genial suizo argumentó que la inteligencia es una actitud ante la vida, ni más ni menos; sin tests cuantitativos ni posturones en público. Desde aquel momento, me sobrecogió la claridad meridiana y la contundencia de sus planteamientos; tanto que hasta hoy, a lo largo de toda mi vida, ha sido uno de los principios que ha regido mi pensamiento, palabra y obra, llevándome a la conclusión de que, a juzgar por como me luce el pelo, yo pertenezco a alguna categoría de tonto.
Hay Tontos ortodoxos, tontos peligrosos, tontos de género tonto, tontos desubicados en el tiempo, tontos de solemnidad, tontos que no se enteran, tontos que se creen listos y un largo etcétera de tontos. Yo, no obstante, siento afinidad por el tonto que dice lo que piensa sin pensar lo que dice; el que más hostias se lleva, el que vive solo y arruinado por no tragar con cuernos, el que muerde la mano que lo alimenta porque es la mano de un hijo de puta, el que en navidad cena solo porque no soporta a Caín. No lo puedo evitar.

sábado, 6 de junio de 2009

El efecto del tamaño

No hizo falta que pasara mucho tiempo para que nadie dudara de que el euro ha sido una de las ruinas más grandes para la economía de los españoles en general. Todos vimos, inexplicablemente inmóviles, cómo el redondeo, entre otras cosas, nos empobrecía de golpe un sesenta y seis por ciento a todos, ni más ni menos.
Mi primera experiencia en ese sentido, pocos días después de su implantación total, fue despegarle una etiqueta a una chocolatina que costaba un euro y descubrir que había sido colocada sobre otra que, días antes, marcaba noventa pesetas. Ni siquiera se habían molestado en despegar la antigua. Así, descaradamente y a lo bestia, todo ocurrió en nuestras propias narices.
Yo tengo una teoría para explicar cómo pudo ocurrir. Se trata de la fuerza del efecto psicológico del tamaño. Una cuestión que los antiguos militares ya conocían y usaban con sorprendentes resultados. ¿Para que crees que servía el escobón que se ponían los romanos en la cabeza? ¿Y los enormes penachos de los regimientos de Dragones napoleónicos o el enorme gorro negro, cual cabeza de Bad Simpson, de la guardia inglesa? Evidentemente no son gorros vileda ni servían para amortiguar los espadazos que venían de arriba.
Cualquiera que haya estado al lado de una persona ataviada de esa guisa comprende rápidamente que su función es apabullar con el efecto psicológico del tamaño. Un acorazado francés de estatura media, subido a un caballo y con casi medio metro de prolongación sobre el casco, automáticamente se convierte en una aterradora mole hostil e intimidatoria de más de tres metros de altura que infunde pavor con su sola presencia. Bueno…a lo que iba de la ruina esta…
La culpa la tiene el extraordinario parecido, en tamaño y color, de la antigua moneda de veinte duros y el actual euro. Si se hubiera dotado de ese formato a la de cincuenta céntimos, y el euro sólo se hubiera impreso en papel moneda, posiblemente los valores de ambas monedas se habrían asociado y no habría sido tan fácil el abusivo redondeo, ¿no crees? En todo caso es sólo una teoría imposible ya de demostrar, y por tanto discutible. Lo único que podemos hacer, por contrarrestar un poquito, es exigir el par de céntimos que nos remolonean casi siempre en las vueltas cuando te dicen “te debo un céntimo que no tengo suelto” –Pues dámelo que es mío (y no es moco de pavo si sumas todos los que te van adeudando). Y ahora que lo pienso…alguien se tiene que estar enriqueciendo bastante con el pastón irracional que cuesta todo, desde un tomate hasta un utilitario y algún día le va a costar caro…o ¿seguiremos pagando siempre los mismos quedándonos sin pensiones o barbaridades semejantes?

martes, 2 de junio de 2009

Sobredimensionados

Mirando fotos, películas o grabaciones en general de los setenta, uno nota rápidamente que hay algo que aparece sobredimensionado. Es cierto que las hostias en las películas de Bud Spencer y Terence Hill estaban exageradas, pero por lo demás, las cosas eran realmente así. Hablo de los picos de los cuellos, del pelo rizado de los negros, de las patillas y de los bajos acampanados de los pantalones.
Llegaron los ochenta y también la década tuvo su parte de objetos sobredimensionados; acuérdate de los equipos estéreos, que cuanto más grandes eran y más lucecitas llevaban incorporadas mejores nos parecían. La estupidez también estaba sobredimensionada en los ochenta; eran tiempos de “todo vale” y de “aquí no pasa nada” pasara lo que pasara. No obstante, hay que decir que esta magnificación del tamaño de la estupidez no es únicamente característica de esta década; últimamente ha reaparecido con fuerza, igual que los pantalones de pata de elefante a principios de los noventa.
Y llegaron justamente eso, los años noventa y por supuesto también tuvieron su dosis de objetos sobredimensionados; en este caso se trataba de las tetas y de las punteras de los zapatos. La manía por los pechos enormes, que ya tenía su antecedente en la cancioncita aquella de Boys boys boys, ha dado lugar a toda una cultura obsesiva por deslumbrar con volúmenes imposibles y ha acabado por hacernos creer a todos que a los tíos, realmente, nos gustan las aberraciones que han terminado por implantarse algunas.
Esta moda está durando hasta bien entrada la primera década del siglo veintiuno, la cual, como era de esperar, también dispone de sus propios objetos sobredimensionados. A ver, piensa un poco ¿cuáles crees que son? …pues los relojes. Ya ves tú ¿quién lo iba a decir en una época en la que hasta los condones llevan incorporado un reloj digital?
Tenemos reloj en el móvil, en el ordenador, en la tele, en los bolígrafos, los llaveros, las calculadoras, los emepetrés, los emepecuatro, las carpetas, y en cualquier chominá que menos te esperes, y ya ves tú…precisamente ahora se ponen de moda relojes de tamaños sobrecogedores. Yo mismo llevo un patatón en la muñeca que miro, un poco estupefacto, pensando cómo puede gustarme semejante engendro. Como siempre no puedo resistirme a pensar en el futuro y en este caso a imaginar qué objetos nos sobredimensionará la próxima y cercana década.

viernes, 29 de mayo de 2009

Nada escapa a la historia.

Hay una frase que afirma que “nada escapa a la historia”. Sin duda una aseveración pretenciosa a mi entender. Es verdad que sabemos quienes eran los amantes de las reinas y conocemos con precisión los movimientos de las tropas en las batallas más célebres, pero existen misterios insondables que escapan a todo estudio. No me refiero al misterio de la construcción de las pirámides o al abandono del Machu Pichu repentinamente…no; eso puede explicarse con teorías, aunque sean más o menos descabelladas. No faltan las que hablan de extraterrestres o levitaciones de grandes bloques, pero yo me refiero a misterios más cotidianos y no por eso menos importantes.
Vamos a ver.,.todos hemos visto las herramientas del paleolítico en los libros de textos o en museos, ya sabes… todo tosquedad en piedra y hueso…que si cuchillos de oxidiana, que si hachas talladas a golpes, que si agujas de hueso, que si rasgadores y buriles, que si peines de marfil, pero… ¿Cómo se cortaban las uñas de los pies? Las de las manos es fácil de imaginar si pensamos en el cortaúñas natural que suponen los dientes, pero si damos por hecho que no existía nada parecido a unas tijeras hace cincuenta mil años...¿Cómo leche lo hacían? Eso sí que es un misterio. A pesar de que supondría un ejercicio de contorsionismo, que hasta cierto punto podría adquirirse con entrenamiento, no logro imaginar a un neardental en esa postura y, mucho menos, cortándole las uñas de los pies a otro individuo con los dientes …que va tío…no puede ser.
Y no se queda ahí la cosa, si te paras a pensar un poquito te das cuenta de que estamos rodeados de asuntos difíciles de explicar y tremendamente desconcertantes, sino dime tú cómo descubrieron las bondades de la leche de vaca, ¿le daría a algún individuo por ir chupándole las tetas a todo tipo de bichos hasta que dio con la más nutritiva? Alguien tuvo que hacer eso el primero.
¿Y lo de la maleta con ruedas? Si ambos inventos (maleta y rueda) existían por separado desde hace miles de años, ¿por qué hasta hace poco no han confluido? ..

sábado, 23 de mayo de 2009

Mi célula idealista

Depende de cada persona, pero en general, con el tiempo, uno va curtiéndose con cierto cinismo crónico y descreído a base de vivir para ver. Sin embargo, a estas alturas, aún me sorprendo a mi mismo emocionándome ante algunas cosas; pocas, porque realmente hay pocas cosas que consigan emocionarme en estos tiempos que corren. Pero sí... a veces se me saltan las lágrimas, como a un estúpido, porque algo acaricia la minúscula molécula de esperanza que permanece escondida en alguna recóndita célula dentro de mí; justamente la que aún cree en el ser humano.
No me quiero marcar un rollo lastimero-filosófico, que va. Hablo de utopías que han sido posibles. Sus artífices son unos privilegiados que tienen motivos para creer en la utopía (ni más ni menos) y claro, el idealista que fui, ante eso, se emociona con contención vergonzosa.
En el interior de este país hay una isla, está por la zona de Sevilla y no está rodeada de agua, sino de estupidez. Es un pueblo con tres mil habitantes que se llama Marinaleda. Casi una fábula si quieres, pero palpable y real. Un lugar donde se materializan lo que a los demás nos parecen frases de pasquín, como que la vivienda no es negocio sino un derecho, el pleno empleo y que los políticos no cobren siete veces más que las personas a quienes representan. Un lugar en el que no existen las hipotecas, porque no se especula ferozmente con el terreno, sino que se municipaliza y se dan préstamos que se van abonando a razón de 15 euros al mes. Sí, y se puede hacer porque un ladrillo y una teja cuestan alrededor de treinta céntimos y tantas tejas y ladrillos no tiene una casa como para que tengas que estar toda la vida con el agua al cuello.
Marinaleda es una isla vetada a los buitres, un lugar que ha demostrado que no hay que tragar por cojones y que otros modelos son posibles, y por favor que no me vengan a hablar los analistas políticos de las circunstancias especiales que han hecho posible aquello. No me cuenten ustedes lo de la dimensión del proyecto. No señor, no hay más parámetro que el sentido común y la honestidad y ha sido el modesto poder de un simple alcalde y sus ciudadanos lo que ha hecho real la supuesta utopía, y sepan ustedes que Juanma Sánchez, alcalde de esta localidad, es reclamado a lo largo de toda la geografía peninsular para dar conferencias sobre el modelo de gestión política y económica de su corporación.
En su momento, estudié que la definición de política es el arte de hacer feliz a la gente y, ciertamente, en algunas ocasiones casi se llega a conseguir. Ya he comentado en algún lugar que, después de años estudiando historia, uno ve claro que el concepto de derecha o izquierda es pura manipulación y que por tanto no me posiciono bajo ningún signo. Me da exactamente igual cómo se autodenominen los que sean capaces de cumplir con esa definición que he apuntado, porque yo estaré con ellos, o al menos el idealista que hay en mí; ese que algún día, con un nudo en la garganta, irá a poner flores a la tumba de Salgueiro Maia o hará una pintada en las calles de Marinaleda diciendo “olé vuestros huevos”

jueves, 21 de mayo de 2009

El amor puro de Puri

Como he ganado unos kilitos y perdido forma últimamente, he decidido ir a un gimnasio para ver qué se puede hacer con este declive mío. Ha terminado de animarme un conocido que trabaja en la administración de uno de los muchos que hay en la ciudad. Hace un par de semanas me presenté allí y fue esta persona quien me abrió la ficha y me explicó un poco como funciona el tema mientras me enseñaba las instalaciones.
Aquella misma tarde empecé, haciendo un poco de ejercicios aeróbicos y de aparatos, todo suave, en plan iniciación, asesorado por mi amigo, que me iba explicando cosillas desde su puesto, detrás del mostrador, mientras atendía el teléfono y las taquillas.
En un momento dado me mira y me dice: -“oye Juanma ¿cómo puedo entrar al blog ese que me ha dicho Maroto que tienes?” Me acerqué hasta el ordenador y le abrí el sitio para volver enseguida a la cinta andadora.
Después de un rato apareció una tía buena que resultó ser la compañera que venía a sustituir al muchacho este, cuyo turno acababa justo en ese momento. Allí me quedé, después de despedirse, completando la serie de ejercicios que el monitor me había puesto para aquella sesión, y sin poder evitar que la vista se me fuera detrás de aquella escultural chica que iba y venía de acá para allá.
En un momento dado, la beldad se sentó ante la pantalla del pecé y se concentró en algo que leía o veía y que la tenía totalmente absorta. Al cambiarme de aparato tuve que pasar por detrás de ella y comprobé, con asombro, que leía en mi blog; seguramente lo había dejado abierto su compañero distraídamente y, tras echarle un vistazo, algún texto había conseguido suscitar su interés.
Pasados dos días volví. Era la hora del turno de la chica y allí estaba, enganchada con mi blog, riendo y devorando ávidamente un texto tras otro; según pude comprobar al entrar, cuando miré la pantalla y vi las letras blancas sobre este inconfundible fondo azul salpicado de circulitos de colores.
Me cambié y me puse a pedalear en una de las bicicletas estáticas que hay frente al mostrador, con lo que pude observar en todo momento su cara que, imbuida en la lectura, reía y gesticulaba. Casi podría asegurar que, en algún momento, sus ojos se humedecieron con la emoción. Era la primera vez que veía como reaccionaba alguien leyendo mis escritos. Ver esas sensaciones reflejadas en su cara era toda una experiencia increíble.
Durante todo ese rato se acercó todo tipo de gente hasta ella, interrumpiéndola, pero los miraba por un segundo para darles algo o indicarles alguna cosa y seguía inmediatamente con la lectura. Estaba tan absorta que ni siquiera la colección de niñatos musculosos, con su reclamo de atención, eran capaces de sustraerla del interior de mi mundo literario.
En esos momentos caí en la cuenta de que aquella belleza era mía de alguna manera, por encima de bíceps tres veces más voluminosos que el mío o pectorales esculpidos como coraza de romano. Y supe que el interés de Puri por mí era puro, y que es verdad eso que dicen algunas veces las mujeres de que no les importa el físico sino el interior (ya ves tú)…de todos modos, por si acaso, no me acerqué a decirle nada. ¿Para qué?
Fueron más los días que pude disfrutar contemplándola desde el banco de abdominales, feliz de poseer su mente y su corazón. En un momento dado la vi escribir un comentario y no pude resistirme a acercarme para verlo. A pesar de que procuré hacerlo con disimulo, se dio cuenta y después de mirarme con desprecio la barriga ( ni siquiera se dignó a hacerlo a la cara) me dijo: ¿necesitas algo? Yo me hice el tonto y fingí que pasaba por allí y que no la había escuchado. Me duché y corrí rápido a casa para revisar el blog. Allí estaban sus palabras, asegurando que me amaba y prometiéndome tórridas noches de pasión. Aún queda la huella de sus comentarios en el texto “cuestión de estilo” donde veréis que, por pudor, suprimí el contenido de los mismos. Entró como Candela y ciertamente encendió mi libido.
Hoy, después de debatirme en una guerra interior sobre si acercarme y reclamar o no lo que me prometía en los comentarios, se me ha hecho insoportable seguir en el gimnasio y he decidido escribir este texto para ella. Imagino su cara leyéndolo. Ya nunca serás mía Puri (así oí que la llamaban). Ya sabes a lo que me refiero.



jueves, 14 de mayo de 2009

Tres minutos de gloria

Estaba ocupado escribiendo una artículo sobre la androfobia hasta que, hace unos días, recibí un correo de cierta persona y decidí hacer esta entrada.

¿Sabéis quién es Pedro Ruy-Blas? Para quienes no lo conozcáis o simplemente no lo recordéis os apuntaré algunos datos:
Fue Judas en el musical “Jesucristo Superestar”. Su canción “A los que hirió el amor” fue número uno a mediados de los setenta. Participó en los musicales “Cats” y “Los miserables”, colaboró durante un tiempo con Paco de Lucía y, desde hace años, es una de las voces más prestigiosas del jazz, dentro y fuera de nuestro país, además de un ser tan sencillo como grande.
En su momento, hace ya algún tiempo, merced a algunos giros extraños de la vida, mantuve una curiosa amistad con él. Sin duda uno de los regalos más hermosos que me ha hecho la vida, como demuestra la fluida correspondencia epistolar que conservo en mi disco duro y que releo a veces obnubilado y feliz.
Dicen que todo el mundo tiene su minuto de gloria y yo he tenido tres y medio; justo lo que dura “algo real”. Este es uno de mis pequeños sueños cumplidos. Pedro, además de su amistad, me dejó la grabación de la interpretación de una de mis composiciones. Aquí os la muestro, presentada con un pequeño montaje que un compañero me ha hecho con unas cuantas fotos. Por cierto que en las fotos podéis verme junto a Pedro, en Madrid, en una ocasión en la que compartimos escenario para homenajear a Hilario Camacho.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Círculos

Con el tiempo y viviendo he llegado a la conclusión de que siempre, sin excepción, los círculos deben cerrarse. Por inercia, por estética, por orden natural y siempre por una cuestión de equilibrio. Un círculo inconcluso conlleva un inquietante componente que lo obliga ineludiblemente a prolongarse hasta completar su dimensión formal. Aquello para lo que fue concebido, aunque no se sepa exactamente qué es.
Antes o después, aquí o allá, en geometría, en psicología, en geografía, en el plano personal, en el relacional e incluso en el plano afín, casi todo responde a esta necesidad.
Siempre, el final de todo camino es un estado de cansancio, satisfacción, plenitud o incluso decepción en el que, por un momento, uno se encuentra consigo mismo y tiene la sensación clara de que se cierra un círculo.
Conozco gente que inició andaduras por caminos hace mucho tiempo; andaduras que nunca llegaron a terminar por diversos motivos y viven con esa circunstancia. A menudo se metaboliza en forma de frustración más o menos evidente, más o menos soportable, pero siempre incómoda, siempre increpante, como un insulto a la cara.
El odio es un círculo inconcluso, qué duda cabe; la ira lo demuestra. La violencia abre y cierra círculos a todas horas, todos los días y en todos los niveles. Los sueños y los anhelos son, sin duda, el círculo abierto más necesario y más común y las fobias, a veces, suelen ser una interrupción abrupta mientras se completaba armónicamente.
Hay círculos grandes que ocupan años y vidas: los proyectos, las relaciones, las hipotecas, las letras mensuales, la venganza, los países, el resentimiento, la insatisfacción, la muerte y la misma vida. Pero también hay círculos pequeños y diarios que se cierran y se abren casi sin darnos cuenta; nos estresan y nos motivan, nos enferman, nos sanan, nos equilibran, nos compensan, nos regulan; una bofetada, un beso, un polvo redentor en los lavabos, un insulto, el llanto repentino, el deseo, el hastío, el no sé qué me pasa, la incertidumbre, una jaqueca, el analgésico, una ilusión tonta que enseguida se evapora, la presión, el suspiro, hoy llego tarde, tengo una excusa….
Hay quien dice que un final feliz es una historia inacabada, yo digo que es un círculo en alguna de sus fases; un humo fugaz que nos ata y nos quema.

martes, 28 de abril de 2009

Gritaría

A veces gritaría. Gritaría con un grito ahogado para no provocar que un aleteo desate un temporal. Gritaría con un golpe en tierra, con un simple susurro en el vacío, con un trazo en el espacio inmediato. Gritaría para que no me oyeras, gritaría desde afuera para acallar fragores de adentro. Gritaría con un grito inaudible y amplificado, gritaría contra el estruendo, gritaría contra la sordidez del grito, gritaría y gritaría para no tener que vociferar silencios.

miércoles, 22 de abril de 2009

Niño...¿te lo has pasado bien en el colegio?

Resulta que los organismos competentes internacionales han aplicado unas pruebas en toda la población escolar de la Unión Europea. Resulta que, según los resultados arrojados en las mismas, los niños españoles están en la cola junto con los de Francia (cuyo sistema educativo llevamos años copiando).
Resulta que en muchos países europeos los niños de primaria hablan, con cierta fluidez, tres idiomas; el suyo propio y, normalmente, el inglés y el francés, como es el caso de Finlandia, cuyo sistema educativo está considerado el más eficaz. En cambio, en nuestro complaciente sistema español los libros de texto siguen trabajando con fábulas sobre la ranita y el camello que le preguntan al cocodrilo dónde está el charquito de agua. Lo más curioso es que, después de leerlo, el niño ni se ha enterado de quién preguntó a quién o de si era un charco o un lago. Y no por tontos, sino porque, con su fomentado protagonismo necesitado de motivación, están jugando todo el rato e interrumpiendo continuamente al maestro, al cual no dejan trabajar y pierde más tiempo llamando al orden que realizando las actividades. Eso sí…cuando el niño regresa a casa la mamá le pregunta la burrada esa de: ¿te lo has pasado bien en la escuela Jonathan? Con lo cual el niño comprende que, sobre todo, su cometido es pasárselo bien.

El mundo entero está experimentando un cambio brutal a cuenta de la globalización. El mundo que conocimos, hasta hace relativamente poco, ahora es un mundo competitivo y desconcertante en el que todo, incluidos los valores más tradicionales, ha cambiado sustancialmente. Muchos países lo saben y preparan a sus jóvenes concienzudamente para asumirlo, mientras que nuestras universidades son famosas en el mundo entero por los macrobotellones en los que se reparten condones gratis (lo cual me parece muy bien desde el punto de vista de la protección, pero no es el caso ahora).
Según las pruebas que mencioné al principio nuestros niños son unos incompetentes, y es por eso que los encargados de establecer el sistema educativo empiezan a mirar hacia las heladas regiones del viejo continente y a diseñar competencias que deben adquirirse, primando incluso por encima de los contenidos. Pero ¿quién les enseña a los padres a valorar y a hacer valorar a sus hijos la figura del maestro? ¿Quién les enseña que la pregunta al volver el niño a casa es: has trabajado o has jugado e interrumpido al maestro?
España ya no es sólo de los españoles, es de los europeos que quieran venir a vivir aquí; de momento sólo han aparecido los rumanos en forma de indigentes y prostitutas, pero pronto empezarán a venir los universitarios y los creciditos niños del norte que hablan fluidamente un montón de idiomas. Todos ellos procedentes de países en los que la figura del docente goza de salud y prestigio social. Y ahora …adivina adivinanza: ¿quiénes ocuparán los altos cargos de responsabilidad en la sociedad?, ¿a quiénes les darán los puestos de trabajo, las empresas en el futuro próximo, si es que el mundo no revienta con la crisis?
A mí tampoco me gusta el mundo al que hemos ido parar con nuestros democráticos votos, pero como los modelos alternativos no prosperan y la Logse ya pasó...est0 es lo que hay, y de momento no está la cosa para juegos.

lunes, 6 de abril de 2009

Lo mejor de él

Al niño de posguerra que fue mi padre le fue imposible disfrutar de juguetes sofisticados y bonitos; igual que a miles de niños con rodillas sarnosas y caras sucias que jugaban entre los charcos de las calles embarradas, lejos del aristocrático empedrado del centro de la ciudad.
Fue después, bien entrados los años sesenta, y más que cumplidos sus treinta, cuando pudo comprarse su primer juguete; un precioso tren de hojalata que giraba y bufaba con un pequeño motor accionado con pilas, pero para entonces ya no era tiempo de jugar (nunca lo fue para él), ya no era tiempo de infancia. Para entonces se limitaba a engrasarlo y deleitarse observándolo los domingos por la mañana. Ese gran juguete fue el único que tuvo en toda su vida.
A mis manos llegó a mediados de los años setenta, pero inerte, a pesar de las muchas horas de dedicación de mi padre para volver a hacer funcionar aquel hermoso y desahuciado artilugio. Aún así, inútil e inmóvil, me parecía el más bonito del mundo y el mejor de los juguetes que jamás hubiera visto.
Por entonces no eran mucho mejores las cosas, pero sí que me permitía atesorar algún que otro soldadito y una caravana con caballos de plástico; nada comparable con la majestuosidad del tren verde y su gran profusión de detalles pintados en sus chapas. Por entonces, igual que mucho tiempo después, aquel juguete roto me transmitía extrañas e intensas sensaciones que me inundaban densamente por algún extraño conducto anímico. Siempre pensé que tenía alma.
Mucho después, cuando ya no reparaba en su presencia de largos años sobre el mueble del comedor, un hueco vino a sustituirlo. Mi madre decidió que era hora de que pasara a la siguiente generación de niños y se lo regaló a mi sobrino.
En el dormitorio de Sergio ya existían video-consolas y todo tipo de juegos electrónicos y cinéticos que relegaron a aquel desvencijado armatoste a un ignominioso rincón donde yacía apilado, entre las cosas molestas que no disponen de lugar propio. Yo lo vi en medio de aquel desdén, pero ante mis ojos brillaba digno y espléndido. Aquel tren siempre fue, ni más ni menos, que un reflejo de infancia a destiempo o, al menos, lo único que queda de un niño que nunca fue. Lo mejor de él.

viernes, 3 de abril de 2009

El tiempo que no es necesario

El único tiempo, el tiempo distinto, el tiempo de respirar, el robado, el imprevisto, el que no debería estar ahí de esa manera, el tiempo del que no deberías haber escapado…tu tiempo, el que te permites al margen, el de transitar sin su permiso, el de escapar porque te ahogas, el que nunca te permiten, el regalado, el que no es así como decían, el de una fiesta en pleno lunes, el de un viaje a tu salón, el de un verano bajo cero, el de un otoño en primavera, el de estar perdido y no te escondes. El tiempo que no es temporada, el tiempo al margen de nada, el tiempo donde yo no estoy, donde yo no soy, donde te busco, donde crecen alas, el tiempo de no decir nada, el tiempo que no se pierde aunque te pierdas, el tiempo que no es necesario…

domingo, 29 de marzo de 2009

Mi pequeño Saltamontes

Mi pequeño Saltamontes, es el momento de elevar tu alma y abrir los ojos de tu mente con nuevas enseñanzas al despuntar este nuevo día. Has de saber que muchas verdades irrefutables encierran grandes contradicciones que enturbian su pureza.
Para ilustrar lo que digo te obsequiaré con algunos ejemplos representativos de como el ser humano convive ciegamente con paradojas mil y con prejuicios que nublan su mente hasta impedirle ver con claridad.
Mi pequeño saltamontes, ¿sabías que allá, por las lejanas tierras de Iberia, causa repugnancia la imagen de un chino comiendo saltamontes a la barbacoa o sopa de serpiente? Los españoles ponen toda clase de gestos raros cuando ven en televisión algún documental sobre nuestras costumbres culinarias y, mientras tanto, se llevan a la boca una taza entera de mucosidades viscosas que ensartan con palillos de dientes después de extraerlas de su concha. Y eso por no hablarte de los chorreones de caldo que recorren sus antebrazos una vez terminada esta desconcertante práctica de comer caracoles.
Mi pequeño Saltamontes, también he de hablarte, en esta ocasión, de cómo muchos creyentes de la religión que profesan mayoritariamente por aquellas latitudes europeas, ven como bárbaras, ridículas y atrasadas algunas de las costumbres de las culturas vecinas y sin embargo están familiarizados con la visión de rodillas ensangrentadas y destrozadas después de subir intrincadas calzadas de piedra, movidos por una promesa. Los hay que laceran sus carnes con cilicios y fustas y veras, mi pequeño saltamontes, que curiosamente, esos suelen ser los más críticos e intolerantes para con otras formas de pensar.
Pero también descubrirás que detrás de las grandes personalidades que forjaron la cultura del sol poniente existen no menos caras oscuras. Uno de sus grandes científicos y amante de la paz, un tal Einstein, hoy pasaría por maltratador psicológico, según se desprende de una carta suya que se conserva, en la que imponía humillantes condiciones a su mujer para vivir con él. Mi pequeño saltamontes, incluso uno de los grandes de la poesía francesa de todos los tiempos, Françoise Villon, era un reconocido asesino y ladrón, sin que esto impidiera que produjese las más bellas odas al amor y a la justicia social.
También es costumbre por allí despreciar a otras civilizaciones, y prueba de ello es la gran ignorancia que demuestran al asegurar que la pasta es italiana, cuando en realidad todos sabemos que la llevó hasta allí Marco Polo, después de un viaje por nuestras tierras.
No menos curiosa es la gran veneración que tienen a un tal Davinci; sabio del renacimiento que diseñó todo tipo de armatostes que no andaban ni a empujones, como bien han demostrado las numerosas reproducciones de los mismos. Como ideas no estaban nada mal, pero que se sepa sólo consiguió hacer funcionar un león de madera al que daba cuerda para que caminara unos cuantos pasos y se encabritara.
Un mecanismo de lo más primitivo y tosco comparado con los prodigios que, trescientos años antes, puso en funcionamiento Al Yasari. Te hablo de sofisticadísimos y enormes relojes de agua que anunciaban las horas y sus fracciones mediante grupos de autómatas, tan complejos y articulados que incluso tocaban, de forma real, melodías en una flauta. Y Leonardo sin saberlo, pero es que quinientos años después siguen sin saberlo por allí.
Bueno, pequeño saltamontes, ahora toca hacer kung fu y después barres el Lian Shan Po, que mañana te contaré algunas cosillas más.


lunes, 23 de marzo de 2009

De todo corazón

Un simple quiste de grasa en el dorso de mi mano ha cambiado mi vida considerablemente. El cirujano me lo ha intervenido, pero me ha provocado un pinzamiento perenne en los nervios del dedo corazón, de manera que me resulta imposible flexionar las falanges del mismo. Pronto tomé conciencia, gracias a esta circunstancia, de que algunas de las cosas más escatológicas, mas deliciosas y más interesantes de la vida se realizan con el corazón o requieren de su participación. Imagínate la amplia gama de acciones posibles, desde todo lo referente a hurgar y hurgarse hasta pulsar botones, pasando por señalar y friccionar. Toda una variedad si lo piensas.
Si procuro permanecer con la mano abierta pasa desapercibido, pero realmente existen pocas cosas que se hagan así además de saludar, decir adiós o pedir algo...bueno acariciar podría también ser una de ellas. El caso es que en seguida me percaté de que, aún conociendo la circunstancia, muchas mujeres de mi entorno y algunos hombres no pueden evitar sentirse intimidados ante la visión de esta continua erección dactilar; lo noto en una especie de estremecimiento inevitable y sutil que siempre repiten cuando se cruzan conmigo.
Al principio, esta situación me procuró no pocos momentos incómodos en los que tuve que dar explicaciones. En el restaurante al que suelo ir a almorzar todo eran caras raras; piensa en la estupefacción de aquellos que me veían comer haciéndoles “la peseta” cada vez que me llevaba la cuchara a la boca. Imagina también la confusión que generaba mi dedo en los pubs cuando levantaba el vaso para beber y por supuesto, la de pitorradas que me han dedicado muchos de los coches que me encuentro de frente por la carretera.
Poco después aprendí a adoptar elaboradas estrategias de disimulo y a incorporar en mis decisiones cotidianas todo tipo de precauciones, tales como elegir mesas de cara a la pared en los comedores, o acostumbrarme a evolucionar toda la noche en los pubs con la mano afectada metida en el bolsillo. Esto último me valió el sobrenombre de “tocateloshuevos”, pero me consta que marqué estilo eh.
En estas andaba yo, desesperado, cuando tomé la decisión drástica de amputarme el dedo. La idea me la dio un documental que vi, en el canal Historia, de un grupo de chinos haciéndolo con una pequeña guillotina casera, en protesta por la visita de no sé qué mandarín japonés.
La verdad es que parecía fácil y rápido, pero ocurrieron una serie de sucesos que me hicieron cambiar de idea. Pensándolo mejor, esta misma circunstancia de la inmovilidad me abrió todo un mundo de posibilidades, antes impensables, que estaban resultando de lo más excitantes. Ahora podía levantarle el dedo al jefe sin el más mínimo temor a expedientes disciplinarios; eso habría sido acoso a un minusválido. Ahora podía decir mentalmente “toma cabrón” y mostrarle la mano al guaperas de Martos por el que pierde las bragas mi novia cuarentona, sin temor a quedarme sin sexo, e incluso hacerle “la peseta” a ella, a la vecina, a la coordinadora de planta, a la secretaria, y al picoleto que me para...y todo ello... de todo corazón.

viernes, 13 de marzo de 2009

¿Sabes lo que es un Rods?

Pues, según parece, no es un estilo musical ni una marca de vaqueros, que son unos bichitos que viajan tan deprisa que el ojo humano es incapaz de captarlos. Se sabe que los gorilas pueden verlos, pero en lo tocante a humanos, jamás sabríamos de su existencia de no ser por las cámaras de video y la posibilidad de visionar las imágenes ralentizadas. Me recuerda una película que vi sobre las hadas, pero en ese caso, para verlas, había que ponerse muy colgado ingiriendo una flor.
A simple vista pudiera parecer una fluctuación de la imagen que pasa totalmente desapercibida, pero después de concienzudas observaciones sobre material digital y de un número que supera la simple casualidad, la tecnología ha permitido que podamos ver su aspecto. Se trata de una silueta en forma de palo y cuatro aletas que apenas aparece en tres o cuatro fotogramas congelados.
Claro, lo confuso es el tamaño porque, según se puedan tomar unas referencias u otras, pueden tener desde escasos centímetros hasta metros. Aparecen al lado de aviones, junto a paracaidistas en pleno vuelo o al lado de una señora comprando melones. El pentágono ha confiscado y clasificado videos de rods y, sin embargo, por internet puedes verlos de todas las maneras.
Hay todo tipo de teorías; desde la que asegura que es una aberración de la cámara cuando pasa desenfocada una polilla a toda hostia, cerca de la lente, hasta la que asegura que son entes que irrumpen momentáneamente desde otra dimensión.
Hoy, en el curre, a la hora del café, alguien ha sacado el tema y ha habido todo tipo de comentarios, desde los más filosóficos hasta el de quien, aterrada, asegura comprender, ahora, por qué nunca logra ver a los culpables de unas picaduras muy desagradables que a veces padece.
Un compañero asegura que su hijo tiene un Rods en un bote; no sabía que se llamaba así pero dice que responde a esa forma. Otro comenta que, muchas veces, cuando limpia el frontal del coche, despega muchos de esos bichitos junto con mosquitos y demás insectos inclasificables desde su conocimiento…ya ves, y algunos científicos probando, en un túnel de viento, la aerodinámica del diseño con maquetas de reproducciones a escala…Mañana saco el tema del Ligre…a ver que opinan.

sábado, 28 de febrero de 2009

¿Por qué?

¿Por qué el jazz y su grandeza es una música minoritaria y desconocida mientras suena en los cuarenta principales rap de garrafón que levanta pasiones?
¿Por qué un ruso nos va a representar en eurovisión? ¿Es retrógrado y xenófobo mostrar extrañeza?
¿Por qué la mayoría de las cantantes de última generación parecen comehombres cabreadas?
¿Por qué los toca pelotas de los futbolistas mueven millones de euros mientras que los facultativos que salvan vidas diariamente tienen sueldos inferiores a los que tenían los albañiles antes de la crisis?
¿Por qué los guiris son tan horteras?
¿Por qué la mayoría siempre lleva la razón aunque estén institucionalizando las injusticias más evidentes?
¿Por qué los tipos más mediocres acaban por ser jefes y decidir sobre la vida de los demás?
¿Por qué los cabrones más intimidatorios e insufribles necesitan visitar los templos, los domingos por la mañana, dándose golpes de pecho y entonando el mea culpa?
¿Por qué nos dejamos manipular con conceptos como derecha e izquierda, si realmente son la misma cosa dependiendo de quién nos la presente y cuándo y dónde se nos crucen en una coyuntura social?...Ejemplos hay bastante ilustrativos.
¿Por qué me pone los pelos de punta la disciplina de partido?
¿Por qué no existe una opción política que represente a quienes no están de acuerdo con las excentricidades dañinas de la “izquierda” y los excesos de paternalismo decimonónico de la “derecha”?
¿Por qué los “simpáticos”, carnavaleros y bromistas gaditanos se violentan ante la broma de un foráneo?
¿Por qué es tan grave que yo diga sudaca sin odio, igual que digo tocata o bocata, y sin embargo no pasa nada si un argentino me pone a parir y me llama gallego aunque sea andaluz?
¿Quién tiene la culpa de que los maestros trabajen acojonados y los padres vayan a la cárcel por darle un cachete a un chaval que se lo merece?
¿Por qué tanta polémica sobre la edad adecuada para tener relaciones sexuales legales y tanta impunidad para un menor que asesina?
¿Alguien comprende de qué va la huelga de jueces?
¿Por qué muchos piensan y nadie dice que Picasso es un fraude y Penélope Cruz y Almodóvar están sobrevalorados?
¿Por qué te tachan de facha si cuestionas los antiguos y apolillados tópicos progres del siglo pasado que imperan ahora?
¿Por qué se siguen casando parejas veinteañeras?
¿Por qué lo vemos y seguimos empeorando?

lunes, 16 de febrero de 2009

Me he echado novio

Mis cuñados me han advertido muy seriamente que no les dé ideas a mis hermanas. Dicen que últimamente, desde que tuvimos la conversación en casa de mamá, en el cumpleaños de mi sobrina, andan bastante contestonas. Yo no las estoy incitando a nada. Sólo les dije la verdad; que me he echado novio.
No pensarían que después de separarme iba a estar a salto de mata eternamente…ni hablar. Además que yo no tengo tiempo de nada. Estoy todo el día trabajando, con los niños y con la casa, no como ellas, que les da para apuntarse a talleres de teatro y al gimnasio.
Antes me daba envidia ver el tiempo que tienen para ellas mismas, pero ahora tengo novio y de haberlo sabido me separo antes. Ahí iba yo a estar aguantando. No digo yo que éste sea perfecto, pero vamos… no hay color, donde va parar; éste sí que sabe, y además me hace la comidita, me retira la mesa y me trae el desayuno a la cama los fines de semana que nos vemos. Y menos mal que no os cuento los centrifugados que me mete. De todos modos no lo creeríais. Yo tampoco me lo creo…vamos que ríete tú de la vida perra de Juanita Narboni.
¿Sabes lo que te digo hermana?...que por mucho método Pilates con el que te machaques no te vas a librar del efecto piruleta. Sí, ya sabes…ese que te ensancha la espalda y te hace perder el culo a partir de cierta edad. Mi novio me lo hace perder a mí, pero con el método pollates, y gratis…¿Qué? ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo?
Te enseñaría una foto suya para que veas lo guapo que es, tengo una que le hice el día de su cumpleaños, que le llevé una tarta y todo, pero con la humareda de las cuarenta y tantas velitas encendidas no se le ve muy bien la cara. A mí ya no me da envidia de vosotras, yo, ahora, tengo novio, y me pongo batas de leopardo y lencería de fantasía a juego.

jueves, 5 de febrero de 2009

Sórdido

Yo no lo busqué, simplemente sonó el teléfono y una señorita me confirmaba la reserva para Javier en un hotel de Valencia. Javier iba a Barcelona ese fin de semana, según me dijo; como hiciera otras veces por motivos laborales. No era un error; quien se supone que estaba con él me lo corroboró, extrañado, cuando lo llamé. Después, el mismo Javier, acorralado, declaró con exasperación que estaba con Maite; la mujer de su socio. Y lo hizo desafiante y violento, imponiéndose cínicamente.
No me di cuenta. De verdad que no reparé en nada. Mi sistema nervioso era el piloto automático de un avión y mi cabeza un caos de rabia e imágenes inconexas. Pero lo peor era la incertidumbre; la incertidumbre ante lo impensable.
Mamá se quedó con los niños, preocupada y resignada, y yo subí en el coche y conduje con intención de llegar hasta allí, sin saber exactamente para qué. Imagino que años de matrimonio y seguridad imprimen una inercia absurda a las acciones. Tal vez me presentaría en el hotel y llamaría a la puerta de la habitación para sorprenderlos. Montaría en cólera y reclamaría violentamente lo que me pertenece. Tal vez era esa la razón de mi viaje hasta allí.
El coche avanzaba, zigzagueante y peligroso, al compás de mis pulsiones y los kilómetros se sucedían en mi cabeza enajenada, que viajaba ajena a los detalles del salpicadero. Alguien, detrás, se percató de que algo no iba bien para quien estaba al volante de ese automóvil y me siguió durante unos kilómetros.
Se paró, el coche se paró porque había tantas cosas chapoteando en mi mente que mi atención no estaba en disposición de ver que el indicador de reserva llevaba encendido demasiado tiempo. Y ahí, de verdad de que no me di cuenta, todo se paró… o todo empezó; no lo sé muy bien. Tal vez iba hacia el abismo, escapaba de él o me deslizaba por su rápido y devorador tobogán en esos momentos.
No llegué; hasta la puerta de aquella habitación de hotel quiero decir, pero sí llegué a otros lugares hacia los que me condujo aquella inflexión en la línea desesperantemente lineal de mi vida.
Detrás de mí paró el automóvil que me había estado siguiendo, y de él bajó quien en pocos minutos hizo que dejara de importarme llegar a ninguna parte. Todo se detuvo y dio lugar a un reconfortante dejarse llevar que mis nervios interpretaron como una alternativa a romperse definitivamente.
Aquel hombre se encargó de solucionarlo todo mientras yo permanecía sentada y después me fui con él. Me daba igual a dónde. Me daba igual su respiración profunda mientras me penetraba, me daban igual sus billetes de quinientos euros cada vez que sacaba la billetera para canjear en el casino, me daba igual la automática en la guantera, me daba igual aquel lujo de tapicería de cuero blanco en el bemeuve y en los sofás del salón, y también me dio igual el cuerpo tendido después de aquel sonido atronador del disparo.

domingo, 25 de enero de 2009

Artillería pesada

Hace veinte años que no me acuesto con una de veinte ¿y a quién le importa? No veas los pechos operados que pululan entre cuarentonas generosas que odian a Newton. Ni en mis mejores sueños, ni siquiera en mis mejores momentos juveniles, había yo disfrutado de tetas tan suculentas, duras y perfectas.
La extensión de la accesibilidad de este servicio quirúrgico a un mayor sector social, ha permitido que un mayor número de tristes mortales disfrutemos del fruto reservado a los dioses del Parnaso. ¡Olé los huevos de Pitanguí y su ciencia pionera! Oye…yo, encantado de vivir en la era de la democratización de las tetas sintéticas.
Ríete tú de las turgentes prominencias que recorrían mis nerviosos dedos en las cálidas noches de verano, allá por los años ochenta. Por entonces no sabía muy bien el privilegio que ostentaba, pero ahora sí; ahora soy consciente de que se trata de un concepto nuevo y avanzado. Algo impensable hasta no hace mucho, una evolución magnífica que ha materializado formas que no existían fuera de los bocetos pictóricos.

El argumento es siempre que la operación es para gustarse a sí mismas y tal, pero lo cierto es que la inversión suele amortizarse con escotes por entre los que discurre el canal de Suez (ya no hablamos de canalillo), y que uno no sabe dónde mirar cuando la mujer de un amigo aparece con semejante exposición pectoral, levantándole la camiseta con un par de volúmenes imposibles y separadísimos. Una alegría, ya te digo y, si te descuidas un poco, hasta te anima a que se las toques y todo.
Lo de las armas de mujer siempre me ha sonado a que te pegan un tiro con un pezón o algo así; como hacía Afrodita, la novia de Mazinguer Z, cuando aparecían nipones malvados, pero que va…no era eso, y si lo fuera, ahora, además, dispondrían de artillería pesada.

sábado, 10 de enero de 2009

El misterio de la pelusa

Hoy no me voy a cabrear, voy a adoptar una actitud más científica con el tema este de las pelusas. Por algún lado debe estar la explicación del fenómeno físico de su formación; seguramente una fórmula de química orgánica o algo así.
He probado a cerrar puertas y ventanas, de manera que las habitaciones queden selladas, pero siguen apareciendo, como si fueran entes ectoplasmáticos cuya génesis escapa a la razón. Digo esto porque, hace años, unos científicos hicieron lo mismo con la casa de las caras de Bélmez y cuando la abrieron de nuevo habían aparecido más y más caras. Esto de las pelusas debe ser algo similar.
Esa misteriosa sustancia gris. Sé que la acumulación de polvo tiene mucho que ver con el asunto, pero no lo explica del todo, ni mucho menos. ¿Cómo pueden convertirse las partículas de polvo en una repugnante sustancia esponjosa y suave como algodón?, ¿cómo se aglutinan?, ¿por qué se forman en torno a una estructura de cabellos largos?, ¿de dónde han salido unos pelos tan largos? Es que hasta debajo de la lavadora hay pelos rubios, pelirrojos y morenos. Ni yo tengo tanta vida social ni creo que mis jerséis vayan despidiendo pelotillas en semejante e ingente cantidad.
Cuando mi ex vivía aquí había un lugar de esta casa que escapaba a sus sesiones compulsivas de limpieza. ¿Adivinas?...pues eso, detrás de la tele y del ordenador; donde hay cables (a ella le causaba pavor la visión de tanto cable enredado). Bueno pues ese siempre ha sido el lugar tradicional en el que solía yo toparme con la pelusa de manera más habitual. Ahora corre por toda la casa, libre como el viento, empujada por la corriente de aire que se genera al abrir una puerta; porque eso sí que lo he descubierto…tienen especial predilección por reproducirse detrás de las puertas que permanecen abiertas durante cierto periodo. Valga ese dato para la ciencia.
Harto de eliminarlas y de seguir quedando en evidencia, cada vez que una visita fija su vista en un rincón o mueve un sillón para sentarse, he decidido tolerarlas sin encono, por lo menos hasta que la industria de la limpieza domestica comercialice una solución envasada porque, que yo sepa, aparte mopas, aspiradoras y otros artilugios de agotador uso, no hay ningún producto antipelusa en el mercado, de esos de rociar y punto, ¿o sí?