visitas desde el 23/07/2008

martes, 28 de abril de 2009

Gritaría

A veces gritaría. Gritaría con un grito ahogado para no provocar que un aleteo desate un temporal. Gritaría con un golpe en tierra, con un simple susurro en el vacío, con un trazo en el espacio inmediato. Gritaría para que no me oyeras, gritaría desde afuera para acallar fragores de adentro. Gritaría con un grito inaudible y amplificado, gritaría contra el estruendo, gritaría contra la sordidez del grito, gritaría y gritaría para no tener que vociferar silencios.

miércoles, 22 de abril de 2009

Niño...¿te lo has pasado bien en el colegio?

Resulta que los organismos competentes internacionales han aplicado unas pruebas en toda la población escolar de la Unión Europea. Resulta que, según los resultados arrojados en las mismas, los niños españoles están en la cola junto con los de Francia (cuyo sistema educativo llevamos años copiando).
Resulta que en muchos países europeos los niños de primaria hablan, con cierta fluidez, tres idiomas; el suyo propio y, normalmente, el inglés y el francés, como es el caso de Finlandia, cuyo sistema educativo está considerado el más eficaz. En cambio, en nuestro complaciente sistema español los libros de texto siguen trabajando con fábulas sobre la ranita y el camello que le preguntan al cocodrilo dónde está el charquito de agua. Lo más curioso es que, después de leerlo, el niño ni se ha enterado de quién preguntó a quién o de si era un charco o un lago. Y no por tontos, sino porque, con su fomentado protagonismo necesitado de motivación, están jugando todo el rato e interrumpiendo continuamente al maestro, al cual no dejan trabajar y pierde más tiempo llamando al orden que realizando las actividades. Eso sí…cuando el niño regresa a casa la mamá le pregunta la burrada esa de: ¿te lo has pasado bien en la escuela Jonathan? Con lo cual el niño comprende que, sobre todo, su cometido es pasárselo bien.

El mundo entero está experimentando un cambio brutal a cuenta de la globalización. El mundo que conocimos, hasta hace relativamente poco, ahora es un mundo competitivo y desconcertante en el que todo, incluidos los valores más tradicionales, ha cambiado sustancialmente. Muchos países lo saben y preparan a sus jóvenes concienzudamente para asumirlo, mientras que nuestras universidades son famosas en el mundo entero por los macrobotellones en los que se reparten condones gratis (lo cual me parece muy bien desde el punto de vista de la protección, pero no es el caso ahora).
Según las pruebas que mencioné al principio nuestros niños son unos incompetentes, y es por eso que los encargados de establecer el sistema educativo empiezan a mirar hacia las heladas regiones del viejo continente y a diseñar competencias que deben adquirirse, primando incluso por encima de los contenidos. Pero ¿quién les enseña a los padres a valorar y a hacer valorar a sus hijos la figura del maestro? ¿Quién les enseña que la pregunta al volver el niño a casa es: has trabajado o has jugado e interrumpido al maestro?
España ya no es sólo de los españoles, es de los europeos que quieran venir a vivir aquí; de momento sólo han aparecido los rumanos en forma de indigentes y prostitutas, pero pronto empezarán a venir los universitarios y los creciditos niños del norte que hablan fluidamente un montón de idiomas. Todos ellos procedentes de países en los que la figura del docente goza de salud y prestigio social. Y ahora …adivina adivinanza: ¿quiénes ocuparán los altos cargos de responsabilidad en la sociedad?, ¿a quiénes les darán los puestos de trabajo, las empresas en el futuro próximo, si es que el mundo no revienta con la crisis?
A mí tampoco me gusta el mundo al que hemos ido parar con nuestros democráticos votos, pero como los modelos alternativos no prosperan y la Logse ya pasó...est0 es lo que hay, y de momento no está la cosa para juegos.

lunes, 6 de abril de 2009

Lo mejor de él

Al niño de posguerra que fue mi padre le fue imposible disfrutar de juguetes sofisticados y bonitos; igual que a miles de niños con rodillas sarnosas y caras sucias que jugaban entre los charcos de las calles embarradas, lejos del aristocrático empedrado del centro de la ciudad.
Fue después, bien entrados los años sesenta, y más que cumplidos sus treinta, cuando pudo comprarse su primer juguete; un precioso tren de hojalata que giraba y bufaba con un pequeño motor accionado con pilas, pero para entonces ya no era tiempo de jugar (nunca lo fue para él), ya no era tiempo de infancia. Para entonces se limitaba a engrasarlo y deleitarse observándolo los domingos por la mañana. Ese gran juguete fue el único que tuvo en toda su vida.
A mis manos llegó a mediados de los años setenta, pero inerte, a pesar de las muchas horas de dedicación de mi padre para volver a hacer funcionar aquel hermoso y desahuciado artilugio. Aún así, inútil e inmóvil, me parecía el más bonito del mundo y el mejor de los juguetes que jamás hubiera visto.
Por entonces no eran mucho mejores las cosas, pero sí que me permitía atesorar algún que otro soldadito y una caravana con caballos de plástico; nada comparable con la majestuosidad del tren verde y su gran profusión de detalles pintados en sus chapas. Por entonces, igual que mucho tiempo después, aquel juguete roto me transmitía extrañas e intensas sensaciones que me inundaban densamente por algún extraño conducto anímico. Siempre pensé que tenía alma.
Mucho después, cuando ya no reparaba en su presencia de largos años sobre el mueble del comedor, un hueco vino a sustituirlo. Mi madre decidió que era hora de que pasara a la siguiente generación de niños y se lo regaló a mi sobrino.
En el dormitorio de Sergio ya existían video-consolas y todo tipo de juegos electrónicos y cinéticos que relegaron a aquel desvencijado armatoste a un ignominioso rincón donde yacía apilado, entre las cosas molestas que no disponen de lugar propio. Yo lo vi en medio de aquel desdén, pero ante mis ojos brillaba digno y espléndido. Aquel tren siempre fue, ni más ni menos, que un reflejo de infancia a destiempo o, al menos, lo único que queda de un niño que nunca fue. Lo mejor de él.

viernes, 3 de abril de 2009

El tiempo que no es necesario

El único tiempo, el tiempo distinto, el tiempo de respirar, el robado, el imprevisto, el que no debería estar ahí de esa manera, el tiempo del que no deberías haber escapado…tu tiempo, el que te permites al margen, el de transitar sin su permiso, el de escapar porque te ahogas, el que nunca te permiten, el regalado, el que no es así como decían, el de una fiesta en pleno lunes, el de un viaje a tu salón, el de un verano bajo cero, el de un otoño en primavera, el de estar perdido y no te escondes. El tiempo que no es temporada, el tiempo al margen de nada, el tiempo donde yo no estoy, donde yo no soy, donde te busco, donde crecen alas, el tiempo de no decir nada, el tiempo que no se pierde aunque te pierdas, el tiempo que no es necesario…