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martes, 2 de noviembre de 2010

A mí me pasa algo.


A mí me pasa algo. Siempre me ha ocurrido algo que no alcanzo a entender. Ya desde pequeña mi madre me lo decía. Yo siempre he sido distinta incluso a mis hermanas; las dos hacían una perfecta entente de la que siempre me excluían. Me pasa algo; una especie de ansiedad...no sé.
Hasta los cinco años me hacía pis en la cama y por eso me llevaron al psiquiatra ya de chiquitita. Mi madre decía que tengo una neurona débil, ya ves...ni dos ni tres, sólo una. Yo pensaba desde mi tierna infancia: ¿cómo pudieron haberla localizado y en qué parte estaría?, ¿tal vez por encima de la oreja? ¿o justo en el entrecejo donde se pintan un punto los indios?
Ya de mayor, mi ex marido también me llevó al psiquiatra; que manía tienen con llevarme a hablar con un señor que lo único interesante que hace es mirarme el culo. Yo no soy la rara. Pero si hasta la primera vez que Rafa entró en casa a pedir mi mano se puso a hablar con mi padre de lo cabrón que era Franco, sabiendo que mi padre es sargento de la Guardia Civil, que desde entonces se me metió la angustia en el cuerpo. Es que no me pasa nada normal, y luego dicen que es a mí a la que se le va la pinza. Hasta mi madre no dice más que tonterías...pues no que va y me dice que siempre tengo que estar igual...ni más alegre ni más triste...mantenerme estable...ni que fuera una un robot. Con el poquito dinerito que tenía me arreglé la muela y ella decía que fui tonta por no haberme puesto una corona en el incisivo, que se ve más y lo tengo negrillo. Pero si lo que más necesitaba era la muela para comer...y luego dicen que es a mi a la que se le va la pinza...Con cuarenta años que tengo y me tienen harta...que si cálmate, que si voy acelerada, que si calla ya...ojuuuuuuuu

jueves, 21 de octubre de 2010

Las follamigas


Un nuevo término viene a enriquecer este nuestro, ya de por sí, rico e ingenioso idioma. En esta ocasión además se trata de una palabra con vocación de definir y sintetizar un complejo y difícil modo de relaciones personales: pues eso...los y las follamigas. Hasta ahora, sólo lo he oído y leído en femenino, aunque el artículo cambie. Sin duda fascinante. Yo, que tengo un ávido interés por comprender los entresijos de todo tipo de interacción humana, sin duda me he visto atraído por el tema.
En principio puede parecer que no se trata de nada nuevo, ya que el término está compuesto de un verbo y un sustantivo totalmente normales que, como mucho, pueden dar lugar a un oxímoron. En definitiva no se trata de otra cosa que follarse a amigas y amigos.
Vale, sí, de acuerdo, pero a poco que uno observe se da cuenta de que se ha convertido en un tipo de relación humana totalmente extendido, y que se entiende como una opción válida en sí misma, asimilándose los trastornos asociados a esta práctica, de la misma forma que un matrimonio acepta los propios de la vida conyugal.
En efecto, se ha convertido en una forma de vida asociada a cualquiera de los cinco estados civiles: solter@, casad@, viud@. separad@, divorciad@, e incluso a personas con pareja estable, si bien tiene menos incidencia en las parejas jóvenes prematrimoniales. El matrimonio conlleva en muchas ocasiones la insatisfacción, el deseo reprimido y la rutina como parte del menú y el “follamigismo” la sensación de vacío y de añoranza ficticia de una pareja significativa que centre y conforte nuestra vida, amén de todo tipo de situaciones ridículas. ¿Que te has enamorado después de tres citas y la follamiga te corta el suministro para irse con otro?...te jodes y llorisqueas. ¿Que la cama de tu follamiga te parece más un taxi que un nidito de ternura y pasión? ...pues eso. Sólo es cuestión de cambiar el chip, y si no te encaja mira el flexo o las lámparas de tu casa con esas enormes y horripilantes bombillas de bajo consumo que regala el gobierno y verás que nada es perfecto.

jueves, 7 de octubre de 2010

El gusanillo



Sí, realmente es cierto eso de que se lleva el gusanillo de la música toda la vida. Desde el 97 no había vuelto a pisar un escenario. En aquella ocasión fue en Madrid, en pleno homenaje a Hilario Camacho, cuando Javier Batanero me ofreció su guitarra y Toi terminó de convencerme para que me subiera a cantar. Esta vez han sido los Guachis; ese grupo gaditano cuyo cantante resulta ser primo mío. Eso fue hace un par de sábados, en la sala “Fama”. Supongo que el par de cubatillas que me había tomado y la insistencia de todo el grupo, desde el escenario, no me dejó otra opción. Imagínate, todo el mundo mirándome y yo, que ni siquiera había ensayado nada, subiendo y cogiendo una de esas guitarras que me ofrecían. ¿Y ahora que canto yo? En breves instantes, mientras me colgaba el instrumento, mi cabeza hizo una revisión veloz del repertorio del que dispongo, y seleccionó un tema teniendo en cuenta que: debía ser lo más sencillo posible para que la banda me pudiera seguir y que fuera lo suficientemente animado como para no mosquear a la concurrencia a las tres de la mañana. Pues ya ves, oye, lo que son las cosas...tan divinamente, como si lo hiciera todos los días. Empecé a cantar “patapalo” que tiene tres acordes mal contados y como resulta que los chavales son buenos músicos, aquello sonó. Bueno, el caso es que la gente bailoteó y canturreó conmigo. Me han pasado una foto del momento hecha con un móvil, no es que se vea muy bien, pero ahí queda como testimonio. Saludos.

domingo, 3 de octubre de 2010

No me arrepiento.


Cuando la vi por primera vez enseguida supe que una venus desubicada iba a regalarme unas horas de su tiempo. Ahí estaba; tiempo atrás habría soñado con algo así, siempre he soñado con ella, era ella. Mi vida habría sido distinta si en su momento esos ojos y esas curvas se hubieran fijado en mí y me hubieran correspondido.
La historia era la misma de siempre, llevaba la marca inequívoca de haber andado entre guaperas desalmados a los que, sin duda, siempre había sido propensa. Habían entrado y salido de su cama durante años, desde que el primero de ellos la desvirgó y pasó al siguiente himen sin tener en cuenta que había sido el inicio del gran canto a la desilusión que iría forjándose a lo largo de los años en ella.
Le dije “vente conmigo, preciosa” y aún no sé si contestó que sí o que no, pero la llevé a casa, después de ver como mandaba un mensaje a alguien en el que se excusaba para quedarse conmigo. Aquella noche, sus besos fueron tan profundos como la penetración que nos mantuvo inmersos en un compás desesperado, y no diré que me regalara nada porque fui yo quien le regaló un torrente de ternura, o más bien lo descargué sobre ella; aún no lo sé.
Llevaba el cartel de peligro por alta tensión impreso en las caderas y en los labios, lo supe porque se dirigía a mí en todo momento con el término “los tíos sois...”, y también cuando, neurótica y desvelada, me despertó de madrugada para cuestionar mis palabras de arriba a abajo aunque realmente yo no le importara nada.
Por más que lo deseaba, ni siquiera me atreví a pedir que me hiciera un hueco en su vida aunque fuera un espacio compartido. Hermosa hasta el punto de hacerme abandonar mis principios para colarme por una rendija hasta ella, lo más hermoso que me dijo fue un simple y descorazonador: "no me arrepiento de haber pasado la noche contigo", pero al menos me lo dijo en francés que siempre suena mejor.

jueves, 9 de septiembre de 2010

El riesgo de cumplir una fantasía


Mi matrimonio discurría con toda normalidad; fue así durante años. Polvete el sabadete y vaciones si se podía. Esos eran, entre otros, los placeres extras a los que uno aspiraba abiertamente. Pero también existían otros anhelos inconfesables, o al menos poco susceptibles de cumplirse, que uno guardaba en algún lugar entre las fantasías remotas y los objetivos por cumplir.
Un buen día vino a infiltrarse en el lecho conyugal el virus de la reivindicación marital y, después de pensarlo mucho, le pedí a mi, que yo supiera, recto-virginal esposa aquello con lo que había soñado durante tiempo...una larga noche de sodomía (activa por mi parte, evidentemente).
Ni que decir tiene que se negó en rotundo a semejante aberración, con lo cual y a pesar de haber albergado cierta esperanza de poderlo conseguir con lisonjas e insistencia, mi gozo cayó en un pozo. Pasaron algunas semanas y cuando ya daba por imposible la fantasía; como en su momento me resigné a que jamás lo haría con dos a la vez sin pagar, mi recto-virginal esposa, después de discutir con una vecina sobre las bondades del sexo anal, y de que esta le despertara el morbo, una buena noche, adoptó una postura lordósica y me dijo: “venga, dame por el culo y déjame en paz ya de una vez”.
Ostras...aquello sonó a música celestial. Por entonces se me empalmaba con suma facilidad y poco me costó con un poco de empuje y paciencia; hoy no podría disponer de semejante dureza para tal empresa sin ayuda de la química o de la motivación de un pivón que jadeara como loca sólo con rozarla. Fíjate que una vez conseguido el objetivo me resultó hasta guarro, pero las peores consecuencias aún estaban por llegar, de manera que jamás hubiera imaginado el riesgo que entrañaba aquella práctica.
Pocos días después ella se quejaba de unas almorranas provocadas por la penetración en el recto de un cuerpo extraño (fíjate tú, llamarle extraño después de 10 años de matrimonio y cinco de relaciones prematrimoniales). A partir de ahí su distanciamiento y su acritud fueron en aumento día a día y su carácter se tornó insoportable hasta que la relación se arruinó definitivamente y sobrevino la separación. Nadie me cree cuando lo cuento, pero aquella mujer nunca volvió a ser la misma después de aquella noche, yo sé que fue así.

domingo, 15 de agosto de 2010

Certezas

Yo tengo algunas certezas curiosas; no me refiero a las que todos tenemos sobre la necesidad de que el arbitraje en el fútbol se modernice o a perogrulladas tales como deducir que hay una boda si ves por la calle un par de chicas ataviadas con vestidos de saldo a la manera de Falcon Crest.
Yo tengo algunas certezas curiosas que posiblemente nunca te hayas planteado. Yo sé exactamente cual es la palabra que más veces he oído en mi vida. Me refiero al sustantivo "maestro", término con el que se me ha interpelado una media de 100 veces al día, durante un día y otro a lo largo de los últimos 17 años de mi vida. Aún así no me acostumbro a que me llamen de la misma manera con la que se referían a Jesucristo o a Platón, por poner un ejemplo.
Como decía un antiguo profesor: "maetro es aquel que crea escuela", y de eso hay bien poco en este cuerpo de docentes españoles atosigados por el papeleo, presionados por todos sitios y utilizados para inculcar cualquier idea política que al tecnócrata lumbreras de turno le dé por estimar como buena y necesaria desde las alturas su maravilloso despacho en la última planta de cualquier edificio administrativo.
Yo tengo otra curiosa certeza: yo sé cual es el presente de indicativo del verbo asir ¿lo sabes tú?...¿de verdad? Amigo mío, si lo sabes, has de saber que no es cuestión baladí, créeme que, curiosamente, ninguno de mis avezados compañeros de profesión han sido capaces de responder correctamente.
Yo tengo más curiosas certezas: sé a ciencia cierta que, si existiera la reencarnación, el último país en el que quisiera venir al mundo es en Argentina. Sí, por encima de Angola, Senegal o Sierra Leona. Y además sé también que, en la mayoría de los casos, el sexo de menor calidad es el que te brindan las llamadas profesionales. Por cierto el mencioando presente de indicativo es: yo asgo.

viernes, 23 de julio de 2010

En Portugal

Pasadas unas horas en Portugal, salvo por unas velocidades impensables en las carreteras españolas desde que existe el carné por puntos, uno no tiene la sensación de estar en otro país; más bien en una comunidad autónoma bilingüe, y digo bilingüe porque en todo momento verás que te entiendes divinamente con ellos. Bien sea porque, ante un español, tienen la deferencia de hablar un portugués fácil o tal vez porque el portugués sea fácil dentro de un contexto como puede ser un restaurante o una tienda. De cualquier modo, uno observa con perplejidad que cualquier camarero o tendero sabe hablar nuestro idioma; tanto mejor cuanto más modesto sea el comercio y mayor la persona que te atiende.
Pasados unos días, uno tiene la certeza de que los españoles vivimos de espaldas a Portugal porque, salvo los gallegos y extremeños fronterizos, en general, los españoles desconocemos la cocina lusa, los hoteles ostensiblemente más baratos y la cerveza a mitad de precio. Salvo algunos inconvenientes como las tarrinitas de paté y el platito de aceitunas (pequeñas y desaliñadas para uno de Jaén) que te ponen sin pedirlas y que te cobran de forma obligatoria como entrante del menú, sin duda todo son sorpresas gratas. Empezando por un trato exquisito y educado, salvo raras excepciones, y siguiendo por el hecho de que el mismo policía que te pone una multa de 20 euros, por un mal aparcamiento, llama a un amigo que trabaja en el banco, para solucionarte en ese momento el problema que tienes en el cajero con la tarjeta...a uno le pueden sorprender con cualquier cosa.
Pronto uno tiene la certeza de que es imposible que se inventaran los tacones de aguja en Portugal, dado que las calles son empedradas y sin aceras en su mayoría. Después de haber visitado varios pueblos, uno tiene la sensación de haber retrocedido en el tiempo y se siente como seguramente debió sentirse un sueco visitando Mojacar en los años 60, a pesar de que hay autovías con cámaras y de que no se puede fumar en ninguna parte de un local público. Uno se sorprende cuando después de esperar un rato considerable, porque los cocineros portugueses se toman su tiempo para hacer las comidas, a uno le sirven unos platos increíbles en los que la vianda, el aroma, y el esmero es desbordante y asequible. No obstante, de todo, lo más increíble, para un español acostumbrado a las ansias separatistas de catalanes y vascos, es comprobar que muchos portugueses atribuyen, con cierta resignación, el atraso secular de su país precisamente a eso, a su temprana separación de Castilla gracias a las gestas de su rey Alfonso. Uno se queda pensativo ante tales comentarios y no se le ocurre otra cosa que responder: bueno...por lo menos no sufrís a zapatero y no os quitan puntos del carné, ante lo cual responden con una risa y un comentario en el que, sorprendentemente, demuestran conocer nuestra realidad política.
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jueves, 24 de junio de 2010

Hoy es mi día, cojones...


La primera felicitación fue a las doce y diez de la noche, cuando la voz encendida, susurrante y aguardentosa de Ana me llamada clandestinamente mientras su marido veía la tele placidamente en el salón. El año pasado lo hizo desde la playa de Málaga, metiendo los pies en el agua en mi honor, mientras veía las hogueras de la noche de San Juan. Este año la crisis se ha agudizado y mi mileurista amante, a la que también le han bajado el sueldo, no puede permitirse otra cosa que una sórdida llamada y expresarme su ferviente deseo de adelantar nuestra cita mensual.
A las nueve y media de la mañana suena el teléfono y aún adormilado contesto a mi chica con un “hola cariño, buenos días” a lo que una voz grave y masculina responde impávidamente “Buenos días, le llamo de Carrefour para saber a qué hora le vendría bien que le lleváramos el pedido” De ninguna de las maneras habría imaginado yo que fuera otra persona quien llamara a esa hora y, efectivamente, mi chica llamó, justo después de colgar los del sofá, a quienes llevaba esperando unas semanitas.
En el trabajo…nada, igual que siempre, los únicos que me felicitan son Juan y Juani por aquello de ser tocayos y tal. Los que están alrededor y lo oyen, un año más, ponen cara de sorpresa y me felicitan con argumentos tales como: -es que lo de “ma” después de Juan despista mucho-. Y no deja de sorprenderme que después de once años, cada año sea igual. Hay quien apunta también que la culpa la tengo yo por no felicitar a Honorato, Norberto, y Teófilo en su onomástica. Tócate los huevos…a ver quién sabe cuando es el santo de éstos.
Llevo semanas esperando que vengan a pintarme el dormitorio y justo hoy me llama el pintor diciéndome que tiene un hueco y que viene esta tarde. El mecánico de la puerta de la cochera, al que también llevo esperando unas semanitas, se ha unido a la fiesta y también viene esta tarde a fastidiarme la celebración; y a éste cualquiera le dice que no…
Mi chica me regala la última novela de Eslava que ya me había comprado el lunes pasado e inmediatamente después de desenvolver el regalito suena el teléfono. Una voz con acento sudamericano que asegura llamarse Adrián me suelta un rollo sobre no sé qué producto de no sé qué empresa. Pues mira Adrián, ni en tu casa sabrán cuando es tu santo, pero como resulta que yo me llamo Juan, como tú bien acabas de llamarme, y no has tenido la deferencia de felicitarme, te comunico que no estoy interesado en escucharte y mucho menos en comprarte nada…y todavía son las siete de la tarde…a ver qué más trae el día.

jueves, 27 de mayo de 2010

Huelga...¿para qué?


Cuando los trabajadores, en el siglo XIX no tenían nada que perder, porque nada tenían salvo hambre y pobreza sempiterna, lo único que podían arriesgar era su vida y de hecho la perdían a veces en las huelgas. Basta con pensar en los mineros de Asturias ( a quienes masacró el abuelo de Zapatero) o en el año de los tiros en las Minas de Ríotinto.
Hoy tenemos hipotecas, aburguesamiento, ordenadores, niños competitivos y tiranos y una vida medio digna y cobarde que no estamos dispuestos a alterar lo más mínimo. Nos piden huelga unos sindicatos que nos desconciertan porque están subvencionados por el mismo gobierno ante el que van a levantarse. Huelga de un día que por supuesto nos van a descontar del sueldo, pero además de empobrecernos más y que en Moncloa se la pasen por la entrepierna…¿para qué? ¿Para que Zp tenga una partidita más que despilfarrar en subvenciones a una ONG de Nicaragua?…por ejemplo, mientras aquí la gente está pasándolo mal. Realmente a él le interesaría que hubiera una huelga por mes.
Nunca he negado mi animadversión hacia el personaje de zapatitos (y yo ni pepé ni pipí, ni pesoe ni peseta), pero desde el primer momento que lo vi y lo oí me causó miedo e inquietud. Hoy ha demostrado ser el peor gobernante que ha habido en este país desde Fernando VII el felón (asesinos aparte).
Jamás he usado este blog para hacer propaganda política ni pienso hacerlo, pero no puedo sustraerme a la indignación que siento y sé que este blog lo frecuenta, al menos, una persona que es incondicional del señor retrasadito mental ese. Te pido que por esta vez te abstengas de opinar y respetes la seriedad del tema.
Europa no nos hubiera dado un espaldarazo por haber parado esta barbarie. Europa sólo pidió medidas …pero no así. De no ser por la actitud ( que me resisto a calificar) del grupo catalán que pide su dimisión a la vez que permite (a sabiendas de lo que hace) que prosperen los despropósitos con la abstención…habrían tenido que diseñar otro modelo en un par de semanas…que es lo que han tardado en diseñar estos recortes…y punto. No hay más precipicio que el que ya vemos ante nosotros.
En un país en el que un limón cuesta 120 de las antiguas pesetas ( ve al Mercadona y pésalo si no me crees) hay miles de cosas que recortar antes que la mísera pensión de un anciano…
En fin que yo huelga…ni hablar ¿para qué?
Manifestaciones multitudinarias en horas no lectivas exigiendo elecciones anticipadas yaaaaaaaaaaaaaa, a eso sí me apunto.

domingo, 16 de mayo de 2010

Mi síndrome


He cambiado el armario y para eso he tenido que desmontar el viejo vestidor y remover todo tipo de cajones, con la consecuente limpieza que eso implica; que es justamente algo que todos tenemos pendiente por hacer y que vamos postergando para algún día, cuando se tenga tiempo.
En todo este proceso, que me ha llevado todos los ratos libres de toda una semana, - teniendo en cuenta que también iban incluidas un par de cortinas-, he descubierto, alarmado, que padezco el principio de esa enfermedad llamada Síndrome de Diógenes. Puestos a pensar, creo que no me faltan antecedentes familiares y que las evidencias apuntan a que no estoy en error.
Por si engordo, en su momento, guardé una serie de jersys agrandados por las mangas y dados de sí en los elásticos. Por si adelgazo guardé pantalones y camisetas embebidas. Por si vuelvo a usar slips (llevo años sin usarlos, desde que descubrí las bondades de llevar los atributos pendulantes) guardé hasta un modelito, de esos para las ocasiones especiales, en el que pone “nací para el amor”, el cual ha salido amarillento y se le ha deshecho la goma al estirarlo. Con los zapatos pienso algo similar y si no están agujereados o descosidos los conservo para posibles tiempos de estrecheces; que nunca se sabe lo que puede pasar. Unas bragas rojas con cierto perfume (y yo no soy fetichista); creo que son los restos de aquella temporada en la que me dio por pedírselas a las tías buenas que pasaban por mi cuarto. Ná…una tontería de esas que uno hace después de ver nueve semanas y media, o te sientes correspondido en uno de esos periodos en los que el sexo cobra una dimensión existencial. Luego, en una de estas, me encuentro con todo ello y todavía me da no sé qué tirar todo eso.
He observado que cuanto más emparanoiado estoy en el trabajo y más inseguro me siento, más carpetas, más documentos y más chominás llevo en la maletita; hasta un juego entero de bolígrafos, y mira que me los proporcionan gratis con sólo entrar a secretaría. Tal vez sea esto consecuncia de cierta inseguridad vital. En cualquier caso, y cuando menos, un adiccito a guardar chorraditas si que soy, pero si nos quitan las pensiones, llegado el momento, seré un viejete bien pertrechado.

jueves, 6 de mayo de 2010

Desayuno sin diamantes


Recién levantado a mí no me apetece desayunar nada y como, además, aprovecho al máximo en la cama, ni siquiera me da tiempo a hacerlo; todo lo más un vaso de zumo con prisas. Pero últimamente han puesto en el trabajo una maquinita de café y chocolate. Bueno, más bien un artilugio que mezcla agua con unos polvillos de distintos colores para crear el producto solicitado. Yo he visto los intestinos del aparatito en alguna ocasión en la que han venido a reponerla. Y el caso es que no está malo el chocolatito eh.
En esos días fríos y húmedos que ha tenido este invierno, uno de los pocos alicientes que a uno lo impulsaban a seguir funcionando ha sido esa dichosa maquinita; porque así somos las personas, nos movemos con zanahorias delante del hocico, y somos perfectamente capaces de incurrir en los mayores estropicios por una simple y suculenta zanahoria. A mí me ha pasado con un cheque tentador, ante notario, en un caso de herencia fraudulenta.
A los adultos solitarios nos queda el consuelo de la tecnología y en ella delegamos, con gran error y decepción, las funciones que antaño desempeñaban las mujeres que nos cuidaban. Visto desde nuestra existencia, pasada la primera década del siglo veintiuno, parece ciencia ficción que una mujer alguna vez nos cuidara…ya ves tú. Bueno, el caso es que uno llega al trabajo, después de haber conducido detrás de tractores o con el pavimento peligrosamente mojado, con unas ganas tremendas de un Cola-Cao enguachinado y te encuentras con la triste realidad de que la maquinita está desenchufada porque a algún amante del ahorro energético se le ocurrió, a última hora, desenchufarla. Vale, no pasa nada; la enchufas de nuevo y buscando un hueco imposible vuelves, pasada media hora, a por el chocolatito. Mira tú por dónde el depósito está vacío y haciendo malabarismos lo llenas a toda prisa aguantando con un dedo la portezuela mientras, con suma dificultad, viertes el agua de una pesada garrafa difícil de manejar. Te cae medio litro en los zapatos y otro medio en la bragueta, como si no te la hubieras sacudido bien, te sacas la camisa por fuera para ocultar las vergonzosas goteras y te vas…con la única alegría de que en un rato tendrás la deseada ambrosía.
Con la excusa de ir al servicio, uno se pasa por donde la maquinita y con tremendo estupor comprueba que la muy puta te pide el precio exacto y además no acepta todo tipo de monedas. Uno se consuela pensando que es como cualquier mujer caprichosa e imposible a la que le solicitas una cita. Cómo resulta que no tengo cincuenta céntimos exactos ni monedas que, combinándolas, acepte la máquina, me voy a secretaría y después de diversos ruegos y changes consigo el cambio aceptable…con el mismo me voy, con trote cochinero, y lo introduzco ansioso por la ranurita y…una polla como una olla…la maquinita te vierte dos dedos de líquido en el vaso de plástico y hace un ruidito desconocido tras el cual se enciende un pilotito rojo y se traga las monedas. Biennnnnnnnnn….justo cuando vas a darle una patada en la raja, aparece una compañera a la que, con suma presteza y buen humor, le adviertes que la máquina se ha estropeado. Pasados unos días, un chico deja unas galletitas como pago por las molestias y otro artefacto igualito para desayunar, y uno olvida los malos momentos para empezar un nuevo idilio.

domingo, 11 de abril de 2010

Una más


¿Cómo podría yo saber si me mentía cuando decía que me quería? Uno sólo tiene una especie de balance ambiguo para juzgar algo tan confuso; una lista de convencionalismos cumplidos a rajatabla dentro de un edificio recorrido por grietas inquietantes. Uno nunca llega a saber qué es mejor.
Cuando se es agua pasada, uno se siente como atendido por una enfermera con tacones de aguja mientras te realiza una extracción; agradecido por tan sugerente detalle a las nueve de la mañana y a la vez descolocado. Algo similar a oír la palabra cultura; utilizada tanto para identificar la forma de vida de una tribu de indígenas en la selva, como para reconocer el gran conocimiento y erudición de un individuo. Como cuando se dice que alguien tiene carácter, atribuido a quien simplemente es un maleducado agresivo; ni siquiera mal carácter. Algo tan ridículo como la visita de un conocido, después de meses sin dar señales, para preguntarte si le queda bien una camisa.

lunes, 29 de marzo de 2010

Frases


Supongo que todos tenemos una frase que nos ha sido útil en alguna ocasión bien sea a modo de máxima, de bálsamo o de tabla de salvamento. Yo tengo mi propia colección y me ha acompañado y sido útil a lo largo de mi vida de una manera u otra. En mi caso, que no soy aficionado a leer poesía, filosofía o correos de internet, se trata de trozos de canciones. Ahí van algunas de ellas:
.Sólo el amor convierte en milagro el barro. (Silvio Rodriguez)
.Que dignidad tan grande es creer tanto en la vida con sólo ver una flor brotando entre las ruinas. (Rally Barrionuevo).
.Y reír y reír y reír, madrugadas sin ir a dormir, es distinto sin ti. (Silvio)
.¿A dónde van las palabras que no se quedaron, a dónde van las miradas que un día partieron?, ¿acaso flotan eternas como prisioneras de un ventarrón? ¿acaso vuelven a ser algo? ¿Acaso se van?, ¿ a dónde van? (Silvio)
.Lo que iba a ser y la mierda que ha sido. (Sabina)
.Me cago en el amor. (Tonino Caretone)
.Querida prima, he de volver por lo que me dejé en tu piel (Roque Narvaja).
.¿Amigos para qué? Maldita sea, yo a un amigo lo perdono, pero a ti te amo. (Jean Luca Grinniani.)
.…sin poder conocer eso que llaman amor para vivir (Pablo Milanés).
.El peso del mundo es amor, bajo un caos de soledad, bajo un caos de insatisfacción…el peso que llevamos es amor.(Hilario Camacho…bastante fumadete evidentemente).
.La lluvia es vertical, no tengo ninguna objeción, sólo que algunas veces puede sentarme mal, que elijas un diluvio para dejarme atrás. (Javier Batanero)
.Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio (No me gusta Serrat, pero la frasecita se las trae).
.¿Ustedes me han mirado? Pedirle a ese bombón que me quisiera ¿no les parece que era pedirle demasiado?

domingo, 21 de marzo de 2010

El código Ximena

Ultimamente estoy trabajando en un manuscrito del siglo XVII de un historiador llamado Martín Ximena Jurado.
Desde el principio me llamó la atención una peculiaridad a lo largo de muchas de sus páginas, y no es otra que el hecho de que a la hora de dar fechas lo hace tomando como referencia, simultáneamente, los calendarios Juliano y Gregoriano. Es decir: en el momento de datar un suceso, como el caso de la pérdida del castillo de Gibraltar, por ejemplo, lo hace dando dos fechas. En este caso el año 1333 y el año 1371 de la era de César. Y esto se repite a lo largo de muchos sucesos.
Es inevitable hacer el cálculo mental y darse cuenta de que la diferencia entre una fecha y otra es justo de 38 años. Basta con saber que el calendario Juliano se implantó en el año 46 antes de Cristo y que el Gregoriano actual entró en vigor en 1588 para descubrir que ocurre algo raro. Si distan 46 años desde la implantación del Juliano hasta el nacimiento de Cristo ¿Por qué la diferencia es de 38? ¿Qué ha ocurrido con los ocho años restantes?
Alguien tan docto en historia antigua como Martín Ximena, que manejaba a diario los dos calendarios en su trabajo, no podía ignorar algo así, de manera que las preguntas que surgen son: en vista de que el libro fue empezado a escribir sólo 33 años después de la implantación del calendario Gregoriano ¿usaba el historiador el calendario anterior por inercia? ¿Se dio cuenta del error evidente que se deduce en cuanto al año del nacimiento de Cristo? ¿Cómo sacerdote que era o como persona que vivía en pleno auge de la inquisición no pudo o no quiso decir nada al respecto? ¿Daba las fechas con los dos calendarios por un simple motivo de rigurosidad o pretendía llamarnos la atención sobre el error? ¿lo aceptó de forma natural al igual que la sociedad de la época sin rechistar?
Desde hace tiempo muchos estudiosos aseguran abiertamente que Jesucristo realmente nació entre seis y ocho años antes de lo estipulado, como bien demuestra este autor. ¿Lo sabía Martín Ximena y quiso expresarlo soterradamente a modo de código Xímena?

domingo, 28 de febrero de 2010

El delantal


La Lola viene los fines de semana y suele meterse en la cocina a preparar algún plato, incluso a veces prepara de más para que yo tenga algo decente que comer entre semana. Y que conste que yo no le pido nada, que lo hace ella voluntariamente. Bueno, supongo que mis continuos halagos, agradecimientos y reconocimientos culinarios han llegado a suponer una especie de acicate cuando menos, pero palabra que son sinceros y que carecen de intencionalidad. Ella, totalmente impasible, siempre me responde: no te preocupes, yo también tengo que comer y hacerlo en los restaurantes tan a menudo ya me tenía cansada.
Bueno, el caso es que el otro día, estando de compras, vi un delantal muy simpático y pensé en seguida en regalárselo dado que últimamente anda entre salsas y que no hay camiseta suya que no lo demuestre. Me decidí por uno con la cara de Chaplin, pero, en el mismo momento de alargar la mano para cogerlo, una ineludible duda existencial se apoderó de mí. ¿No será demasiado machista por mi parte regalarle esto? ¿Y si me compro yo otro para diluir toda connotación discriminatoria y de género? ¿Por qué me voy a gastar el doble si a mí no me gusta y además no me hace falta porque yo no me mancho? De todos modos yo siempre la ayudo pelando las alcachofas, procuro cumplir recogiendo y poniendo la mesa, trayéndole el postre y preparando un bacalao en sanfaina, que le gusta, al menos cada dos findes.
De veras que llegó a angustiarme el asunto y allí, frente al estante, mirando la prenda, animado y disuadido por momentos, no sabía si pasar o no por caja con semejante objeto, de manera que decidí que las manchas de sus chandals y camisetas son cojonudas y
políticamente correctas, y punto…y ya está….se acabó el mamoneo.
Curiosamente, ese fin de semana, Lola apareció con un delantal diciendo: mira…me lo ha comprado mi madre y en ese momento pensé que lo último que pensé en la tienda fue eso precisamente: que se lo compre su madre.

martes, 16 de febrero de 2010

Algo que ocultar


Durante mis primeros años de facultad yo tenía una novia con la que dormía al menos una vez en semana, cenaba todas las noches y practicaba sexo diariamente. Compartíamos apuntes, gustos y, sobre todo, horas y horas de vida estudiantil anárquica. Conocía su letra, su firma, el color y el modelo de todas sus bragas, la cantidad de pares de zapatos que tenía, sus vestidos estampados, el par de vaqueros y su carpeta con el boli enganchado en la goma.
El hecho de estar ambos fuera de casa y disponer de una habitación individual en un piso compartido con otros estudiantes suponía todo un mundo de libertades y posibilidades que procurábamos aprovechar. En definitiva sabíamos casi todo el uno del otro, sobre todo porque la escasez de dinero no daba para grandes desmarques.
Reconozco que no compartíamos gustos musicales; yo me sabía de memoria “Amante de cartón” de Roque Narvaja y ella no iba más allá de las cuatro horteradas del momento como el “Calimba de luna”, pero de ninguna manera eso suponía un distanciamiento.
Ni ella desconocía mis escarceos con la putita de la clase ni yo era desconocedor de algunos rumores sobre mi pareja. Como puedes ver…la típica relación de dos veinteañeros universitarios en la que, a pesar de las noches de fiestas en los pubs del Gran eje nada parecía ser anómalo. Eso pensaba yo hasta aquel fatídico día en el que, por primera vez y como suceso excepcional, uno de los profesores pasó lista en una de sus clases. Para mi sorpresa, su rubor irritado y la hilaridad del resto de compañeros, mi novia María, en realidad, se llamaba María Sebastiana. Cierto es que en los dos años de relación nunca se me había ocurrido mirar su deneí ni había sido necesario, pero coño algo así… Recuerdo como se tapaba las tetas con pudor, pero jamás me fijé en como ponía el dedo pulgar sobre la mitad de su nombre cuando tenía que mostrar su carné. Mirándola, algo confuso, después de decir "presente" aquella tarde, en aquel aula, supe que todos tenemos algo que ocultar.

domingo, 31 de enero de 2010

zonas cero


El concepto de zona cero alude a la devastación total, a la muerte y en general al colapso, en todos los sentidos, al que da lugar el choque de civilizaciones. Ya ocurrió cuando ardió la biblioteca de Alejandría y ocurre siempre que se forjan imperios.
Hay una canción que se llama “Zona cero” y su argumento describe, lo que para el autor, son evidentes zonas cero. Porque no sólo está en el corazón de Manhatan, dónde antes había dos torres; eso dice la letra. Estoy totalmente de acuerdo con este planteamiento, tanto que, escuchándola, se me han ocurrido algunos sitios más en los que, a mi juicio, debería ubicarse también la zona cero:
En la intolerancia religiosa, en el retraso medieval que supone, en la soberbia de occidente, en la desolación de las calles de Bagdad, en el corazón de los mandatarios corruptos, en los vientres hinchados en África, en la ausencia de una pierna que voló con una mina, está dónde los rehenes de las selvas de Colombia, en el agujero de la capa de ozono, en el odio ancestral que a veces revienta entre los vecinos de la vieja Europa, en las aniquilaciones étnicas, en el hogar de un basiji caído, en el Dios al que continuamente aluden los yanquis, en ese mismo Dios, en su desdén…

domingo, 17 de enero de 2010

Descargas



Nuestra ministra de cultura ha manifestado claramente estar en contra de las descargas de internet y de la velocidad de la banda ancha. Dice que no la necesitamos y desconfía abiertamente de quienes la usan. Teniendo como tiene el poder y vistos los casos de Francia y Estados Unidos, seguramente en un futuro no muy lejano estará perseguido y duramente sancionado bajarse canciones o películas. De hecho ya está la muchacha trasteando el tema. Por supuesto, fue presidenta de la Academia de Cine, que todo hay que decirlo.
Nada nuevo. La iglesia tiempo ha que desconfía de todo lo que no se ciñe sus cánones, y los regímenes autoritarios han hecho lo propio, en multitud de ocasiones, echando al fuego la ciencia y el saber contenida en los libros. Incluso los más populistas como el régimen de Mao desterró violentamente la cultura; aniquilando todo volumen impreso que no fuera su libro rojo. En ocasiones también la imprenta ha estado perseguida en determinados lugares y momentos históricos. En definitiva, por unos motivos u otros, la cuestión de fondo, ya sea como fin en sí mismo o como daño colateral, es dificultar y negar el acceso gratuito y libre a la cultura. Así de claro; seguramente nuestra ministra y sus acólitos pondrían el grito en el cielo y me tacharían de exagerado y alarmista o cualquier otra cosa si leyeran esto…¿qué puedes esperar?
A poco que uno levante la liebre y reflexione un poco, es sorprendente las conclusiones a las que se llega. ¿A quien beneficia negarnos las descargas? ¿A quién perjudica? ¿A cuántos en detrimento de cuántos? ¿A los cantantes? Desde hace muchos años es sabido que el artista sólo recibe cincuenta céntimos, como mucho, de cada disco que se vende; los cuales llegaban a costar, en sus mejores tiempos, una media de 25 euros.
Actualmente, los discos que escuchamos no se graban en instalaciones millonarias. Se hace en simples ordenadores con unos periféricos específicos cuyo valor no supone una inversión inasequible; de hecho el mismo Lenny Kravitz grabó hace unos años el mejor de sus discos en su casa, en un Appel. En cuanto al soporte físico, todos sabemos que un cedé por muy impreso que venga no vale mucho más de un un eurete. Dónde los artistas ganan dinero y prestigio es en las actuaciones en directo. Hay muchos de ellos que reconocen abiertamente que internet les ha servido de publicidad y plataforma de lanzamiento, como en su momento lo fueron las gasolineras para Camela.
Esta es la auténtica realidad y visto así..insisto: ¿Quién se beneficia o a quién se perjudica persiguiendo las descargas? Algo huele mal aquí. Después de años de internet, la industria de la música sigue viva, lo que es cierto es que ya no hay grandes magnates en este sector…pues que se jodan, que quieres que te diga.
Para quienes viven en grandes ciudades con todo tipo de comercios y tienen tiempo y dinero todavía, pero dígame usted, viviendo en un pueblo, ¿a qué videoclub puedo acudir para poder ver un clásico del cine negro que tanto me gustan? ¿si lo compro por internet va a llegar el dinero a los herederos legales del los derechos de autor de Jhon ford? ¿A dónde debo recurrir si quiero escuchar la obra de Satie?, ¿espero a que Planeta, con suerte, edite algún coleccionable de los que suele sacar en septiembre?
Señora ministra, a mi entender, tiene usted una visión bastante simple y tendenciosa del tema, es más, creo que ni siquiera se ha planteado el tema de una forma que no suponga un paso atrás en el desarrollo de la sociedad y cómo siempre va a recurrir a lo típico, prohibir y perseguir que es lo más fácil; como corresponde a un gobierno que se dice progresista ¿verdad?

sábado, 16 de enero de 2010

Jhon quejío


Si la Armada Invencible no hubiera sucumbido, por los elementos, en las costas del Reino Unido, posiblemente estaríamos acostumbrados a oír que en Londres se celebran corridas de toros, que toman gazpacho en Gales o que llevan botas camperas en Escocia, pero como no es el caso no deja de chocarme descubrir personajes como Jhon Quejío; un hijo de la Gran Bretaña, de pura cepa, que le ha dado por cantar bulerías y soleares en su idioma. Bueno de vez en cuando te mete alguna palabra en español, lo cual no deja de ser aún más chocante.
El caso es que el chaval lo hace bien eh, que conste. Tiene un toque bastante correcto y canta con sus quejidos correspondientes, al más puro estilo de Camarón; vamos que te suelta un "Mai fader goint al rio" con quiebro gitano y se queda tan pancho el colega. Y ahora incluso está tomando clases de baile…no te lo pierdas.
A ver, el muchacho que lo hace totalmente convencido y serio, parece no darse cuenta de las mofas cuando acepta el nombrecito artístico que le puso un intelectual en una de sus actuaciones y sobre todo se siente orgulloso cuando en vez de olé le dicen gou y se cachondean en las emisoras diciendo que tiene espirit o filin en lugar de duende…(castellanizo las palabras porque no sé inglés ni tengo por qué saberlo, aunque no me vendría mal).
No sé lo que pensarían los ingleses cuando en los años sesenta empezaron a oír a los grupos españoles cantando al mas puro estilo bit con letras en castellano, pero a mí, al margen de cómo lo haga, y con mis respetos por delante ante un buen músico, no deja de parecerme bastante hilarante. Tal vez estoy condicionado por haber oído hace años sevillanas cantadas en inglés por los “graciosos" y carnavaleros gaditanos.

lunes, 4 de enero de 2010

Los "ninis"


Según asegura un informativo televisivo, que he visto esta semana, un 15 por ciento de jóvenes, de entre 15 y 24 años, ni estudian, ni trabajan, ni tienen intención de hacerlo. Son los denominados “ninis”. El término además de crearse de la forma más tontorrona no encierra ningún fenómeno novedoso ni nada parecido. En realidad siempre han existido de una menara u otra. Contra ellos, en otra época, el régimen creo la ley de vagos y maleantes que, por supuesto, no aplicaba a los ociosos hijos de los ricos dados a la dolce vita.
También existían cuando yo contaba con una edad dentro del margen señalado, lo que pasa es que nadie se entretuvo en calcular el porcentaje que suponían sobre el resto de nosotros; quizás porque era relativamente fácil contarlos cuando se reunían de forma habitual y diaria a fumar porros en la plaza del pueblo. Los había que aparecían de vez en cuando por la reunión, después del trabajo, para pillar costo o charlar con algún amiguete, pero no me refiero a éstos.
En general se les podía identificar fácilmente por los vaqueros ajustados como mallas, las Jhonny Smith de lona y las chupas con chapas de Barón rojo o Leño. No es verdad que no dieran un palo al agua, algunos de ellos sí que lo daban en gasolineras, joyerías y tiendas en general.
Las viejas los llamaban drogueros cuando hablaban de ellos en la sala de espera del médico, pero su nombre más común era porreros -porretas en Cádiz-. Lo de macarras y chulos era sólo una cualidad de la que no todos participaban. Lo que sí era común es la falta de referentes e información sobre a dónde les conducía su estilo de vida. Muchos de ellos acabaron en la cárcel, infectados de sida cuando aún no existía la medicina que les prolongara la vida, o fallecidos por excesos de todo tipo. Los “ninis” sí que tienen información, pero se la pasan por ahí mismo, la gran diferencia es que controlan bastante más y pasan casi totalmente desapercibidos, mezclados con todos los demás; ya sea porque la droga está mucho más extendida en todos los sectores o porque sí les importa el rechazo social y saben cómo eludirlo.