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domingo, 18 de octubre de 2009

El tocón.


En muchos trabajos es relativamente fácil encontrarse con un personaje que te descoloca totalmente. En mi caso se trata de alguien que desde el primer momento me resultó totalmente chocante. Muchas personas pueden parecerle a uno desconcertantes; hasta ahí todo puede ser relativamente normal, pero si además, ese personaje en cuestión, te hace sentir vergüenza ajena, la cosa adquiere otro matiz.
Te hablo del típico tocón. No hablamos de un vulgar y descarado metemano, no; aunque a veces lo parezca. Hablamos de alguien que es consciente de que cuenta con ciertas circunstancias contextuales que hacen posible sus actuaciones… y las usa. No es que tenga unas estrategias demasiado elaboradas como modus operandi, ni tampoco creo que lo haga de forma totalmente natural, así... sin darse cuenta.
Al principio pensaba sobre mí mismo “joder que retorcido soy y que mente más calenturienta tengo; este tío es de una generación más joven que la mía e indudablemente ve las cosas de una manera más natural”…y una polla.
Un servidor, que ha sido bastante abierto y receptivo con todo tipo de teorías, a lo largo de años de interesantes charlas en torno al hachís, no puede evitar justificar inconscientemente la visión de las repetidas ocasiones en que ha presenciado tan burdos e inoportunos tocamientos. En esas ocasiones uno recuerda aquella afirmación que aseguraba que si la gente se tocara más, habría menos odio en el mundo (seguramente la inventó un tocón) y uno se dice a sí mismo que es bonito que la gente se regale cariño de esa manera. Pero entonces ¿por qué sólo toquetea a las que están buenas?
No digo yo que les coja el culo directamente o les restriegue la cebolleta, no se trata de eso, ya digo que gasta cierta pericia a la hora de impartir su “buen rollito sin malas intenciones” a pesar de que ha demostrado, en más de una ocasión, lo cabrón que es.
¿Será algún trauma de la infancia o una necesidad imperiosa de calor humano? ¿Se sentirá desamparado la criaturita? ¿Estaré yo juzgando insana e injustamente una cuestión que mi mojigatería mediocre no sabe valorar en su justa medida?
En mi descargo tengo que decir que una de las primeras lecciones que recuerdo de aquellas clases de filosofía de tercero de BUP, que recibí allá en la noche de los tiempos, era la identificación del espacio propio, el inmediato y no sé que más. Recuerdo hasta el dibujito de círculos concéntricos que ilustraba el texto, y la cuestión aquella de los conflictos que se creaban con la invasión de esos espacios vitales. Yo sacaba buenas notas en filosofía eh.
Ahora, con esa actitud realista y descreída que te dan los años, pienso que tal vez pueda tratarse de una modalidad gris y opaca de sexualidad. Ni siquiera un vicio inconsciente y por supuesto, mucho menos, una inocente forma de expresión de compañerismo.
¿Será que me da envidia? (como decía alguien con quien comenté el tema después de haberlo observado ambos). Pero ¿envidia de qué? ¿De ver los respingos que pegan las compañeras cada vez que este “señor cariñoso” las coge de la cintura? ¿De ver sus caras de fastidio cada vez que este tío les sobetea los hombros a las nueve de la mañana, sin venir a cuento? ¿De ver como les coge las manos o les aprieta los brazos cuando las encuentra desprevenidas en los pasillos o en el ordenador? De todos modos, yo jamás podría hacer algo así, y no es que lo considere un crimen, como mucho un abordaje inoportuno, molesto y feo de presenciar.
¿Será que tiene un encanto tal que llega con ellas a un grado de confianza al que yo nunca podré llegar? ¿Incluso con las que llevan tres días en el centro?
Con el tiempo uno ha visto demasiadas cosas como para creer en los cuentos de pan y pimiento y en este caso, que no se trata precisamente de un príncipe azul sino más bien de una rana de ojos saltones hipertrofiada en gimnasios, uno cae en la cuenta de que simplemente no se ha visto en otra porque no se come una rosca (he tenido ocasión de comprobarlo) y que se aprovecha de estar ahí con su aspecto de simpático inofensivo y colega del novio de las chicas. No sé yo si a los maridos les haría gracia ver como manosean a sus cónyuges tan "sanamente", ni tampoco me importa demasiado, la verdad.
Por muy de mal gusto que me parezcan las actuaciones del tocón, de paupérrimo gusto sería decirle algo al respecto, así que nada…a disfrutar con la biodiversidad. Sobre todo porque desatinos hay para todos los gustos. Me consta que hay alguna que hasta le sigue el rollo y otra que por agravio comparativo se siente despreciada y abandonada por no haber sido abordada nunca por este señor. Ya ves tú.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mis placeres favoritos


El placer de leer un buen artículo que me haga reír o me estimule las neuronas sin llegar a cuestiones demasiado existenciales. El placer del aroma de una varilla de sándalo consumiéndose, a media luz, en un pebetero marroquí de madera taraceada. El jazz rompiendo el silencio de la noche, como un reconstituyente poderoso.
A mí no me hace falta pensar demasiado para saber cuales son mis placeres favoritos; un buen polvazo con una tía buena y una buena cerveza fresquita antes de comer al salir del trabajo, y si es en días de calor… ni te cuento.
Una vez oí decir al personaje de alguna película, en uno de esos diálogos en off, que la manera más sublime de vengarse de la mediocridad de la vida es hacerle el amor a una mujer hermosa. Sí claro, que duda cabe, pero puestos a elegir me quedo con la cervecita. En términos económicos es mucho más barata que el servicio de una señorita en un burdel, pero no se trata de eso. Yo después de un cervezón, con un poco de imaginación y trabajos manuales, puedo aliviar el deseo sexual como hacen miles de personas; incluido yo mismo en periodos de sequía, pero esa simplicidad inefable del néctar de cebada fermentada es del todo insustituible.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Algo bueno me tenía que pasar.


Por el hueco de las escaleras oigo chiflar a mi vecino. Son las ocho y media de la mañana, pero da igual, este tío chifla a todas horas, todos los días. Siempre que me lo encuentro, entrando o saliendo del portal, o recogiendo el correo del buzón lo hace. También lo hace la colección de pájaros enjaulados que tiene en el patio de luces. Los pájaros no sé qué interpretan pero él va para dos semanas que no cambia de repertorio. Hoy también me lo he cruzado y no he podido evitar pensar que es un “chiflatodashoras“, ni siquiera un cantamañanas, que sería lo normal.
No estoy para grandes alegrías y a pesar de que hay quien asegura que también es posible la felicidad un lunes por la mañana, yo no puedo ver la vida con optimismo después de unos kilómetros de carretera mojada y congestionada para volver a ver otra vez las mismas caras. No, no señor. Hoy no puedo ver el rostro pulcro y despejado de Sánchez en la máquina del café sin pensar en la impudicia del enchufado, esa que muestra su arrogancia como si se tratara de méritos propios. Me he cruzado con Lara y me ha parecido el mayor de los infames porque para mí no hay infamia mayor que no devolver un libro prestado. El término paraíso fiscal me parece aberrante y contradictorio y he tenido que oírlo varias veces a lo largo de la mañana. El mejor de los correos que he recibido hoy es el que compara los beneficios del yoga y el alcohol y al salir me he parado a tomar una cerveza y me han puesto unas almejitas de aperitivo, y yo tanto los mejillones como las almejas no los puedo mirar porque si lo hago no soy capaz de comérmelos; me parecen unos bichos horrorosos y extraterrestres familia del cefalópodo ese que salía en Alien.
En una esquina un chico tocaba un blues como los mísmísimos ángeles, y me he parado a escucharlo. Por la calle se ha acercado una rubia potente y hermosa y ni ha mirado, ha pasado de largo ajena totalmente a que esa canción se escribió para alguien como ella y he pensado en lo justo e injusto del sentido de algunas cosas. Pienso que alguien debería haberle gritado...¡Rubia, a Gary moore no se le hace ese desprecio aunque se tenga un culo como el tuyo! También he pensado que las casas viejas tienen alma y que tal vez yo soy una casa vieja.
Esta tarde he recibido una llamada de mi cuñada llamándome degenerado por mi poco apego a la familia; la verdad es que viniendo de alguien que es simpatizante de opus dei me ha parecido todo un piropo. Algo bueno me tenía que pasar hoy, digo yo.