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sábado, 23 de mayo de 2009

Mi célula idealista

Depende de cada persona, pero en general, con el tiempo, uno va curtiéndose con cierto cinismo crónico y descreído a base de vivir para ver. Sin embargo, a estas alturas, aún me sorprendo a mi mismo emocionándome ante algunas cosas; pocas, porque realmente hay pocas cosas que consigan emocionarme en estos tiempos que corren. Pero sí... a veces se me saltan las lágrimas, como a un estúpido, porque algo acaricia la minúscula molécula de esperanza que permanece escondida en alguna recóndita célula dentro de mí; justamente la que aún cree en el ser humano.
No me quiero marcar un rollo lastimero-filosófico, que va. Hablo de utopías que han sido posibles. Sus artífices son unos privilegiados que tienen motivos para creer en la utopía (ni más ni menos) y claro, el idealista que fui, ante eso, se emociona con contención vergonzosa.
En el interior de este país hay una isla, está por la zona de Sevilla y no está rodeada de agua, sino de estupidez. Es un pueblo con tres mil habitantes que se llama Marinaleda. Casi una fábula si quieres, pero palpable y real. Un lugar donde se materializan lo que a los demás nos parecen frases de pasquín, como que la vivienda no es negocio sino un derecho, el pleno empleo y que los políticos no cobren siete veces más que las personas a quienes representan. Un lugar en el que no existen las hipotecas, porque no se especula ferozmente con el terreno, sino que se municipaliza y se dan préstamos que se van abonando a razón de 15 euros al mes. Sí, y se puede hacer porque un ladrillo y una teja cuestan alrededor de treinta céntimos y tantas tejas y ladrillos no tiene una casa como para que tengas que estar toda la vida con el agua al cuello.
Marinaleda es una isla vetada a los buitres, un lugar que ha demostrado que no hay que tragar por cojones y que otros modelos son posibles, y por favor que no me vengan a hablar los analistas políticos de las circunstancias especiales que han hecho posible aquello. No me cuenten ustedes lo de la dimensión del proyecto. No señor, no hay más parámetro que el sentido común y la honestidad y ha sido el modesto poder de un simple alcalde y sus ciudadanos lo que ha hecho real la supuesta utopía, y sepan ustedes que Juanma Sánchez, alcalde de esta localidad, es reclamado a lo largo de toda la geografía peninsular para dar conferencias sobre el modelo de gestión política y económica de su corporación.
En su momento, estudié que la definición de política es el arte de hacer feliz a la gente y, ciertamente, en algunas ocasiones casi se llega a conseguir. Ya he comentado en algún lugar que, después de años estudiando historia, uno ve claro que el concepto de derecha o izquierda es pura manipulación y que por tanto no me posiciono bajo ningún signo. Me da exactamente igual cómo se autodenominen los que sean capaces de cumplir con esa definición que he apuntado, porque yo estaré con ellos, o al menos el idealista que hay en mí; ese que algún día, con un nudo en la garganta, irá a poner flores a la tumba de Salgueiro Maia o hará una pintada en las calles de Marinaleda diciendo “olé vuestros huevos”

2 comentarios:

Antonio S.A. dijo...

No salgo de mi asombro, si eso es verdad. Increíble que pueda haber una alcaldía no gobernada por ignorantes retrógrados, ávidos de dinero y poder, pero que no se preocupan por el prójimo nada más que en las antesalas de las elecciones y sólo para que les vuelvan a votar. La lástima, es este pueblo (ciudad)que tú sabes y que tenemos tan mal gestionado.

juanma dijo...

Afortunadamente es del todo cierto este asunto de Marinaleda. Debajo del texto he dejado un enlace para que podáis informaros algo más si os apetece.