Todo empezó hace años, con la aprobación de la ley antitabaco. Como todos recordamos, se empezó a prohibir fumar en ciertos lugares y se dispusieron sanciones para quienes infringieran esta norma. Lo curioso es que gran parte de la juventud fuma; según coinciden en su observación los adultos que no tuvieron tanta información ni prohibiciones en su momento.
Poco después llegó el carné por puntos que, aunque no supuso una mejora destacable en las cifras de siniestralidad, fue endureciéndose progresivamente. Los ciudadanos seguíamos sufriendo a los conductores enloquecidos, dentro de las poblaciones, sin que jamás apareciera un guardia en ese momento a retirarle puntos, y teníamos que ver también cómo se los quitaban a trabajadores del transporte, que los necesitan para darle de comer a sus hijos. A veces por una simple distracción en un tramo en el que había que reducir de golpe de noventa a cuarenta, sin que apenas hubiera espacio para frenar.
Llegó la crisis, y en lugar de aliviarnos de presiones, se establecían más disposiciones, como aquella en la que en la iteuve te echaban para atrás el coche porque el dibujo de las ruedas alineadas no era exactamente igual, independientemente de que estuvieran flamantes. Si pedías al fabricante una rueda con el mismo dibujo te decía que ya no la fabricaban, aunque te la hubieran vendido cuando pinchaste hacía un mes, con lo cual te tenías que fastidiar y comprar las cuatro nuevas. Y no estaban baratas, nada estaba barato por entonces ni lo está actualmente. Nadie hizo disposiciones para solucionar esas cosas y facilitarnos a los ciudadanos el transito a través de esos malos tiempos.
Empezaron las protestas por la subida del carburante, los camioneros se echaron a la calle y el gobierno reprimió la huelga con veinticinco mil efectivos policiales. El carburante no bajó.
Estando en estas, el gobierno se sintió paternalista y protector y le pilló el gustillo a eso de poner medidas y quitar puntos, de manera que siguieron en esa línea hasta el día de hoy, extendiendo la medida a los tripulantes de los barcos y a los pilotos de los aviones.
Al principio eran simples consejos en televisión, como ocurría en su momento con lo del tabaco y la conducción, pero después continuaron y continuaron. Salir a la calle con ola de calor o a partir de cuarenta grados supone, por tu bien, una retirada de puntos del carné peatonal. Porque se estableció un carné por puntos para peatones. Una vez perdidos sufres arresto domiciliario o penas de cárcel en el caso de ser reincidente, dándole igual al estado que pierdas tu trabajo o que no tengas medios para subsistir.
Actualmente existe toda una variedad de faltas sancionables tipificadas en el código de comportamiento ciudadano. La falta que menos puntos resta es miccionar en la calle y la que más, copular sin protección. Como era de esperar, lo siguiente fue el alcohol. Ahora, la embriaguez pública supone pérdida de puntos. Lo del botellón se solucionó sacando a la calle, otra vez, a los veinticinco mil efectivos policiales. La gente ni mú. Es más, siguen votando a quienes hacen estas leyes.
Continuaron con los obesos. Estos son vigilados, por su bien, con un sistema de tablas de calorías que acompañan a los precios en las cartas de los restaurantes. El obeso está obligado a llevar una tarjeta que el encargado del negocio introduce en un dispositivo junto con la lista del menú elegido. Sobrepasar la cifra permitida de calorías supone una sanción para el dueño del local.
Con los diabéticos ya te puedes imaginar y la próxima parece ser que va a estar enfocada desde el punto de vista de controlar el gasto innecesario en bazares. En esta sociedad actual y libre las cifras no arrojan unos índices destacables en cuanto a la mejora del colesterol, azúcar en la sangre, gastos innecesarios, insolaciones y consumo de alcohol, pero el gobierno, por nuestro bien, sigue diseñando medidas sancionadoras.