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lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Qué fue de la filosofía?


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Si esta conversación hubiera tenido lugar hace dos mil años seguramente habría sucedido en cualquier foro romano o en cualquier ágora griega, pero ha sido en Carrefour donde nos hemos encontrado mi antiguo profesor de filosofía y yo y donde nos hemos puesto a charlar entre pizzas y yogures. Y ciertamente celebra esta ocurrencia mía añadiendo que siempre ha sido socrático.
Aquellos fueron tiempos malos, me dice. En aquella época había que jugársela para explicar el marxismo con un mínimo de objetividad; se podía hacer desde tres puntos de vista, el político, el social y el económico, así que yo opté por este último y santas pascuas. Y mira que yo ni diestro ni zurdo, pero si es cierto que en su momento defendí a García Morente contra quienes lo denostaban por llevar sotana. Porque vamos a ver...esos estudios de la filosofía de la historia y su reciprocidad con la historia de la filosofía están por encima de posiciones ideológicas. Pues no crea usted que ha cambiado mucho el asunto, le respondí, que de forma diferente, pero todavía seguimos cogidos con pinzas y acojonados, se lo digo yo.
      A pesar de verlo bien, lo que a mí me descorazona más y me ha costado más de un rato largo de amarga reflexión es esa acritud con la que me relata cómo, después de llevar varios años ya jubilado, tiene que convivir en su senectud con el panorama actual...esto no es lo que yo enseñaba en las aulas a esta generación. Uno se pregunta qué ha sido de la filosofía y de tantos años de trabajo viendo en lo que ha degenerado todo. ¿Para qué? ¿Qué habrá fallado? ¡Y esto no se arregla con un alambre eh! Porque como tú comprenderás esto no puede verse como el fracaso de un entrenador cuyo equipo ha perdido la liga. Esto es algo más dramático. Pues tal vez haría falta un poco de filosofía, le respondo presto, a lo que él mirándome fijamente y en tono grave replica: un poco no...un mucho.
Después, además de desconcertarme con su razonable desazón, me pregunta, con nombres y apellidos incluidos, por varios de sus antiguos alumnos y a mí se me ocurre responderle....que sepas que, políticos aparte, con los compañeros por los que me preguntas sí hiciste un buen trabajo, me consta. En ese momento, su móvil suena privándonos de una despedida merecedora de tal encuentro...incluso eso ha degenerado..qué cosas.

sábado, 6 de julio de 2013

Menú de chiringuito playero

 
     Me quedaban sólo doce euros y pico y gasoil suficiente para regresar, así que no me preocupé demasiado por haberme dejado olvidada la tarjeta en casa y me dispuse a comer antes de regresar tranquilamente después de unos días de escapada a la costa. La verdad es que tenía bastante apetito y me dirigí a la terraza de un chiringuito para sentarme y pedir uno de esos menús que ofrecían justamente por doce euros.
-Tráigame usted la bebida mientras decido qué voy a comer, le dije al camarero mientras leía en la pizarra e iba decidiendo entre los varios platos que figuraban escritos. El camarero, que no daba a basto, se fue a servir en las otras mesas y en un huequecito me trajo  la cerveza y un aperitivo. No tenía demasiada prisa. Se estaba bien a la sombra refrigerada por la brisa marinera. 
     Hasta ahí todo bien, lo malo es que en la pizarra no ponía nada de los platos añadidos que incluía el menú de chiringuito playero y que no son otra cosa que la visita incesante de chicos negros, uno detrás de otro, ofreciéndote deuvedés piratas, gafas de sol, bolsos, relojes, calzoncillos y demás bagatelas. Hasta cinco conté. A estos con un simple “no, gracias” y no mirarles la mercancía es suficiente para que no te insistan. Después llegó un quinqui de voz aguardentosa vendiendo no sé qué boletos, insistiendo duramente y casi rayando en la imposición.
-Venga tío, que yo también tengo derecho a comer, que tengo chiquillos y tal...Vale, que yo entiendo todo esto y sé que soy un cabrón privilegiado que puede comer menú en mesa de bar, sé lo jodida que está la vida y el derecho a buscársela que todos tenemos, pero es que de verdad que, precisamente hoy, no tengo para darte nada, pensé mientras me imbuía en una especie de desconexión resignada. Fue a fuerza de no hacerle caso que el quinqui se fue a otra mesa, aunque no sin antes soltar un comentario desairado que consiguió que empezara a incomodarme. No obstante, lo que hasta ahora sólo habían sido simples incordios pronto pasó a ser una situación realmente tensa cuando a continuación aparece un marroquí con dos relojes y una carterita con esa actitud de... me compras por cojones sí o sí, porque si no lo haces voy a estar aquí soltando impertinencias hasta que te quite las ganas de comer porque a mí me da igual molestarte ya que no tengo nada mejor que hacer. Después de haber entrado en algunas tiendas de Ceuta y de la calle San Miguel de Torremolinos, para ver la marroquinería que tanto me gusta, yo ya conocía estas maneras desagradables que algunos de ellos tienen y he presenciado la descortesía con la que hablan a las mujeres y el tono belicoso con que tratan a los turistas y lo último que me apetecía era aguantar malos rollos así que, antes de explotar, ni regateé, le di los cinco euros que pedía por la porquería de carterita de plástico y me dejó en paz. Llamé al camarero para decirle que anulara el menú y me diera un bocadillo que aún podía pagar, pero en ese momento aparece un sudamericano con sombrero de paja y una guitarra cantando eso de...si Adelita se fuera con otro y como, mira tú por dónde, el camarero no aparecía y al cantante todo el mundo le echaba unas monedas en el sombrero, por no quedar mal y no ser un borde yo también hice lo propio. O le pedía prestada la guitarra y me ponía a cantar yo para poder pagar o iba a acabar fregando platos si me traían el menú, así que me apresuré hasta la barra y pagué la cervecita, cuando todavía podía hacerlo, excusándome con el argumento de que me había surgido un problema urgente y tenía que irme.
 Ni loco intento yo comer más en la terraza de un bar de playa, iba yo pensando por el camino mientras conducía famélico hasta casa. Aproximadamente tres horas después ya estaba en los bares de siempre, en los que el servicio, irritado con el calor insoportable de este pueblo, no te trata con la misma simpatía con la que lo hacen en la costa y en la que el único morito que había en el bar estaba desbancando la máquina tragaperras.

martes, 19 de marzo de 2013

La moda de los pantalones para sordomudos

¡Oh deleite!, que cuando creíamos haber visto todo, en materia de modas y provocación en el atuendo, aparecen los llamados pantalones para sordomudos. Llamados así porque la fémina que los calza permite de esta manera una nítida lectura de sus labios. Y anda que no cambia nada verlas con unos simples vaqueros ceñidos a mirarlas con esta prenda que supone un paso adelante y que va bastante más allá de una silueta en la que adivinar formas. Ahora es que las ves sin problemas. Lo malo de esto es que a uno se le va la vista inevitablemente y que se experimenta una incómoda sensación de ridículo cuando te sabes cazado en tales visionados raudos y espontáneos ante una chica de buen ver mostrándote, sin rubor, sus hendiduras y prominencias, que para eso la moda lo justifica, ordinariez o buen gusto aparte.
 Hace años se oía una frase que decía que sufre más el que ve que el que enseña, y vaya si es verdad.   
Uno se pregunta ¿qué pensarán cuando sorprenden a algún incauto mirándolas?, y uno se responde que precisamente para eso se las ponen, porque la verdad es que la prenda no parece ser precisamente el paradigma de la comodidad y la discreción. Si es un viejo, seguramente lo llamen viejo verde, y a los demás de salidos para arriba por lo que dado que me lo van a llamar de todas formas, por mi parte pienso disfrutar de esta moda que espero sea duradera. No obstante, pienso que estaría bien observar como mirarían ellas en el caso en el que nosotros nos pusiéramos una prenda similar en la que se nos notara hasta el escaloncillo del glande. En mi caso, canijo y con el lustre perdido seguramente no sería un espectáculo demasiado atractivo, pero me pica la curiosidad.

miércoles, 9 de enero de 2013

Ponerle cara a todo

Esto de la crisis ya causa incluso alucinaciones. Es inevitable ver crisis por todos lados y es normal ponerle cara a las cosas y yo, últimamente, miro a mi alrededor y veo un alemán enorme, rubio y con aspecto sádico, detrás de cada uno de nosotros. En los bares, en las aceras, en las manifestaciones, al lado de Toxo y Méndez, en los estancos, en los botellones, en los programas basura de la tele, en los documentales de la dos, en las tiendas de chinos, en el Carrefour, en la desesperación de un padre que no encuentra trabajo, en la famosa champions league de cepaté (no te podemos olvidar),...un alemán detrás de todo incauto españolito, asiéndolo humillantemente del cogote con una mano y expoliándole el bolsillo con la otra. Un alemán de esos que perdieron las dos guerras mundiales anteriores y que ahora se vengan, porque, en definitiva, esto es una guerra y ¿qué es una guerra?..pues la aniquilación de todo; ahora no te tiran bombas, pero te desahucian, te despiden, te ignoran, te cobran por pedir justicia, te acorralan, te arrebatan el pan y la sal y les da igual que te suicides...es más, te ponen la cuerda para que te cuelgues y lo justifican o te hacen sentir culpable por haber votado a los anteriores manirrotos...y dado que  "El tío la vara" no aparece,  así va a seguir siendo hasta que nos revolvamos contra el alemán y los que permiten esto, dándole un golpe en los mismísimos y diciendo...quita ya cojooooooooones.

Y ahí no acaban las alucinaciones; también veo la cara de muñeca parlante y diabólica de la Merkel y me acojono, también veo ese semblante lleno de humanidad de la Cospedal, esa alternativa eficaz de Rubalcaba y ese brillo de inteligencia en los ojos de nuestro actual presidente y una corriente de euforia me recorre el cuerpo...ya ves tú.



domingo, 6 de enero de 2013

Una china en una boutique

Ya lo había observado en otra ocasión, pero esta vez me ha llamado la atención por lo evidente del asunto. Una china en una boutique de marca mirando ropa a destajo. Por favor que clientela más exigente, piensa uno en un primer momento cuando la ves escrutando, detalle por detalle, las prendas a una velocidad vertiginosa, sin pausa y sin dejar nada atrás; las etiquetas, las costuras, la textura, los bordados, los bolsillos...es que no se le escapaba nada, un trabajo de chinos oye, y al final se va sin comprar nada. Supongo que en una boutique menos concurrida o a una hora menos visitada, los mismos dependientes harían algo ante la evidencia de esas escuálidas ojeadoras asiáticas que después van a imitar la prenda en una versión de entre tres y cinco euros.
Pasado el momento divertido de la escena, uno reflexiona con la Lola, que lo estaba observando también y cae en la cuenta de varias cosas. En primer lugar, y puestos a pensar, ¿qué me importa a mí que le copien la colección a un diseñador que vive en una mansión y que goza de prestigio vendiendo prendas a precios imposibles? Como muchos españoles, yo también visito las tiendas de ropa de chinos y, a pesar del reparo que me da el olor a plastiqueo y falsificación, me siento atraído por los precios razonables y asequibles. Joder ¿es que sólo los chinos tienen sentido común últimamente? Lo malo es que junto con los precios que nuestra economía en crisis agradece, sin darnos cuenta, están importándonos pobreza y falta de derechos. Un círculo vicioso imposible de reconducir. Se me ocurre que cada vez que un chino entre en una boutique reciba un trato personalizado de todo el personal ofreciendo ayuda y asesoramiento agobiante para agobiar a los ojeadores de una forma cortés para dificultarles de alguna manera este descaro, pero ¿de veras es mejor para mí?