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viernes, 23 de julio de 2010

En Portugal

Pasadas unas horas en Portugal, salvo por unas velocidades impensables en las carreteras españolas desde que existe el carné por puntos, uno no tiene la sensación de estar en otro país; más bien en una comunidad autónoma bilingüe, y digo bilingüe porque en todo momento verás que te entiendes divinamente con ellos. Bien sea porque, ante un español, tienen la deferencia de hablar un portugués fácil o tal vez porque el portugués sea fácil dentro de un contexto como puede ser un restaurante o una tienda. De cualquier modo, uno observa con perplejidad que cualquier camarero o tendero sabe hablar nuestro idioma; tanto mejor cuanto más modesto sea el comercio y mayor la persona que te atiende.
Pasados unos días, uno tiene la certeza de que los españoles vivimos de espaldas a Portugal porque, salvo los gallegos y extremeños fronterizos, en general, los españoles desconocemos la cocina lusa, los hoteles ostensiblemente más baratos y la cerveza a mitad de precio. Salvo algunos inconvenientes como las tarrinitas de paté y el platito de aceitunas (pequeñas y desaliñadas para uno de Jaén) que te ponen sin pedirlas y que te cobran de forma obligatoria como entrante del menú, sin duda todo son sorpresas gratas. Empezando por un trato exquisito y educado, salvo raras excepciones, y siguiendo por el hecho de que el mismo policía que te pone una multa de 20 euros, por un mal aparcamiento, llama a un amigo que trabaja en el banco, para solucionarte en ese momento el problema que tienes en el cajero con la tarjeta...a uno le pueden sorprender con cualquier cosa.
Pronto uno tiene la certeza de que es imposible que se inventaran los tacones de aguja en Portugal, dado que las calles son empedradas y sin aceras en su mayoría. Después de haber visitado varios pueblos, uno tiene la sensación de haber retrocedido en el tiempo y se siente como seguramente debió sentirse un sueco visitando Mojacar en los años 60, a pesar de que hay autovías con cámaras y de que no se puede fumar en ninguna parte de un local público. Uno se sorprende cuando después de esperar un rato considerable, porque los cocineros portugueses se toman su tiempo para hacer las comidas, a uno le sirven unos platos increíbles en los que la vianda, el aroma, y el esmero es desbordante y asequible. No obstante, de todo, lo más increíble, para un español acostumbrado a las ansias separatistas de catalanes y vascos, es comprobar que muchos portugueses atribuyen, con cierta resignación, el atraso secular de su país precisamente a eso, a su temprana separación de Castilla gracias a las gestas de su rey Alfonso. Uno se queda pensativo ante tales comentarios y no se le ocurre otra cosa que responder: bueno...por lo menos no sufrís a zapatero y no os quitan puntos del carné, ante lo cual responden con una risa y un comentario en el que, sorprendentemente, demuestran conocer nuestra realidad política.
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