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martes, 2 de junio de 2009

Sobredimensionados

Mirando fotos, películas o grabaciones en general de los setenta, uno nota rápidamente que hay algo que aparece sobredimensionado. Es cierto que las hostias en las películas de Bud Spencer y Terence Hill estaban exageradas, pero por lo demás, las cosas eran realmente así. Hablo de los picos de los cuellos, del pelo rizado de los negros, de las patillas y de los bajos acampanados de los pantalones.
Llegaron los ochenta y también la década tuvo su parte de objetos sobredimensionados; acuérdate de los equipos estéreos, que cuanto más grandes eran y más lucecitas llevaban incorporadas mejores nos parecían. La estupidez también estaba sobredimensionada en los ochenta; eran tiempos de “todo vale” y de “aquí no pasa nada” pasara lo que pasara. No obstante, hay que decir que esta magnificación del tamaño de la estupidez no es únicamente característica de esta década; últimamente ha reaparecido con fuerza, igual que los pantalones de pata de elefante a principios de los noventa.
Y llegaron justamente eso, los años noventa y por supuesto también tuvieron su dosis de objetos sobredimensionados; en este caso se trataba de las tetas y de las punteras de los zapatos. La manía por los pechos enormes, que ya tenía su antecedente en la cancioncita aquella de Boys boys boys, ha dado lugar a toda una cultura obsesiva por deslumbrar con volúmenes imposibles y ha acabado por hacernos creer a todos que a los tíos, realmente, nos gustan las aberraciones que han terminado por implantarse algunas.
Esta moda está durando hasta bien entrada la primera década del siglo veintiuno, la cual, como era de esperar, también dispone de sus propios objetos sobredimensionados. A ver, piensa un poco ¿cuáles crees que son? …pues los relojes. Ya ves tú ¿quién lo iba a decir en una época en la que hasta los condones llevan incorporado un reloj digital?
Tenemos reloj en el móvil, en el ordenador, en la tele, en los bolígrafos, los llaveros, las calculadoras, los emepetrés, los emepecuatro, las carpetas, y en cualquier chominá que menos te esperes, y ya ves tú…precisamente ahora se ponen de moda relojes de tamaños sobrecogedores. Yo mismo llevo un patatón en la muñeca que miro, un poco estupefacto, pensando cómo puede gustarme semejante engendro. Como siempre no puedo resistirme a pensar en el futuro y en este caso a imaginar qué objetos nos sobredimensionará la próxima y cercana década.

6 comentarios:

Paolo dijo...

"en los noventa, fueron las tetas y las punteras de los zapatos", y se olvidaron la parte intermedia que va desde los pectorales has la punta de los pies. Y sinceramente creo que en la próxima década se sobredimensionará esa parte olvidada
Un saludo

juanma medina dijo...

Se me ocurren varias partes. ¡Qué no sea la barriga por favor! Saludos

Antonio S.A. dijo...

A mí, en particular, las prefiero de cualquier tamaño, por pequeñas que sean, salvo las siliconadas. Me parece algo verdaderamente horrendo.

juanma medina dijo...

Pues verás, Antonio, a mi me parecen horrendos los peluquines y los bisoñés. En lo tocante (o ganas de tocante) a las tetas siliconadas…te aseguro que hay auténticas maravillas …No obstante, reconozco que lo natural siempre es más auténtico, aunque no necesariamente más bonito en bastantes casos.

Antonio S.A. dijo...

Te aseguro que ni las de Pamela Anderson me gustan, aunque reconozco que estéticamente no están mal, no me ponen absolutamente nada. Es que lo mío es psicológico creo (o puede que incluso patológico). Ojo, eso no quiere decir que me gusten todas las naturales (se ve cada cosa por ahí) tan sólo que las prefiero a las de silicona. Ahora parece que la moda es hacerlas de la propia grasa de la mujer, quién sabe, puede que esas si me gusten.

juanma dijo...

Es que a partir de los cuarenta ya no se pone uno tan facilmente y se lo achacamos a cualquier cosa. jajaja También podria ser eh.