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sábado, 28 de febrero de 2009

¿Por qué?

¿Por qué el jazz y su grandeza es una música minoritaria y desconocida mientras suena en los cuarenta principales rap de garrafón que levanta pasiones?
¿Por qué un ruso nos va a representar en eurovisión? ¿Es retrógrado y xenófobo mostrar extrañeza?
¿Por qué la mayoría de las cantantes de última generación parecen comehombres cabreadas?
¿Por qué los toca pelotas de los futbolistas mueven millones de euros mientras que los facultativos que salvan vidas diariamente tienen sueldos inferiores a los que tenían los albañiles antes de la crisis?
¿Por qué los guiris son tan horteras?
¿Por qué la mayoría siempre lleva la razón aunque estén institucionalizando las injusticias más evidentes?
¿Por qué los tipos más mediocres acaban por ser jefes y decidir sobre la vida de los demás?
¿Por qué los cabrones más intimidatorios e insufribles necesitan visitar los templos, los domingos por la mañana, dándose golpes de pecho y entonando el mea culpa?
¿Por qué nos dejamos manipular con conceptos como derecha e izquierda, si realmente son la misma cosa dependiendo de quién nos la presente y cuándo y dónde se nos crucen en una coyuntura social?...Ejemplos hay bastante ilustrativos.
¿Por qué me pone los pelos de punta la disciplina de partido?
¿Por qué no existe una opción política que represente a quienes no están de acuerdo con las excentricidades dañinas de la “izquierda” y los excesos de paternalismo decimonónico de la “derecha”?
¿Por qué los “simpáticos”, carnavaleros y bromistas gaditanos se violentan ante la broma de un foráneo?
¿Por qué es tan grave que yo diga sudaca sin odio, igual que digo tocata o bocata, y sin embargo no pasa nada si un argentino me pone a parir y me llama gallego aunque sea andaluz?
¿Quién tiene la culpa de que los maestros trabajen acojonados y los padres vayan a la cárcel por darle un cachete a un chaval que se lo merece?
¿Por qué tanta polémica sobre la edad adecuada para tener relaciones sexuales legales y tanta impunidad para un menor que asesina?
¿Alguien comprende de qué va la huelga de jueces?
¿Por qué muchos piensan y nadie dice que Picasso es un fraude y Penélope Cruz y Almodóvar están sobrevalorados?
¿Por qué te tachan de facha si cuestionas los antiguos y apolillados tópicos progres del siglo pasado que imperan ahora?
¿Por qué se siguen casando parejas veinteañeras?
¿Por qué lo vemos y seguimos empeorando?

lunes, 16 de febrero de 2009

Me he echado novio

Mis cuñados me han advertido muy seriamente que no les dé ideas a mis hermanas. Dicen que últimamente, desde que tuvimos la conversación en casa de mamá, en el cumpleaños de mi sobrina, andan bastante contestonas. Yo no las estoy incitando a nada. Sólo les dije la verdad; que me he echado novio.
No pensarían que después de separarme iba a estar a salto de mata eternamente…ni hablar. Además que yo no tengo tiempo de nada. Estoy todo el día trabajando, con los niños y con la casa, no como ellas, que les da para apuntarse a talleres de teatro y al gimnasio.
Antes me daba envidia ver el tiempo que tienen para ellas mismas, pero ahora tengo novio y de haberlo sabido me separo antes. Ahí iba yo a estar aguantando. No digo yo que éste sea perfecto, pero vamos… no hay color, donde va parar; éste sí que sabe, y además me hace la comidita, me retira la mesa y me trae el desayuno a la cama los fines de semana que nos vemos. Y menos mal que no os cuento los centrifugados que me mete. De todos modos no lo creeríais. Yo tampoco me lo creo…vamos que ríete tú de la vida perra de Juanita Narboni.
¿Sabes lo que te digo hermana?...que por mucho método Pilates con el que te machaques no te vas a librar del efecto piruleta. Sí, ya sabes…ese que te ensancha la espalda y te hace perder el culo a partir de cierta edad. Mi novio me lo hace perder a mí, pero con el método pollates, y gratis…¿Qué? ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo?
Te enseñaría una foto suya para que veas lo guapo que es, tengo una que le hice el día de su cumpleaños, que le llevé una tarta y todo, pero con la humareda de las cuarenta y tantas velitas encendidas no se le ve muy bien la cara. A mí ya no me da envidia de vosotras, yo, ahora, tengo novio, y me pongo batas de leopardo y lencería de fantasía a juego.

jueves, 5 de febrero de 2009

Sórdido

Yo no lo busqué, simplemente sonó el teléfono y una señorita me confirmaba la reserva para Javier en un hotel de Valencia. Javier iba a Barcelona ese fin de semana, según me dijo; como hiciera otras veces por motivos laborales. No era un error; quien se supone que estaba con él me lo corroboró, extrañado, cuando lo llamé. Después, el mismo Javier, acorralado, declaró con exasperación que estaba con Maite; la mujer de su socio. Y lo hizo desafiante y violento, imponiéndose cínicamente.
No me di cuenta. De verdad que no reparé en nada. Mi sistema nervioso era el piloto automático de un avión y mi cabeza un caos de rabia e imágenes inconexas. Pero lo peor era la incertidumbre; la incertidumbre ante lo impensable.
Mamá se quedó con los niños, preocupada y resignada, y yo subí en el coche y conduje con intención de llegar hasta allí, sin saber exactamente para qué. Imagino que años de matrimonio y seguridad imprimen una inercia absurda a las acciones. Tal vez me presentaría en el hotel y llamaría a la puerta de la habitación para sorprenderlos. Montaría en cólera y reclamaría violentamente lo que me pertenece. Tal vez era esa la razón de mi viaje hasta allí.
El coche avanzaba, zigzagueante y peligroso, al compás de mis pulsiones y los kilómetros se sucedían en mi cabeza enajenada, que viajaba ajena a los detalles del salpicadero. Alguien, detrás, se percató de que algo no iba bien para quien estaba al volante de ese automóvil y me siguió durante unos kilómetros.
Se paró, el coche se paró porque había tantas cosas chapoteando en mi mente que mi atención no estaba en disposición de ver que el indicador de reserva llevaba encendido demasiado tiempo. Y ahí, de verdad de que no me di cuenta, todo se paró… o todo empezó; no lo sé muy bien. Tal vez iba hacia el abismo, escapaba de él o me deslizaba por su rápido y devorador tobogán en esos momentos.
No llegué; hasta la puerta de aquella habitación de hotel quiero decir, pero sí llegué a otros lugares hacia los que me condujo aquella inflexión en la línea desesperantemente lineal de mi vida.
Detrás de mí paró el automóvil que me había estado siguiendo, y de él bajó quien en pocos minutos hizo que dejara de importarme llegar a ninguna parte. Todo se detuvo y dio lugar a un reconfortante dejarse llevar que mis nervios interpretaron como una alternativa a romperse definitivamente.
Aquel hombre se encargó de solucionarlo todo mientras yo permanecía sentada y después me fui con él. Me daba igual a dónde. Me daba igual su respiración profunda mientras me penetraba, me daban igual sus billetes de quinientos euros cada vez que sacaba la billetera para canjear en el casino, me daba igual la automática en la guantera, me daba igual aquel lujo de tapicería de cuero blanco en el bemeuve y en los sofás del salón, y también me dio igual el cuerpo tendido después de aquel sonido atronador del disparo.