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lunes, 3 de noviembre de 2008

Cinco con veinte


Entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, a veces, en el acostumbrado receso, antes de reincorporarme, me encuentro con Marta y tomamos juntos un café. Han abierto un local nuevo en la calle paralela y hemos decidido visitarlo..bueno pues…por hacer algo diferente; ya ves tú.
Nada, un ratito apenas y nos vamos para el curre rápidamente que hay que fichar. Pago yo esta vez. ¿Me dices que te debo chica? Ha sido un cubata y un cortado.
-Pues.. cuatro euros del cubata y uno veinte del café… cinco veinte. Eso esperaba yo escuchar mientras iba preparando la cantidad extrayendo monedas del puñado que tenía en la otra mano. Un simple y rapidito cálculo mental, dos palabritas y ya está, pero que va; la chica se da la vuelta sin decir nada y comienza a golpear compulsivamente una pantallita con el dedo. Ha debido equivocarse y vuelve a hacerlo otra vez. La operación se ha bloqueado y comienza a teclear por tercera vez. Un ruidito extraño en una maquinita periférica irrumpe y la chica se aleja. Joder, con la prisa que tengo. Marta me mira inquietándose; hemos apurado el tiempo del que disponíamos y casi que llegamos tarde. No es bueno vivir con este estrés, me digo a mi mismo y me relajo por un momento hasta que aparece la camarera con un rollo de papel que introduce en una impresora de tickets antes de comenzar de nuevo a toquetear cuadritos en la dichosa pantalla sin prisa ninguna. En la pantalla aparece un mosaico con dibujitos de refrescos y demás y a mí se me antoja que lo hace adrede y cada vez la veo más ralentizada. Sus movimientos son pausados como los del bicho ese que tarda dos horas en subir treinta centímetros de árbol y mis nervios empiezan a funcionar como los de cualquier ser urbano encorsetado en un horario.
Oye, ten piedad, le digo a la chica. Cóbrame y sigues con la maquinita todo el rato que quieras, a mi no me hace falta ticket ni nada, sólo quiero irme ya.
La chica me mira y responde malhumorada, aunque no sé exactamente qué, pero da igual; desde la época de Sardá y sus ilustres invitados uno se ha acostumbrado a muchas cosas en este país.
Ya me había pasado antes en una droguería. En aquella ocasión pregunté por el precio de unas brochas y tuve que esperar un buen rato mientras el chico consultaba tranquilamente, en un ordenador, el material del que disponía, los distintos modelos y sus precios correspondientes, para después alargar la mano detrás de él y darme un paquetito que ya tenía el precio marcado en una etiqueta. ¡No fastidies tío! Mira la estantería y punto, que es más rápido y más sano y de camino te metes el ordenador por ahí mismo.
Después de todo un día de atascos, cámaras por doquier y ordenadores hasta en la sopa, uno merece otro trato; aquel que te dispensaban los camareros cuando te decían sin dilación…cinco euros con veinte. Si señor, sin software ni pollas, que para eso estaban los mostradores, las tizas, y las orejas para sostenerlas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es desesperante tanta tecnica,
de veras.
Llevas toda la razon.
( Me encanta.. como siempre )

Anónimo dijo...

¡¡¡JUAAAAAAAAAAAAAAAS!!!

Eres el rey del humor cotidiano.

Los informáticos, en el fondo, somos buena gente... Total, sólo queremos dominar el mundo.

Aunque, claro, la culpa no es nuestra, la culpa es de todos los demás: ¡¡¡de los usuarios!!! Patanes, que sois unos patanes.

En cualquier caso, si en vez de camarera fuera un camarero y la maquinita de marras mostrara un cuerpo femenino bien torneado, más desnudo cuanto más rápido hubiera sido el individuo al realizar la operación, ya verías tú como te daban la cuenta rapidísmo.

Todo es cuestión de estímulos en esta vida.

lola dijo...

Es verdad que la incorporación de la informática en muchos negocios ha ralentizado y empeorado el trato al cliente, pero también es verdad, que ahora llevamos un rítmo impensable en otros tiempos.
Yo recuerdo al tendero de mi barrio, que formaba enormes colas, mientras tardaba hora y media con cada señora, a la que por supuesto le preguntaba sobre vida y milagros, y ella muy atenta y solícita daba todo tipo de explicaciones. Ah, que tiempos aquellos, en que los camareros eran profesionales y memorizaban listados de peticiones, que ríete tú de la memoria de los ordenadores, y además tenían hasta un ratito para decirte entre bromas lo guapa que estabas.

Unknown dijo...

Eres un poco tremendo xDD pobre igual era nueva!! jajajaja que sepas que te leo siempre aunque no siepre te firme, eske soi una mujer muy okupada jajajaja. besito