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lunes, 11 de agosto de 2008

Un maravilloso legado


En los años sesenta y setenta había una tribu urbana que, aunque desdibujada, ha llegado hasta nuestros días, conviviendo con el resto de tribus. Posee una idiosincrasia especial. Nunca fueron bien vistos, ni antes ni ahora, tal vez porque su característica especial siempre ha sido la de incordiar, su ubicación natural la del grano en el culo y su argumento más reconocible aquel de “ni sí ni no sino todo lo contrario”. Hablo de los “progres“. Durante la dictadura se decantaban por una clara ideología izquierdista, a pesar de no someterse a ninguna disciplina de partido y de estar en conflicto con todas. Se les reconocía por sus barbas y jerseys de corte existencialista en el caso de ellos y por el aire seudo-hippie en el caso de ellas. Estos progres de antaño, hoy en día, están reciclados y militan en todo tipo de formaciones políticas; nacionalistas, moderadas, radicales, oposicionistas y gubernamentales, pero en su momento formaban grupos medio clandestinos en los que la mitad de sus miembros eran policías infiltrados. Durante sus primeros momentos, querían cambiar el mundo y matar dictadores.
Ni templarios ni masones, los progres, más bien pasan por ser una especie de opus dei al revés. Controlan, desde la sombra o desde posiciones visibles, muchos aspectos de nuestra vida. Su aristocracia preside asociaciones y ocupan puestos directivos en departamentos administrativos. Entre otras cosas, se sabe que han implantado el canon para material audiovisual y que por tanto deciden cuanto tenemos que pagar por un cedé virgen. Diseñan planes educativos, crean nuevas consejerías, nos piden optimismo ante la crisis y marcan estilo en muchos ámbitos. De hecho, en sus comienzos, tenían su propia música, el llamado rokc progresivo, -como no-. Ensalzaron a Smash como banda de culto y después nos vendieron cantautores por un tubo desde las discográficas que controlaban o creaban.
Esta tribu no son simples pandillas de moteros que se juntan para ir a las concentraciones, no son raperos protestotes ni grupos de camorristas. El objetivo de los progres siempre ha sido el poder y su legado late con fuerza en nuestra sociedad. Ahora se les llama "alternativos" y fundan oenegés, pero se reciclarán y ostentarán poder pasado un tiempo, vive Dios que lo harán. Entre ellos, como en todo, hay variedad, hay intrusismo y también autenticidad, pero, en general, la mayoría tienen un claro afán de protagonismo y les pierde su inevitable pose esnob. El mismísimo cetapé ha bebido de su filosofía y, aunque en versión adaptada, es un ejemplo claro de que siguen en el candelero. ¿O creías que sólo la iglesia tiene tentáculos invisibles?
Sería injusto, no obstante, decir que entre sus luces y sus sombras no se incluyen aportaciones positivas que han supuesto ciertos avances en determinados periodos de los últimos cincuenta años de nuestra historia. ¿Aún no sabes quienes son?, ¿nunca habías oído hablar de ellos? Yo aprendí a identificarlos hace tiempo, pero aún me siguen despistando y me sigo preguntando cuando veo a uno de ellos: ¿de qué va este tío? Precisamente en eso radica su genialidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grandísimo artículo. Yo me he criado entre progres y burgueses acomodados. La parte sur del Maresme (mi comarca de infancia y juventud), que curiosamente y por una vez es la parte rica, está atestadita de hippijos, aún hoy en día... Y está muy bien traída la Iglesia. La cuestión es adoctrinar en nombre del Bien, del que sólo ellos son portavoces (antes: Dios; ahora: la ecología y otras mandangas). A mí que me dejen en paz, lo cual ya suelen hacerlo porque, gordo y jevi, no quedo bien entre sus tropas. Incluso el jevi progresivo (progressive metal), de verdad, es posiblemente el subgénero metálico que menos me gusta.