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viernes, 4 de mayo de 2012

Frivolidades, las justas por el momento.

¡Oh maravilla!, por ahí he leído que el gran Sardá vuelve a la televisión. Sí, ese muchacho que empezó repartiendo gallifantes en los años ochenta y que acabó haciendo de la televisión un circo de homosexuales locas haciendo el payaso, un espectáculo de gente insultándose y agrediéndose y una cancha en la que humillar y reírse de friquis y paletos de todo pelaje, al más puro estilo del típico señorito ridiculizando, con sus amiguetes, a cuatro desgraciados y otros tantos “mariquitas graciosos” con los que divertirse, incluso yendo a recogerlos en limusina a  barrios obreros y suburbios.  La homosexualidad, a mi parecer, no es ese espectáculo indigno que nos ofrecía este individuo.

Si quieres te doy la lista de algunos de sus personajes “ensalzados” como Tamara luego Ambar, Arlequí, Toni Genil y  Dantés. Otros había que resultaban la mar de pedagógicos, encargándose de enseñarnos a dialogar respetuosamente de la manera más pacífica, como el tal Kiko Matamoros y su hermano, los cuales aparecían reconociendo que se ponían de coca hasta las cejas y haciéndose publicidad blandiendo un bate de béisbol.  Aquello fue todo un fenómeno, y me consta que bastante menos inocuo de lo que nos parecía, inundando todos los canales de mal gusto y de personajes descubiertos en "crónicas marranas"; y no digo marranas precisamente porque se vieran tetas, aunque incluso a la discoteca de mi pueblo vino Dinio enseñando el pito y la bruja maruja poniendo velas negras. No había manera de librarse de semejante engendro del que el catalán parecía estar tan orgulloso.

El único que por entonces dijo algo al respecto fue Sabina que, a pesar de no ser precisamente un dechado de virtudes, tuvo la decencia de abominar en público del ínclito Sardá, aunque a lo más que llegó fue a preguntarse dónde había ido a parar su talento.
He oído decir a alguien de mi entorno que habría que prohibir, por decreto ley, que el tal Javier se acercara a un plató de televisión, pero sería la manera perfecta de convertirlo en un héroe victima de la intolerancia y de la ausencia de libertad, así que no se me ocurre otra cosa mejor que cambiar de canal o exigir un decreto ley contra la falta de respeto y de ética en los medios de comunicación, sobre todo si es de esa forma tan descarada.

Sinceramente, no creo que al catalán éste, que se forró como para vivir como un marajá tres vidas, tenga la necesidad de volver a la carga por dinero, y por otra parte no me parece precisamente ahora el mejor momento para semejantes frivolidades. Espero que si sigue en la misma línea, los índices de audiencia den cuenta de él, pero claro, de nuevo me asalta la duda de siempre: ¿no será que tenemos lo que nos merecemos?










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