visitas desde el 23/07/2008

viernes, 9 de enero de 2009

Una historia totalmente cierta

En un pueblo de Aragón, de cuyo nombre no quiero acordarme y aunque quisiera no me acordaría, hace ya algunos años que llegué como músico de una orquesta de verbena; de esas que llevan como repertorio las horteradas de moda de los últimos cinco años, incluidos los éxitos del verano, el tractor amarillo y Paquito el chocolatero.
Tarantino se llamaba la orquesta de la que yo formaba parte como bajista y, puedo prometer y prometo que, todo lo que a continuación relato es rigurosamente cierto de principio a fin.
Normalmente, el primer pase solía empezar sobre las once de la noche. Al pueblo en cuestión llegábamos sobre las seis de la tarde, de manera que, mientras los montadores hacían su trabajo instalando todo el equipo sobre el escenario, los músicos solíamos dar un pequeño paseo hasta la hora de probar sonido; era una agradable rutina que tuvo lugar durante casi los dos meses de verano que duró la gira.
Aquella tarde, de la que voy a hablar, tuvo su peculiaridad; como casi todas aquellas tardes. Un viejete se acercó hasta el escenario mientras ecualizábamos y, movido por el hecho de que la furgoneta tenía matrícula de Jaén, aseguró ser amigo de Sabina, el cantautor giennense. Yo, viendo la cara de cachondeo del señor, por mi parte, aseguré ser primo del mismo y, ante mi inamovilidad en la afirmación, aquel señor, que andaba apoyado en un bastón y con cierta dificultad, se ausentó para después regresar con varias fotografías en las que aparecía con Joaquín en diversos lugares y situaciones. Algunas de aquellas fotografías tenían unas dedicatorias, escritas de puño y letra del ínclito artista, que no dejaban lugar a dudas sobre la amistad entre ambos.
Resultó que aquel señor había sido un comisario político republicano que vivió exiliado en Londres hasta la muerte del dictador. Esa circunstancia fue precisamente la que permitió que se conocieran y entablaran amistad.
Ni que decir tiene lo miserable que me sentí en aquel momento; sobre todo porque, viendo la cara de satisfacción del tío Pedro (así lo llamaban), no fui capaz de deshacer el entuerto con dignidad. Durante unos minutos sopesé los pros y los contras de aclarar la situación y al final decidí continuar con la falsa. Posiblemente Sabina me habría dado una patada en los cataplines por capullo, pero os aseguro que no era fácil decidir qué hacer en aquel momento.
Sea como fuere, el tío Pedro permaneció a mi lado, debajo del escenario, durante todo el rato que duró la velada. Yo lo miraba y admiraba su fidelidad, aguantando el tipo, mezclado con la agitada juventud que bailaba con las melodías y los ritmos de las cantantes latinas de moda.
Afortunadamente, en el repertorio, llevábamos una Sabina y, llegado el momento, pedí al cantante que me dejara dedicársela y cantarla. Tendríais que haber visto al tío Pedro levantar la marrilla, vibrar y saltar mientras yo entonaba aquello de…mucha mucha policía…
Infame o no, de alguna manera, creo que aquello fue un pequeño regalo a aquel hombre. Una vez hubimos terminado, me alejé con mi vergüenza para no dar la cara. Pasado el tiempo, sólo lamento no haberme despedido de aquel señor aprovechando la oportunidad de agradecerle los años de su vida empleados en la lucha por la libertad. Juzgue cada cual, como le parezca, esta historia totalmente cierta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no lo soporto al Sabina, la verdad. Me parece uno de los grandes anti-héroes del papel cuché, un perfecto contra-ejemplo de todo lo bueno, el camino a no seguir. Pero, en fin, también hay quien se alegra de haber conocido en persona a Maradona, que le da mil vueltas.

Anónimo dijo...

Te has quedado corto con respecto a lo que yo opino de Sabina, pero, queramoslo o no, es un genio. ¿Cómo es posible que Dios (si es que existe) haya dotado de semejante capacidad a un ser tan inmundo? Ya ves, a veces ocurren estas cosas. En el futuro se hablará de él como hoy se habla de Góngora o Quevedo. Ha existido un antes y un después de Sabina en la historia de las letras de este país; sé lo que digo. Por mi actividad cantautoril, en su momento, conocí a gente de su entorno y te aseguro que es una figura demasiado compleja como para caer en maniqueismos sobre él.