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jueves, 4 de diciembre de 2008

Mi tercer matrimonio


Yo no tengo mujer ni hijos, tengo ordenador; un precioso portátil con el que me casé en terceras nupcias. Mi primer matrimonio fue con una rubia de Salamanca y el segundo con un Pentium tres, grande y torpón que, a pesar de su pantalla plana y su grabador de cedés, no tenía capacidad suficiente para llenar mi vida. Aunque… ahora que lo pienso… hace muchos años mantuve una relación efímera con un armatoste, de pantallón voluminoso, que apenas era capaz de abrir una foto cuando lo sacabas del eme-esedós.
He de reconocer que, lejos de traumas y abogados, este último cambio de pareja ha sido gozoso, aunque hayamos tenido que superar ciertas incompatibilidades con la vieja impresora, el escaner y demás periféricos. Con cada uno de los ordenadores inicié una vida nueva basada en un sistema operativo distinto y a pesar de que todas mis relaciones fueron windoneas, una fue más profesional y otra mejor vista; como ha ocurrido siempre.
Decían las malas lenguas que eso del ordenador es algo muy frío…No estoy de acuerdo. A mí me dio una vida que no tenía; ocupó mis largas horas de soledad y me brindó la oportunidad de realizar todas mis inquietudes; abriéndome una ventana al mundo con todo tipo de chats, blogs y foros. Con mi ordenador he podido viajar por las cumbres más remotas o por las intimidades de alcoba más excitantes y siempre me ha acompañado. Mi ordenador siempre me espera, paciente y encendidito, mientras estoy en la cocina o en el sofá y trae, hasta su disco duro, películas y canciones para mí, que luego me canta.
Gracias a él, mi casa y mi lecho se han llenado, a veces, de risas de mujeres que me han mostrado su alma o han desaparecido sin dejar el más mínimo rastro de calor humano. Gracias también a él, los días fríos de invierno, las tardes calurosas de verano, las mañanas lluviosas y melancólicas de otoño, los miércoles de ceniza y la noche de San Juan no han sido fieras al acecho. Mi ordenador siempre me sorprende, por navidad y para mi cumpleaños, con un bonito mensaje que se despliega en la pantalla y yo, agradecido, le regalo un ratón óptico, un pen drive, un disco duro externo o alguna bagatela para tenerlo contento y actualizado.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

jejeje ya te contaré yo al oido mí opinión sobre este relato.

Anónimo dijo...

Sí, en una piscina climatizada mientras me das un masajito. jajajaj

Anónimo dijo...

Hay una canción de Bad Religion que viene a explicar esta historia. I love my computer, se llama, claro.

Ahí va con un friqui como otro cualquiera haciendo playback: http://www.youtube.com/watch?v=4wz1Myk41VU&feature=related

Anónimo dijo...

Un temazo a pesar de lo machacón que resulta el tratamiento heavy. Que lástima no saber inglés. Saludos.

Anónimo dijo...

Tienes razón para cuidarle, mimarle, gracias a él has tenido esperiencias maravillosas que de otro modo ni habrias soñado...Como siempre genial...beso

Anónimo dijo...

Si es que quién no se conforma, es porque no quiere. ¿verdad? ;)

terry dijo...

Muy bueno paisano Juanma, las de aventuras que surgen y, variadas, de los locuelos Quijotes con sus Dulcineas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Ya ves, antes los molinos eran gigantes y ahora las dulcineas, ordenadores. Encantado de verte por aquí, amigo Terry, y gracias por tu visitas. He intentado entrar a veces en tu blog, pero exige registro y algo me falla.

Anónimo dijo...

Te voy a dar tratamiento heavy, a ti... Mecachis la mar...

Bad religion es punk rock, además. No es heavy, ni metal.

¡Bárbaro! ¡Qué sabrás tú de nuestro arte!

;)

Anónimo dijo...

Vaya, no sabía yo que fueran papas con arroz...Pero vamos, que no dije que fuera heavy, sino que tienen tratamiento heay y no me negarás, al margen de matices, que esas guitarras con distorsión no son precisamente propias del jazz.