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sábado, 12 de julio de 2008

Memoria SIM


Yo tengo dos móviles; uno es el arcaico número primitivo que conservo desde hace casi una década y el otro fue una adquisición posterior debida a la necesidad de separar algunas cosas de mi vida diaria. Sabido es que estos aparatejos se introducen de manera alarmante e inevitable en el buen discurrir de los asuntos cotidianos. Estos aparatos han dado lugar a grandes sorpresas y precipitadas separaciones. Estos aparatos lo registran todo; llamadas, mensajes, número … basta con hurgar un poco en sus entresijos para descubrir todo lo que de inconfesable y lado oscuro tienen muchas personas. No es nada nuevo que los seres humanos tengamos facetas y affeires ocultos, lo que ocurre, simplemente, es que la tecnología permite que ahora puedan ser descubiertos con relativa facilidad. Antaño no era fácil descubrir que tu mujer te pone los cuernos con el vecino y, según la creencia popular, el cornudo era el último en enterarse, pero hoy basta con mirar en la memoria sim para descubrirlo. Hay quien sabe que esto es así y jamás se atrevería a mirar en el móvil de su cónyuge por cierto miedo intuitivo a lo que se podría encontrar ahí. Esto de los móviles es un poco como los bolsos de las mujeres; uno nunca mete la mano dentro por no querer toparse con la cantidad de cosas que contiene, y aquí ocurre lo mismo. Un simple descuido ocasiona que no se borre un mensaje, o el desconocimiento del funcionamiento impide que hagamos desaparecer las llamadas realizadas y las recibidas.
Yo tenía una pareja y un solo móvil, pero empecé a chatear por internet y mi vida empezó a diversificarse en muchos aspectos. El indicativo perfecto o el barómetro de mi actividad social es o, mejor dicho, son mis móviles. Cuando no tengo ni pareja ni relación fluida con los amigos; bien sea por su no disponibilidad, por periodos de ciertas tensiones o por asuntos laborales, mis teléfonos conservan su carga de batería durante semanas sin otra función que la recepción de publicidad. Digamos que uno de los números, el más antiguo, goza de carácter oficial. O sea, que es el que tienen los bancos, mis compañeros, mi jefe, los comercios y mi novia cuando la tengo. Normalmente la novia que ha pasado a la agenda de este móvil ha sido extraida del segundo número, el cual, como es de imaginar, tiene sólo carácter oficioso. Esta permanencia en una u otra agenda convierte también a las personas en oficiales u oficiosas en mi vida ya que el primer teléfono permanece casi siempre disponible, al igual que lo estoy yo para ellas, no ocurriendo lo mismo con el segundo, cuya simple desconexión me permite desaparecer sin necesidad de farragosos abra cadabras. Bueno, esto de conectar o desconectar los móviles permite distintas posibilidades y combinaciones que conllevan una indiscutible implicación, a saber:
.Teléfono oficioso desconectado y oficial no.-Periodo de gran actividad en todos los sentidos; ligues que ocultar y novia a quien ocultárselo. Nunca estos periodos han ido más allá de cuatro o cinco meses. Dándose a veces la circunstancia de que pasado ese tiempo las chicas han cambiado de agenda, de manera que la oficiosa ha pasado a ser la oficial y viceversa.
.Teléfono oficial apagado y oficioso conectado.- Estoy de picos pardos y después diré que se me olvidó en el coche o que me quedé sin batería.
.Los dos teléfonos conectados.- No me como una puta rosca ni oficial ni oficiosa. Son periodos propensos a depresiones y reflexiones filantrópicas. Miradas lánguidas por la ventana, güisqui, sensación de fracaso, canciones de Hilario Camacho sonando sin cesar y desgana por toda actividad que no sea la meramente dedicada a la supervivencia. Son periodos cada vez más duraderos y frecuentes.
. Los dos teléfonos desconectados.- Estoy de vacaciones con mi nueva novia.
Las mujeres que conozco suelen tener un solo móvil. Cuando las llama algún tío dicen que es un amigo que sólo quería saludarlas, tú te lo crees y punto.

3 comentarios:

Lola dijo...

Tener o no tener más de un teléfono esa es la cuestión... efectivamente nunca se sabe lo que llevan las mujeres en sus infinitos e inacabables bolsos, siempre encuentras aquello inimaginable... pues eso ocurre con los teléfonos, que nunca sabes la sorpresa que te pueden dar... tener un telóno oficioso para aquello intrasdencente de tu vida, camaderia, ligue o nievieta de turno, es decir todos aquellos a los cuales no se considera importantes y puede pasar por la vida de uno sin más. El teléfono Oficial, importante de la vida, su tono suena más fuerte, esta disponible para aquellos o aquello que si tienen una más extrecha relación con uno y siempre es importante, amigos de toda la vida, novia oficial o pareja fija, familia, etc...sin él no se puede vivir.
Este relato refleja mucho a nosotros mismos en nuestra faceta personal diaria, lo que si tiene importancia en nuestra vida y lo que puede pasar sin ton ni son
on/off el oficioso
On/off el oficial
Muy bueno

lola dijo...

Visto por el lado positivo, los móviles han ahorrado verdaderas fortunas en detectives, y también han sanado rapidamente supuestas paranoias -la de gente que andaba buscando ayuda y tomando pastillas, porque se imaginaba infidelidades-.
Pero yo creo que el común de los mortales, tiene sólo uno que la mayoria del tiempo yace en silencio, o que no suena con la voz que tanto nos gustaría escuchar. Sólo unos pocos ligones/as ( que si no con el rollo de la coeducación me echarán a los perros )necesitan dos para sus escarceos, pero debe ser divertido y complicado saber quien tiene un número o el otro.
Como siempre, un placer leerte.

Anónimo dijo...

Joer, macho... ¡Qué organización! Te deseo de todo corazón que mandes a tomar viento el móvil oficioso para toda la eternidad por haberse estabilizado tu vida afectiva. O no, como tú prefieras.

Espero que lo las "depresiones" lo digas frívolamente (que ya suele hacerse, no te critico por ello), porque las de verdad sientan pero que mal, mal. Y si no es frívolamente, pues tienes todo mi apoyo.

En cualquier caso, me ha gustado tu escrito. Es original y está bien hilvanado. Sólo baila que al final un "siempre" se convierte en un "a veces". Con haber sustituido el "siempre" por un "casi siempre" (que suele ser su estado natural, pero vale la pena especificarlo), ya hubiera estado resuelto.

Me suscribo y te voy leyendo.

¡Saludos!