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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Eso no se hace.


Esta tarde iba yo al notario a hacer testamento. Es algo que hace tiempo tenía pensado porque nunca se sabe. Espero que el cura que haya de darme la extremaunción no sea todavía ni monaguillo (como dice uno que yo me sé), pero como tengo que coger diariamente el coche para ir a trabajar, y ya me he dado un par de leñazos, he pensado que no es mala idea dejar atadas algunas cosas. Ya sabes, hacer beneficiarias a un par de instituciones filantrópicas y joder a mi hermano y mis sobrinos todo lo que me sea posible.
Bueno, en estas tesituras andaba yo al pasar por la plaza de la constitución de mi ciudad cuando de repente me encuentro el ayuntamiento engalanado con dos pendones enormes, tales que llegaban desde el tejado al suelo, con el yugo y las flechas de falange, flanqueando un tercero, igualmente de tamaño bestial, que contenía el águila imperial que salía en las pesetas franquistas junto con el letrerito de “una, grande, libre”. Todo vallado, lleno de insignias rancias, tablados, entarimados y policía custodiando. Uffffff, como en los nodos que conocí en mi infancia, sólo que a color.
Supongo que ya iba bastante predispuesto de antemano, y de repente se me ha pasado de todo por la cabeza durante los breves segundos que me ha durado la impresión. No niego que hasta se me ha descompuesto el cuerpo. Imagínate, la cara de estupefacción de algunos abueletes que pasaban (seguro que van a tener colitis durante unos cuantos días) y la cara de sorpresa, por desconocimiento, de los chavales que cruzaban. Una de las primeras cosas en las que, durante esos primeros segundos, he caído es que el equipo de gobierno, que es del pepé, estuvieran llevando a cabo su versión de la memoria histórica...un pelín lejos a mi gusto, eso sí. El caso es que todo estaba tranquilo a pesar de que los nostálgicos de las “familias de bien” de toda la vida estaban reunidos en nutridos grupitos, mostrando sus pletóricas caras cual sujetos pasivos de una felación.

Ya recuperado de la primera y momentánea impresión y con intención de racionalizar un poco el asunto, me he dado un breve paseito por la plaza y me he dirigido a un pringaillo con pearcing y tatuajes que andaba montando guardia con un chaleco reflectante dentro del cercado.
-Quillo…¿qué pasa aquí?
-Na…que van a rodar mañana la película esa de la Mula.
Ostras, es verdad, me dije, Qué tonto. Si yo he leído la novela y hace unos días me enteré que la estaban rodando en Lopera. El autor, Juan Eslava, tengo entendido que fue profesor del instituto en el que estudié yo bachillerato… Además, en los años cincuenta se rodó en esta misma plaza una escena de una película de Joselito, no sé de qué me extraño.
De todos modos, esto no se hace. No se puede llegar a un pueblo y montar tal tinglado en un rato sin avisar previamente. Más que nada lo digo porque de haberlo sabido no habría pasado por allí con la camisa azul marino que vestía esta tarde, mira tú que casualidad.
Detrás de mí, a mi derecha, con pantalón corto, el director Michael Radford , quien dirigió recientemente "Un plan brillante" y "El mercader de Venecia". Pasa totalmente desapercibido por desaliñado.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Efímera y eterna


Tú y yo somos algo más que un mero accidente que se disuelve en la memoria a corto plazo. Somos vidas cruzadas en un punto de un eje cartesiano. Tú y yo somos un encuentro en una función entre coordenadas, una ecuación con dos variables, dos incógnitas por despejar, una confluencia espacio-temporal. Es cierto que tú y yo no somos el texto de una historia, ni tenemos la dimensión suficiente para un solo verso, pero hemos sido una intersección efímera y eterna.