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viernes, 2 de marzo de 2012

Vivo en armonía con mi entorno


Yo vivo en armonía con mi entorno. Lo que pasa es que mi entorno, exceptuando el centro laboral, no es otra cosa que la avenida que hace esquina con mi calle. Ahí está el supermercado al que voy a comprar y la misma señora con la que suelo coincidir en la caja y que suspira y repite a menudo aquello de que antes con cinco mil pesetas te llevabas el carro lleno y ahora con cincuenta euros no da para nada. Y estoy de acuerdo con ella en que los euros han sido una ruina.Al otro lado de la calle están el pub y el restaurante, con menú del día, de los que no salgo ni a martillazos. La cocinera ya es como mi mujer, me da de comer casi todos los días y se me enfada si llego después de las tres y media, pero nunca se niega a prepararme algo por tarde que sea. El camarero, que se llama Adriano, me canturrea, cuando me ve entrar, la cancioncita esa que yo le enseñé una tarde que me tomé la confianza y un par de cubatas más de la cuenta. Esa de su tocallo Adriano Celentano que dice...Chi non lavora non fa l'amore.
Me da pereza coger el coche de un tiempo a esta parte y la verdad...estoy tan a gustito y tan seguro que no necesito más. Leo la prensa en el rinconcito privilegiado del pub que está frente a la tele y que te permite tener una perspectiva privilegiada a la vez que pasar desapercibido. Lo malo es que en verano es un rincón infernal en el que no llega el aire del climatizador.
Una vez incluso fui famoso en mi entorno, y la calle entera habló de mí durante los días posteriores a llevarme los novecientos euros de la porra con bote del Jelo. Pago religiosamente mis copas, como un señor, y salvo en contadas ocasiones, no me tomo las confianzas más de la cuenta. Me aparto con disimulo de los gritones, agresivos y, en general, de la gente de mal gusto, de manera que he desarrollado, cual animal de jungla, un sentido bastante desarrollado para reconocer la fauna potencialmente nociva y las situaciones con cierto aspecto de desagradables. Sé cuándo y con quién tengo que callarme y también cuándo puedo hacer una disertación con la que desquitarme. Sigo sorprerdiéndome con las chiquilladas propias de los adultos, como las que hace el vecino de enfrente que es corresponsal del Jaén y que se da la vuelta para no toparse conmigo desde que le dije que iba a presentar mi libro. Paso más desapercibido que nunca, no me como una rosca ni pagando y creo que hay quién incluso me tiene aprecio, pero por encima de todo estoy convencido de que todo hay que hacerlo con elegancia, y palabra que lo intento.

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