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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Moncloa, 21 de noviembre de 2011


Una vez pasada la euforia de los primeros momentos, el nuevo presidente de este puñetero e incomprensible país acude a la llamada de la naturaleza y se sienta en el váter de su nueva residencia. Ante sus ojos no puede presentarse un panorama más desolador; el mismo panorama que zapatero veía todos los días cuando cagaba. Lo realmente insoportable son los pequeños detalles. José Luis no ha tenido la delicadeza de retirar el rollo de papel higiénico que no ha agotado. Como es de imaginar, en esos primeros momentos de aclimatación, los pensamientos son muchos y mientras fluyen, la mirada gafosa de nuestro personaje se pierde entre la insidia de algunas manchas delatoras que no tiene más remedio que observar.
Por lo menos habrá que cambiar las cortinitas, se dice a sí mismo Mariano, mientras arranca, con dos deditos, un trozo del mencionado papel para realizar escrupulosamente la toilete más incómoda de su vida. Ni siquiera se atreve a darse una ducha ante la visión de un bote de gel olvidado en la repisa de la bañera.
“Deberían permitir que cada presidente viviera en su casa, en lugar de someternos a esta ignominia”, le dice a su mujer cuando se acuestan por la noche en el mismo lecho conyugal en el que Rodríguez ha pasado los más de siete años últimos. Por supuesto, ni asomo de libido en mucho tiempo. Mejor habría sido desinfectar y hacer una reforma en profundidad antes de entrar aqui.
En el armario de cocina ha aparecido una bota militar de la talla 37 y un batisaco gótico como talega del pan, un libro de Borges en la mesita de noche y una camiseta del ché atrancando la taza del servicio de la segunda planta...el panorama es desolador.