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jueves, 24 de junio de 2010

Hoy es mi día, cojones...


La primera felicitación fue a las doce y diez de la noche, cuando la voz encendida, susurrante y aguardentosa de Ana me llamada clandestinamente mientras su marido veía la tele placidamente en el salón. El año pasado lo hizo desde la playa de Málaga, metiendo los pies en el agua en mi honor, mientras veía las hogueras de la noche de San Juan. Este año la crisis se ha agudizado y mi mileurista amante, a la que también le han bajado el sueldo, no puede permitirse otra cosa que una sórdida llamada y expresarme su ferviente deseo de adelantar nuestra cita mensual.
A las nueve y media de la mañana suena el teléfono y aún adormilado contesto a mi chica con un “hola cariño, buenos días” a lo que una voz grave y masculina responde impávidamente “Buenos días, le llamo de Carrefour para saber a qué hora le vendría bien que le lleváramos el pedido” De ninguna de las maneras habría imaginado yo que fuera otra persona quien llamara a esa hora y, efectivamente, mi chica llamó, justo después de colgar los del sofá, a quienes llevaba esperando unas semanitas.
En el trabajo…nada, igual que siempre, los únicos que me felicitan son Juan y Juani por aquello de ser tocayos y tal. Los que están alrededor y lo oyen, un año más, ponen cara de sorpresa y me felicitan con argumentos tales como: -es que lo de “ma” después de Juan despista mucho-. Y no deja de sorprenderme que después de once años, cada año sea igual. Hay quien apunta también que la culpa la tengo yo por no felicitar a Honorato, Norberto, y Teófilo en su onomástica. Tócate los huevos…a ver quién sabe cuando es el santo de éstos.
Llevo semanas esperando que vengan a pintarme el dormitorio y justo hoy me llama el pintor diciéndome que tiene un hueco y que viene esta tarde. El mecánico de la puerta de la cochera, al que también llevo esperando unas semanitas, se ha unido a la fiesta y también viene esta tarde a fastidiarme la celebración; y a éste cualquiera le dice que no…
Mi chica me regala la última novela de Eslava que ya me había comprado el lunes pasado e inmediatamente después de desenvolver el regalito suena el teléfono. Una voz con acento sudamericano que asegura llamarse Adrián me suelta un rollo sobre no sé qué producto de no sé qué empresa. Pues mira Adrián, ni en tu casa sabrán cuando es tu santo, pero como resulta que yo me llamo Juan, como tú bien acabas de llamarme, y no has tenido la deferencia de felicitarme, te comunico que no estoy interesado en escucharte y mucho menos en comprarte nada…y todavía son las siete de la tarde…a ver qué más trae el día.