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jueves, 31 de julio de 2008

Cuestión de estilo.


Esto del estilo ha debido existir desde siempre, imagino. Estoy convencido de que en el paleolítico ya había quien usaba buriles y rasgadores con diseños rompedores, grupos que cazaban con técnicas más vanguardistas, cuevas de alto standing, y abalorios y ropajes distinguidos. Desde el simple gruñido para identificar a un bisonte, hasta su sofisticada nomenclatura latina(Bison Bonasus), esto del estilo pasa por ser una cuestión de avance cultural.
Me ponen nervioso los restaurantes que sirven esos platos enormes en los que colocan una porción mínima de comida, decorada con pintarrajos hechos con no sé qué líquido negro. Sé que me va a costar un pastón la idiotez de que el cocinero tenga inquietudes artísticas. Vamos a ver…yo he venido a comer, no a pagarle a este señor el garabato sobre la merluza. El mismo medallón servido sin el rayajo me cuesta 20 euros menos en el bar de la esquina, pero ese es justo el precio que se paga, en este caso, por vivir con cierto estilo. El mío es más proletario. Yo disfruto mucho más con un cartucho de adobo y una cerveza en un banco de la playa o en la mesa de un saturado comedor de freiduría, o eso creía yo hasta que me encontré frente a un señor de costumbres bastante poco higiénicas que me quitó el apetito totalmente. Nunca me planteé las incomodidades de las colas o los humos en las mesas en las que me hacinaba junto a una familia con niños inquietos y cónyuges gritones hasta que probé las delicias de los comedores climatizados con menú de diseño, de los cuales siempre salgo con hambre y timado, pero tratado con exquisitez, que duda cabe.
Siempre me han entusiasmado los campings y la posibilidad de contacto con la naturaleza que proporciona alojarse en ellos. Yo vivía las vacaciones convencido de que las tiendas de campaña son una experiencia mejor que encerrarse en la habitación de un hotel. -Para eso me quedo en mi casa que es más cómoda y más grande, pensaba. Además no hay que reservar y te da libertad de movimiento.
Con esto pasaba por alto las muchas deficiencias con las que me iba encontrando en unos y otros campings. En muchos casos, el dueño suele ser un individuo que tenía un terreno y montó el negocio sin la más breve noción de turismo. En algunos el guarda nocturno era un pobre diablo medio bebido, en otros la recepción estaba atendida por personas que desconocen la cortesía y el buen trato, no era difícil toparse con pandillas ruidosas que te jodían el descanso impunemente y en la mayoría de ellos la limpieza de los servicios dejaba mucho que desear. Con este panorama empecé a valorar y a acostumbrarme al trato profesional y las comodidades de la hostelería sin darme cuenta. ¿Me estaré aburguesando o me estaré haciendo viejo? Esto de vivir con estilo, en muchos casos, es también una cuestión de comodidad más que de estética. Lo que no ha cambiado, en ninguno de mis viajes, es el hecho de que todas las mujeres con las que voy sufren, indefectiblemente, de estreñimiento durante todos los días que dura el mismo, sea cual sea su estilo, y créeme que ha habido variedad.




lunes, 21 de julio de 2008

Cogerle el puntillo. (2ª parte)

¿Recuerdas cuando en nuestros mejores tiempos te pedía que eligieras restaurante para cenar? Tú, muy amable y complaciente, me respondías que eligiera yo e, incauto de mí, así lo hacía y ninguno te parecía bien. Uno por uno ibas rechazando mis propuestas y continuabas diciéndome que el que yo quisiera. Ignoro las razones que te llevaron a obligarme a recorrer toda la ciudad aquella noche al grito de “elige tú“, pero recuerdo ese gesto de hacer un barrido raudo con la cabeza por entre las mesas y salir de cada local, a prisa, con ese rictus nasal tan tuyo; ese que siempre usas cuando algo te desagrada. Yo sólo tenía hambre y ganas de sentarme y por eso te dije, algo enfadado, que iba a cenar contigo o sin ti. Una vez ubicados en una mesa al fondo del último de los restaurantes de Jaén; el más caro por cierto, sobrevino tu venganza entreverada en la conversación apasionada en la que nos enfrascamos:
-¿Cómo que te gusta follar conmigo o sin mi? ¿Es que quieres decirme algo que no capto? De veras cariño, es que no te cojo el puntillo. ¿Es broma o me quieres arruinar la noche?
Con el tiempo pude comprobar si era broma o no. ¡Vaya que sí lo comprobé!
Meses llevabas sin, ni siquiera, dirigirme una palabra. Por no hablarme, ni me respondías cuando te preguntaba si te importaba que apagase el aire acondicionado, no me escuchabas cuando me dirigía a ti para decirte que iba a recoger la mesa para cenar o que hicieras el favor de no empujarme para coger tus botes de la estantería mientras estaba sentado en la taza del w.c. Pasabas a mi lado como pasabas cerca de un sillón; creo que vivías en una dimensión paralela en la que yo era sólo un ente invisible que provocaba fenómenos poltergeist cuando cogía un vaso o deshacía la cama. Si no…¿qué explicación tiene que gritaras como posesa, sin mirarme, la noche que apagué la luz del dormitorio porque tardabas demasiado en volver del cuarto de baño y yo tenía sueño? Si me hubieras considerado un ser habitante de tu dimensión tal vez hubieras entrado con cuidado de no despertarme y te hubieras acostado sin gritarme, dejando el tema para otro momento mejor. Así pasó el tiempo suficiente para que llegara a sentirme invisible, inaudible, intangible, infumable, indigno, insulso, imbécil, ininteligible e ignoto y como tal me comporté durante dos días, después de los cuales rompiste el silencio para decirme que no soportabas mi comportamiento ausente y distante, que te largabas, que no podías más. Esta vez sí que te cogí el puntillo y te abrí la puerta, gentilmente, para que te fueras, tal como decías desear. ¿He dicho que te cogí el puntillo? Ni en broma…en ese momento me miraste como quien mira al futuro receptor de su riñón y te fuiste al dormitorio para continuar con tu existencia de habitante de realidad paralela que convive con una presencia paranormal en el mismo apartamento. En alguna ocasión estuve tentado de intentar atravesarte al cruzarme conmigo en la cocina, como lo hacen los fantasmas de las películas, tal era mi asunción del papel que me habías adjudicado.
Tanta guerra con los turnos de visita de los niños. Toda propuesta te parecía mal y me costó una fortuna en abogados llegar a establecer un acuerdo razonable contigo. Meses me tuviste sin verlos y ahora me los encasquetas todos los fines de semana, sin falta. Cuando te digo que me viene mal porque quiero mirar pisos para alquilar me preguntas, insidiosamente, que si me molestan mis hijos. No cariño, no me molestan. No me importa no echar un polvo desde hace meses porque no me dejas un solo sábado libre, mientras tú te vas de viaje con ese noviete que te has echado, es que mis hermanos quieren vender el piso de mis difuntos padres y necesito un lugar donde vivir ¿sabes? …Y ahora que hablamos de pisos. Tanto debate sobre qué partes del mismo nos pertenecen a ambos y resulta que la comunidad y la contribución la tengo que pagar yo porque dices que para eso es mío, a pesar de que no pongo los pies en él desde hace dos años. Definitivamente, reconozco que tengo serias dificultades para cogerte el puntito.

viernes, 18 de julio de 2008

Ligar con Lucía Etxebarría


Lucía Etxebarría dejaba una entrada en su blog hace unos días en la que decía:
“…por cierto, por si algun joven de buen ver me encuentra por el festival y se le ocurre la idea de ligar conmigo, aquí hay unas pequeñas reglas que le podrían servir de orientación:
- no me pidas que lea tu cuento o tu guion o tu borrador de novela. me haces pensar que solo te intereso en tanto potencial acceso a la publicación o a la producción
- no me apabulles con tus conocimientos literarios. a) no me gusta el name dropping b) ya he estado la semana pasada en un congreso literario y vengo agobiada de hablar de literatura
- no me hagas entrevistas. no me gusta responder entrevistas ni siquiera cuando me veo obligada a elllo por contrato, mucho menos en mis momentos de ocio
así de simple.”

“…por lo demás: QUE GUAPOS SON LOS HOMBRES VASCOS, no puedo dejar de repetirlo. ayer por la noche estuve en el bar Rïo, de Vitoria y … en fin, qué material. Pero la palma se la lleva el guitarrista que acompañabaa a HH. El hombre más guapo del mundo, en mi opinión. Negro, metro noventa, una cara espectacular, que parecía tallada, un cuerpo de desmayo. Venía de Benin. LIONEL LUEKE, se llama-”
Lo he copiado y pegado así, tal cual, con la falta de tildes y el descuido con el que la premio planeta escribe en su blog. A mí, que me ha “hecho gracia” el hecho de que ponga reglas para ligar con ella (tratándonos de borregos o estúpidos) y de que hable de los hombres como “material” y alabe los cuerpazos obviando otras cualidades como el intelecto, la sensibilidad, el amor por la familia, el ser trabajador etc….me ha parecido bastante contradictorio el asunto, dada su aversión por los hombres que hablan en esos términos de las mujeres.
Siendo respetuoso y suave y sin que falte en buen humor se me ha ocurrido colgar en su blog (del cual echa a quien discrepa con ella) el siguiente cuentecillo:


Ligar con Lucía Etxebarría.
Lucía hace alarde, sin reparo alguno, de su gusto por horrorosos grupos pseudopunkis y poperos de los años ochenta; yo creo que es ganas de dar porculo, pero también le gusta el jazz y eso la salva, sin duda que la salva. Yo, que soy un fiel seguidor de Pedro Ruy-Blas y de Patricia Barber, no suelo perderme un acontecimiento de este tipo y en esta ocasión se sumaba el aliciente de que ella iba a estar allí, así que ni lo dudé y saqué mi entrada con antelación. El año pasado me presenté en Almuñecar para ver los encuentros de jazz en la costa y tuve que ver a Stanley Jordan subido a un árbol del parque contiguo. Quién iba a sospechar que estos eventos llenarían de esa manera. En mi pueblo, Bisbal se vio solo cuando vino a cantar a la plaza de toros. Luego para que digan que no hay buen gusto en este país.
Bueno, pues reconozco que me daba un morbazo que te cagas ligarme a la Etxebarría y ya que ella había dado pistas de cómo hacerlo, en una entrada de su blog, la ocasión la pintaban calva.
Verás… a mí hablar de literatura me toca los cojones y me aburre cantidad y el name dropping no tengo ni pajolera idea de lo que es, así que en ese sentido no hay problema. En cuanto a hacerle leer uno de mis escritos ya lo estoy haciendo aquí y ahora.
Reconozco que en su momento fantaseé con ligármela para que, subyugada y encoñada conmigo y mi calidad literaria, exigiera a sus editores que me editaran un libro, pero desde que soy funcionario como que me la suda la fama y la gloria así que, en ese sentido, no tenía miedo de meter la pata. Es más, como si llama a sus contactos para impedir que prospere mi carrera literaria…me la suda. Lo realmente difícil eran dos cosas: localizarla entre tanta gente y establecer conversación con ella sin ser el guitarrista de kaka de luxe o un crítico musical negligente. ¿Si le digo hola qué tal te gusta el jazz parecería una entrevista? No se me ocurría otra forma mejor de establecer contacto que preguntándole algo, pero intuí que el encuentro debía ser algo natural, casual e inevitable. Quien sabe como atacarle a una excéntrica ínclita, así que no le di más vueltas y fijé mi objetivo.
Por fin la vi. Estaba hablando con LIONEL LUEKE después de una actuación.
-Ella se lo puede permitir por ser famosa. De no ser por eso lo iba a tener bastante dificilillo, pensé.
-La chica no está mal. Es guapita y tal. Yo he visto fotos suyas de joven y era un bombonazo, pero ahora es otro cantar…no obstante conserva aún curvas suculentas y a mí me da morbo cepillármela, sobre todo por si me menciona en algún parrafillo de su próxima novela y paso a la posteridad. Seguí pensando.
Yo soy un fenómeno para las cuarentonas…lo que yo te diga. Soy guapito desde siempre, no es coña, pero ahora he desarrollado un aspecto irresistible con la madurez. Las canas y mi piel bien cuidada son mi mejor garantía de éxito y con eso contaba cuando me acerqué y me coloqué al lado de ellos esperando mi oportunidad de hablar con ella. Lo tenía realmente difícil pero a mí me daba igual tomarme el cubata allí que en otro sitio, así que me coloqué estratégicamente y fue la atención de Lionel la que llamé, no la de Lucía, ya vés. Que mosqueo tronco, el tío no dejaba de mirarme. No sé si mosqueado, él también, o es que me reconoció de cuando yo era cantautor y tocaba el los pubs de Murcia. El caso es que el tío empezó a perder interés por la conversación con ella y se centró en intercambiar miradas conmigo. Te aseguro que fue bastante intimidante.
-Mira que si me da una hostia el negrazo este de dos metros…pero vamos..aún así lo prefiero a que le dé por ponerse cariñoso, pensé.
Y que conste que no eran prejuicios, era acojonamiento.
Lucía, que se percató de la movida, antes de despedirse de Loueke, me miró. En su cara pude ver que no iba a tener la más mínima oportunidad con ella…Total…no vale nada…me dije.

sábado, 12 de julio de 2008

Memoria SIM


Yo tengo dos móviles; uno es el arcaico número primitivo que conservo desde hace casi una década y el otro fue una adquisición posterior debida a la necesidad de separar algunas cosas de mi vida diaria. Sabido es que estos aparatejos se introducen de manera alarmante e inevitable en el buen discurrir de los asuntos cotidianos. Estos aparatos han dado lugar a grandes sorpresas y precipitadas separaciones. Estos aparatos lo registran todo; llamadas, mensajes, número … basta con hurgar un poco en sus entresijos para descubrir todo lo que de inconfesable y lado oscuro tienen muchas personas. No es nada nuevo que los seres humanos tengamos facetas y affeires ocultos, lo que ocurre, simplemente, es que la tecnología permite que ahora puedan ser descubiertos con relativa facilidad. Antaño no era fácil descubrir que tu mujer te pone los cuernos con el vecino y, según la creencia popular, el cornudo era el último en enterarse, pero hoy basta con mirar en la memoria sim para descubrirlo. Hay quien sabe que esto es así y jamás se atrevería a mirar en el móvil de su cónyuge por cierto miedo intuitivo a lo que se podría encontrar ahí. Esto de los móviles es un poco como los bolsos de las mujeres; uno nunca mete la mano dentro por no querer toparse con la cantidad de cosas que contiene, y aquí ocurre lo mismo. Un simple descuido ocasiona que no se borre un mensaje, o el desconocimiento del funcionamiento impide que hagamos desaparecer las llamadas realizadas y las recibidas.
Yo tenía una pareja y un solo móvil, pero empecé a chatear por internet y mi vida empezó a diversificarse en muchos aspectos. El indicativo perfecto o el barómetro de mi actividad social es o, mejor dicho, son mis móviles. Cuando no tengo ni pareja ni relación fluida con los amigos; bien sea por su no disponibilidad, por periodos de ciertas tensiones o por asuntos laborales, mis teléfonos conservan su carga de batería durante semanas sin otra función que la recepción de publicidad. Digamos que uno de los números, el más antiguo, goza de carácter oficial. O sea, que es el que tienen los bancos, mis compañeros, mi jefe, los comercios y mi novia cuando la tengo. Normalmente la novia que ha pasado a la agenda de este móvil ha sido extraida del segundo número, el cual, como es de imaginar, tiene sólo carácter oficioso. Esta permanencia en una u otra agenda convierte también a las personas en oficiales u oficiosas en mi vida ya que el primer teléfono permanece casi siempre disponible, al igual que lo estoy yo para ellas, no ocurriendo lo mismo con el segundo, cuya simple desconexión me permite desaparecer sin necesidad de farragosos abra cadabras. Bueno, esto de conectar o desconectar los móviles permite distintas posibilidades y combinaciones que conllevan una indiscutible implicación, a saber:
.Teléfono oficioso desconectado y oficial no.-Periodo de gran actividad en todos los sentidos; ligues que ocultar y novia a quien ocultárselo. Nunca estos periodos han ido más allá de cuatro o cinco meses. Dándose a veces la circunstancia de que pasado ese tiempo las chicas han cambiado de agenda, de manera que la oficiosa ha pasado a ser la oficial y viceversa.
.Teléfono oficial apagado y oficioso conectado.- Estoy de picos pardos y después diré que se me olvidó en el coche o que me quedé sin batería.
.Los dos teléfonos conectados.- No me como una puta rosca ni oficial ni oficiosa. Son periodos propensos a depresiones y reflexiones filantrópicas. Miradas lánguidas por la ventana, güisqui, sensación de fracaso, canciones de Hilario Camacho sonando sin cesar y desgana por toda actividad que no sea la meramente dedicada a la supervivencia. Son periodos cada vez más duraderos y frecuentes.
. Los dos teléfonos desconectados.- Estoy de vacaciones con mi nueva novia.
Las mujeres que conozco suelen tener un solo móvil. Cuando las llama algún tío dicen que es un amigo que sólo quería saludarlas, tú te lo crees y punto.